En esta loca ciudad donde la oferta y demanda de talleres teatrales de todo tipo se multiplica cada día, la posibilidad y el riesgo de encontrarse con un pretendido profesor de teatro que, en el mejor de los casos nos haga perder sólo tiempo y dinero y, en el peor, nos deforme o nos pervierta nuestra sensibilidad y nuestra capacidad de trabajo, son cada vez más abundantes.
Me voy a permitir dar una serie de consejos elementales para todos aquellos entusiastas cursillitas que, como el que busca una aguja en un pajar, están buscando un taller de teatro.
* En primer lugar, conviene tener claro cuál es el tipo de taller que uno precisa. No se trata sólo de tener o no experiencia previa, si no de saber cuáles son nuestras inquietudes personales para relacionarnos con el teatro. No seamos ingenuos. No es lo mismo un taller de principiantes para adolescentes que uno para todas las edades. Y no es lo mismo formar parte de un grupo de iniciados que aspira a relacionarse con el teatro profesionalmente que uno en el que la gente va a pasar un buen rato.
* Pasar un rato divertido está muy bien pero no implica necesariamente que esas clases que nos estén formando como actores.
* Los que ya tienen alguna experiencia deben preguntarse honestamente cuáles son sus lagunas: si hay problemas de lectura, de trabajo de texto, de cultura general, o si me interesa ejercitar algún aspecto específico como el clown, la improvisación, el entrenamiento corporal, la danza, el canto... Todas esas herramientas nos proporcionarán una rica versatilidad.
* Atención: el participar de un taller específico - clown, voz, canto etc. - no implica que uno se limite a eso. Todo lo contrario. Hay que conocer el mayor número de disciplinas posibles para afinar lo que cada una de ellas te proporciona a vos como actor / actriz.
* ¿Sirve de algo conocer el curriculum del profesor? No. Pueden tener una importante carrera actoral y ser muy malos docentes. La pedagogía teatral no es algo intrínseco a la actuación. Hay que saber transmitir los conocimientos. Las clases de teatro no pueden limitarse a la realización de dinámicas. Por otro lado, algunos profesores consiguen mantenerse durante años dando talleres gracias a la ingenuidad y a las pocas exigencias de sus alumnos.
* Motivos para desconfiar de un profesor:
- ¿Habla demasiado? ¿Sobre todo de sí mismo y de sus batallitas en el escenario? ¿Emite unas devoluciones eternas asentadas en confusos criterios que nunca aclara del todo?
- ¿Nunca señala con exactitud los problemas en el trabajo individual?
- ¿No responde a tus preguntas teóricas satisfactoriamente?
- ¿Introduce alguna reflexión sobre otras disciplinas artísticas?
- ¿Plantea ejercicios destinados a "buscar rarezas", "explorar los límites", "generar violencia"? Cuidado, ese tipo de dinámicas son particularmente delicadas si el grupo es de principiantes.
- ¿Grita en exceso? ¿Utiliza el insulto para (des)motivar?
- Por último, y entendiendo que siempre hay admirables excepciones: ¿cuántos años tiene? La juventud, divino tesoro, no siempre resulta la mejor opción.
Cualquiera que se anime a formar parte de un taller teatral debe saber que ahí dentro tendrá una serie de obligaciones para con el grupo de trabajo. Esa conciencia de grupo es, sin duda, algo básico que debe adquirirse desde los primeros años de formación. Poco a poco irá descubriendo que el teatro es una disciplina que abarca muchas facetas de la vida y que exige un alto nivel de compromiso y entrega. Quizá, algún día, entienda eso de que "es un modo de vida".
Estas nociones tan básicas como primordiales están cayendo en el olvido porque muchos supuestos profesores priman su necesidad de económica de mantener un número determinado de alumnos sobre la importancia vital de enseñarles a crear un grupo de trabajo que respeten y del que se sientan no sólo miembros, sino motores, ejes en sí mismos.
Impartir clases de cualquier materia siempre conlleva una gran responsabilidad. El ámbito artístico cuando trabaja directamente con la persona - su cuerpo, sus emociones, su sensibilidad - implica un compromiso aún mayor pues está en manos de los docentes, de los verdaderos maestros, el futuro como profesional de ese alumno. Si no se trabaja con honestidad, dedicación y prestando la suficiente atención individualizada, es muy posible que lo único que se transmita sean temores, vicios, prejuicios, confusión y una idea muy equivocada del ser actor.