Pocas ciudades en el mundo deben gozar del privilegio que tenemos en Buenos Aires en lo que a cantidad de salas teatrales se refiere. La tradición es larga y logra sostenerse contra viento y marea. Es bien sabido que desde Cromañón, casi todas las salas de teatro independiente han sido sometidas a un escrutinio tan desmedido como incompetente que eleva a la categoría de fenómeno inverosímil, ya no sólo la subsistencia de los que estaban, si no la proliferación de nuevos espacios que, con mayor o menor suerte, deciden apostar por convertirse en teatro y que sea lo que el inspector de turno quiera.
Como público, no es frecuente pensar en lo que hay detrás de cada uno de esos espacios. Esos a los que volvemos encantados, en cuyo criterio de programación hemos aprendido a confiar, en los que nos sentimos vivos, incentivados, provocados y atraídos hacia muchas otras experiencias que no sólo tienen que ver con la obra elegida para ver, si no con el propio espacio que nos rodea, sus colores, la iluminación, la atención del personal, los llamados de atención sobre otras manifestaciones artísticas, incluso, ¿por qué no?, la calidad del café o sus comidas, si se da el caso. Hay espacios que consiguen que "ir al teatro" vaya acompañado de otros muchos atractivos y, sin pretender que este sea el objetivo de las salas - para eso nos alcanza con los shoppings -, lo cierto es son muchas las que poseen ese toque distintivo que habla mucho de la personalidad de sus creadores o directivos.
Una vez más, estamos pensando en las salas del teatro independiente. Seguro que todos tienen una o dos en mente con las que se identifican en muchos aspectos.
Todos y cada uno de esos teatros, los más conocidos y vistosos, los chiquitos y casi ocultos, los clandestinos, los habilitados, los que gozan del cariño del barrio y los más detestados por sus vecinos, los reformados, los construidos en viejos galpones, en fábricas cerradas... se mantienen por empeño y cabezonería de unas pocas personas que no siempre son propietarios. Gente con un raro entusiasmo y sin mucho interés por la plata segura. La historia en alegrías y desventuras de cada uno son infinitas.
Hoy, desde acá, les agradecemos a todos su presencia porque, aunque nos olvidemos - la fuerza bruta de la costumbre todo lo puede -, el mero hecho de que estén ahí, de que se empeñen en querer estar, en abrir sus puertas e invitarnos, hace, sin duda, que esta caótica ciudad llena de espantos, sea un poco menos dolorosa.
Dos de esos teatros están celebrando en estos días diez arduos años de existencia: El Anfitrión y Espacio Aguirre. Felicitaciones a ambos.
http://www.anfitrionteatro.com.ar/
http://www.espacioaguirre.com.ar/
Os remitimos a las notas de Alternativa Teatral al respecto.
http://www.alternativateatral.com/nota446-diez-anos-de-anfitrion
http://www.alternativateatral.com/nota449-el-espacio-aguirre