Deseo sincerísimo

Que la ira de los dioses antiguos de toda tradición, oriente y occidente, caiga sin miramientos sobre los pelotudos infrahumanos que siguen sin apagar los putos celulares. Que queden fulminados cuando suene su ringtone en medio de un teatro o un concierto. Y que a todos aquellos gilipollas que no pueden evitar mandar mensajes durante una hora y media se les caigan los dedos uno a uno.
Y a los de los caramelos otro tanto.

No vengan al teatro.
No vayan a conciertos.
Olvídense del cine.
Disfruten de sus casas.
Y no nos jodan más.

El arte de poner la mesa

Sobre el sueño de ser artista plástico podrían escribirse muchos libros llenos de pesadillas donde mueren algunos sepultados por todos esos plásticos que juntan, o bajo una avalancha de tergopol infame, o incluso se atragantan con el raro champán del momento del brindis de la inauguración. Deben tener sus miedos. Y hacen bien.

Ayer, por esas cosas de la vida y azares, amigos con lugares que habitar y otros tantos con ganas de llenarnos el tiempo de quién sabe, jugamos unas horas a ser del gremio plástico. Y en lugar de libro o cajitas de artista, nos mandamos con mesas.
Y de todo el proceso, rescatamos:

* Nada sirve para todo, pero todo sirve para algo.
* Son muy imprescindibles las excusas. Y nunca vienen solas. Hay que salir afuera y encontrarlas.
* El calendario vuela, importa, existe. Y hay que aprender a usarlo soplándole a favor.
* Siempre es un placer compartirse.
* La catarsis ES.
* El para qué no importa. Acaso el cómo.
* No hay un fin previsible.
* Aún es tiempo de cualquier cosa.
* No hay un único modo de hacerlo.
* La creatividad del azar puede tener su gracia, dar sus frutos. Sin abusar del uso. Como todo.
* No hay dolor que las artes no limiten.

Casi nada.

Gracias a M. Kusmuk por darnos una excusa razonable y a D. Zantleifer por jugarse y compartir.

Razones para amar a Ray Loriga

"Y aún así, Molly tuvo la sensación, antes de que a Arnold Grumberg le diera por no beber, de que el apuesto vendedor de pianos giraba la cabeza con demasiada frecuencia hacia su esquina de la barra. Y de eso, de ese simple gesto, había hecho Molly una historia de amor. Una historia de la que Arnold Grumberg no sabía nada pero que para Molly implicaba muy serias responsabilidades. El hombre que mira a una mujer, aunque sea una mujer muy vieja, ya no es libre de andar haciendo lo que le venga en gana".

"Pues claro que mamá es un mamífero", se dijo, y en eso le vino a la cabeza la imagen de su mujer embarazada como una vaca, a punto de dar a luz al pequeño Andreas y cómo, al hacer el amor con ella, había sentido en aquellos días una enorme preocupación por su salud mental, al reconocerse excitado y asqueado al tiempo por esas tetas inmensas y ese cuerpo inflado  pero robusto que guardaba dentro una réplica de sí mismo".

"¡Almodóvar!, grita entonces la zorra de mi hermana, como si fuera la consigna que abre las puertas del templo y todos, y cuando digo todos incluyo a un crítico de Cahiers du Cinema con un nombre muy gracioso que no consigo recordar, bajan la cabeza como si estuviera pasando un avión volando muy, muy bajo".

"¡Somos europeos!", le gritaba siempre Andreas Ringmayer III a Andreas Ringmayer IV cuando jugaban al fútbol en el parque. Andaba más que preocupado por la manía que tenía el crío de coger siempre la pelota con las manos. Andreas creía que lo único que le unía a Europa a estas alturas de su vida era ese hermoso juego que nosotros llamamos "fútbol" y que los norteamericanos llaman soccer. Es más, creía que había una relación directa entre la capacidad para controlar la pelota con los pies y un mayor grado de desarrollo neurológico".

"Irresistible", quiere decir, cariño, que cualquier hombre sin nada mejor que hacer te daría un repaso. Eso es todo".

"Qué cosas tan extrañas... Si el mismísimo demonio hubiese creado el mundo en seis días, no lo hubiera hecho mejor".

"El chico miró el reloj: eran más de las doce y media. Se sintió mal por haber faltado a la cita, pero enseguida se sintió bien por ser la clase de estrella que puede plantar al Vogue, y luego volvió a sentirse mal, aún peor que antes, por ser tan estúpido, y después pensó: "¡Qué carajo!", y luego se llamó imbécil dos veces, y luego se dio palmadas en la espalda para tratar de animarse, y así alternativamente, durante un buen rato, hasta que dejó de pensar en ello".

"- No me gusta la lluvia.
- ¿Por qué?
- ¿Por qué? Porque se me moja el periódico. No es nada psicológico".

"Su padre recordó entonces a la madre de Ramón y cómo se la había llevado la locura con la facilidad con que los huracanes se roban a los niños. A Esteban Romero le daba en la nariz que el loco de su hijo estaba tan loco como la loca de su madre y por eso sujetó la mano de Ramón como si se tratase de un crío a punto de salir volando. Ramón, por su parte, sabía que su padre no podía entender la importancia del momento. Su padre al fin y al cabo coleccionaba paraguas viejos y eso para Ramón ya lo explicaba todo".

Y más y mejor y en detalle leyendo El hombre que inventó Manhattan.*

* El Aleph ed. Barcelona, 2004.

Vuelve Sólo lo frágil




Una pieza de orfebrería. Un regalo. Una lección. Fuente de inspiración. Excelencia creativa y técnica.
Sobran los motivos para ver esta obra una y otra vez.

Regresa. Los domingos a las 17hs.
Imperdible.

Sólo lo frágil

Dirección: Luciana Dulitzky

Dramaturgia: Luciana Dulitzky, Paula Ransenberg.
Con: Paula Ransenberg.
Escenografía: Federico Ransenberg.

Diseño de objetos: Román Lamas.
Diseño de luces: Federico Ransenberg.
Diseño sonoro: Emiliano Álvarez.
Arte: Perla Álvarez.
Diseño gráfico: Andrea Carbonatto.
Asistencia de dirección: Carolina Fisscher
Producción ejecutiva: Carolina Fisscher

TIMBRE 4
Boedo 640.
Domingos 17hs.

Frecuencia Modulada

A vos, en las alturas.

El tiempo circular de los espejos insiste en tu reflejo cuando miro


Soy recuerdo o fantasma de alguien nuevo
a quien no reconoces todavía.

Paciencia silba el viento abriendo cielos.

Es temprano de arena en los relojes.
La casa es silenciosa.
Todos duermen y sueñan.

Vos también.

Aunque nunca me nombres en tus días
sé que tus huesos saben,
calientan mi deshielo
en días como éste
donde todo es azul y nadie llega,
nadie rompe el silencio
y la vida es un cuadro
del siglo diecinueve.

**

Cicatrizado el llanto los rostros son distintos

En regreso los trenes son más lentos,
los aviones retrasan su caída,
y las noches ignoran la prudencia.
No hay sombra que se alivie
cuando el sol la abandona,
ni tormenta de nieve
prudente en los caminos.
Así mi paso ahora,
a orillas de tu nombre,
nunca regresará
a esta mañana nueva
donde todo es posible
y sin embargo qué.
 
m.trigo.

Alemania. El regreso del padre pródigo.


El humor de Alemania no es negro. Es ácido. Como corresponde a un universo donde todos "son rubios e indecisos". Alemania está llena de posibles improbables y pequeños delirios que arañan demasiado la puerta de cualquiera como para que sea sólo un muy buen chiste. Alemania es aguda. Y nos deja reír en la platea alimentando una inquietud que que late en cada escena y en esas transiciones que apuestan por la deformidad pesadillesca, ese espacio donde todo se dice sin palabras iluminando miedos ancestrales que nunca recordamos la mañana después.

Alemania habla del padre ausente. Del abandono egoísta en el que muchos encuentran su único camino para continuar. La figura paterna se nos tiñe de excesos. Un abuso constante de autoridad ridícula. El padre se fue hace veinte años. "Hizo su vida". Ahora está de regreso y su inserción en el cotidiano de esa familia a la que abandonó no puede ser más violenta. Por inesperada e insólita pero también por obviada. Está, de pronto, como si nunca se hubiera ido, como si el tiempo no hubiera pasado, en el dormitorio. Ese espacio íntimo donde tanto se comparte y transgrede. Ciatti alude apenas algunas de las muchas oscuridades que pueden esconderse bajo cualquier alfombra: la violencia, el abuso, una sexualidad incómoda y oscura...

El hombre es el rey de su casa. En Alemania el padre es un fantoche repulsivo que sólo ahí dentro, en ese dormitorio que siempre lo esperó, puede tener poder ilimitado, confianza, opinión. Y en el mundo, ese afuera lejano que se nombra (el club, Agronomía, es decir, Buenos Aires y Argentina, pero también Europa y una Alemania de postal alpina) el padre es alguien porque posee una gran fortuna. Quizá.

Ciatti no confirma ni niega demasiado y ninguno de los personajes inspira tanta confianza como para creer en su versión de los hechos. Sin embargo, la suma de todos ellos nos regala un cuadro de absurdo humanizado por su profundo patetismo.

La dirección apuesta por subrayar con acierto los rasgos más excesivos de los personajes y los actores ofrecen intensos momentos de precisión esperpéntica. Ivan Moschner, el padre, concibe una criatura inolvidable en una escala ascendente de manierismos y arrogancias con las que logra hacernos reír y ser profundamente insoportable al mismo tiempo. Ciatti añade música en vivo sumando un curioso refuerzo estético y unos guiños de humor muy interesantes para el espectador con los momentos de entrada y salida de su singular cuarteto de cuerdas.

Alemania ofrece muchos y distintos niveles de análisis, es una obra que puede verse muchas veces para prestarle atención cada vez a un factor distinto. Y eso, sin duda, es algo que el público agradece.


Alemania
Teatro Anfitrión

Venezuela 3340
Viernes 23.30hs.


Texto y dirección: Nacho Ciatti.
Actúan: Eugenia Alonso, Guido Botto Fiora, Ivan Moschner, Michel Noher, Florencia Zothner Ciatti.
Músicos: María Eugenia Amarilla, Estefanía Araoz de La Madrid, Olga Ileana Kneeteman, Natalia Macera.
Vestuario: Gabriela A. Fernández.
Escenografía: Mariana Tirantte.
Diseño de luces: Matías Sendón.
Realización de vestuario: Patricio Delgado.
Música original: Nacho Ciatti, Alan Haksten.
Fotografía: Francisco Iurcovich.
Diseño gráfico: Leandro Ibarra.
Asistencia de escenografía: Gonzalo Córdoba Estévez.
Asistencia de vestuario: Belén González Chiappe.
Asistencia técnica: Nacho Bozzolo.
Asistencia de dirección: Gabriela Pastor
Prensa: Claudia Mac Auliffe.
Arreglos musicales: Alan Haksten.
Producción ejecutiva: Gabriel Noacco.

Santiago Loza. Poesía escénica.

Cualquiera que haya visto alguno de los textos de Loza en escena se habrá entusiasmado al descubrir no sólo un gran talento sino el amor que late en cada una de sus creaciones. Amor por la palabra y por cada una de sus criaturas. Sus personajes no pueden ser más vulnerables y profundos. Habitan lo cotidiano pero saben que no pertenecen a este mundo. Conocen la importancia vital de los silencios y de los sueños como faros de la esperanza o la cordura y, sobre todo, conocen el dolor, sus mañas, su presteza para hacerse presente, para detener la existencia en un único día, un gesto, ese mínimo azar que altera para siempre el curso de una vida. Las mucamas de Sencilla, la costurera de Nada del amor me produce envidia, la madre de He nacido para verte sonreír o el singular trío que da vida a Pudor en animales de invierno, son ejemplos tan únicos como diferentes entre sí, de todo lo dicho.

Uno de los grandes alicientes para los creadores teatrales debiera ser la absoluta confianza en la naturaleza ilimitada de lo escénico. No hay nada que no pueda contarse desde un escenario, sólo hay que encontrar la forma que se corresponda con nuestros deseos y lenguajes. Loza lo sabe. Deposita sus textos en manos de directores que le son de entera confianza y ese mutuo respeto diferenciador de roles, quizá sea una de las claves para que la belleza y la profundidad de sus palabras no se entibie.

Las puestas de sus textos, hasta ahora, se definen por una sana economía de recursos y priman el trabajo del actor como creador. No es casual. Los directores saben que el público se sentaría con los ojos cerrados en la platea sólo para escuchar a un actor o una actriz, que lea esas palabras. Con eso alcanzaría para la catarsis porque Loza nos respeta y desafía. No nos entretiene. No escribe para un público que escucha en la oscuridad alimentando su ego de consumidor de cultura alternativa. No. Loza escribe porque lo necesita. Porque sabe hacerlo. Con excelencia. Y porque confía en la potencialidad de las palabras para revelarnos la belleza y el dolor de la vida. Loza es un poeta. Y cumple hasta las últimas consecuencias con tan ancestral oficio.

Pudor en animales de invierno es un largo poema nocturno. Un poema que se nutre de la rara naturaleza de los sueños donde todo es posible. El espacio escénico se abre como metáfora de nuestro interior. Una casa donde todo está a la vista. Sin lugar para esconderse. Una casa cualquiera en medio de la gran ciudad. La inmensa soledad que eso conlleva. Nuestra cabeza es esa casa. Repleta de recuerdos y rincones oscuros, de frases que se dicen sin pensar para salvar un vacío insondable. Hay lugar para varios mundos posibles entre esas cuatro paredes porque en ellas convive lo mejor y lo peor de uno mismo.

Loza nos ilumina desde el programa de mano: "es la historia de una despedida. Abandonar la juventud. El deseo de ir lejos con la vida. Y al mismo tiempo descubrir que la memoria insiste en quedarse y los recuerdos son cicatrices en el cuerpo. Y que aquello que amamos no termina nunca y que, tal vez, podamos encontrar breves momentos de calma".

Todo eso y mucho más.

La dirección de Lisandro Rodríguez ha sabido llenar este poema de momentos tan cotidianos como inquietantes. Algo está a punto de quebrarse todo el tiempo. Quizá sólo el silencio. Pero se romperá, y cuando eso suceda, no seremos los mismos.

Los actores están muy afianzados en la fragilidad de este poema que habitan y nos llevan de la mano con esa impunidad que sólo poseen los narradores omniscientes. Sus personajes lo saben todo: lo que pasó, lo que hacen ahora, lo que los otros sueñan y porqué, y, sobre todo, saben lo que vendrá. Nos recuerdan la fugacidad como condición de la existencia. Los momentos en los que el hijo (Martín Shanly) nos hace testigos de su recuerdo son de una vulnerabilidad tan atrapante como sugestiva porque su relato se convierte en el nuestro. No nos deja escondernos. Sólo podemos escucharle sabiendo que está hablando por todos y cada uno de nosotros y, una vez más, agradecerle a Santiago Loza, por ser tan generoso con su arte.

Ver también.
Christian Lange: http://poiesisteatral.blogspot.com.ar/2011/11/impresiones-pudor-en-animales-de.html

Pudor en animales de invierno

El camarín de las musas
Mario Bravo 960.
Viernes y sábado, 21hs.

Texto: Santiago Loza.

Dirección: Lisandro Rodríguez.
Actúan: Ricardo Félix, Valeria Roldán, Martin Shanly.
Músico: Lisandro Rodríguez.
Diseño de vestuario: Mariana Tirantte.
Diseño de escenografía: Mariana Tirantte.
Diseño de luces: Matías Sendón.
Fotografía: Nora Lezano.
Entrenamiento corporal: Leticia Mazur.
Asistencia de dirección: Sofía Salvaggio.
Prensa y producción: María Sureda.