Trigo by Trigo

Cuando este año comenzamos a desarrollar la idea de estas entrevistas mediante un cuestionario, nos comentaron que estaba bueno. Demasiadas preguntas quizá, algunas incómodas si las respuestas se pensaban con calma y sinceridad... pero casi todos los que participaron encontraron que tomarse el tiempo de interrogarse sobre tantas cosas que damos por sentado fue un ejercicio interesante. No aspirábamos a otra cosa. Decidí someterme al juego, aprovechando la inflexión del fin de año para echar la vista atrás. Reconozco que no fue tan fácil como creía, pero pude. 

La idea es seguir subiendo entrevistas. Leer a otros para darnos cuenta de que sí, estamos locos, pero no solos. Y sí, nada es lo que esperábamos, pero seguimos adelante porque a estas alturas aprendimos que el camino más largo sigue siendo el mejor, el más accidentado. 

Gracias a todos los que colaboraron. Y los que conservan el cuestionario entre sus tareas pendientes, serán bienvenidos en cualquier momento. Es bueno saber que están ahí. 








Actriz, poeta, directora de teatro


Foto: María Kusmuk

¿Cómo te definís profesionalmente?
Trato de no hacerlo, lo evito. Tengo tres licenciaturas que nunca ejercí. Entro en crisis existencial cada vez que tengo que rellenar el casillero de profesión en un formulario. Cuando estoy de humor digo que soy actriz, poeta y directora de teatro mientras no se demuestre lo contrario. En cualquier momento pueden desenmascararme. 
¿Sabés por qué te dedicás a esto?
Crecí con y gracias a los libros y el teatro. Dan sentido a todo lo demás.
¿Qué disciplinas resultaron fundamentales en tu formación?
La lectura. Y más que disciplinas, maestros. En cada rama que estudié tuve la suerte de encontrar alguno inspirador que compensaba a muchos ineptos. Fueron determinantes las clases de teatro que empecé a tomar a los nueve años con Cruz García en Valladolid, varios docentes responsables de mi amor por la palabra y el cine – Dionisio García, Javier Pascual, Sacramento Portero, Jorge Praga -; Javier Castán, que modificó mi forma de estudiar en el primer año de Historia del Arte, y mis dos años de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada – Pilar Rubio, Javier García Rodríguez y José Luis de la Fuente -. Después, por supuesto, mi formación teatral en Buenos Aires junto a Claudio Tolcachir, Tamara Kiper, Verónica Oddó y, desde que comencé a leerlo, escucharlo y tomé sus clases, Mauricio Kartun, faro inspirador en medio de todas las tormentas. 
¿Qué es lo más útil que te ha enseñado tu trabajo?
Soy mi peor enemigo.
¿Y lo más hermoso?
Dos cosas: los grandes maestros siempre están disponibles y el trabajo en equipo es un privilegio.
¿Cuáles considerás que son tus principales fuentes e influencias creativas?
La tele que me crío y una larga lista de artistas a los que convertí en amigos. Están muertos, así que no les jode que abuse de ellos cuando la vida se pone puta. A eso, sumemos el teatro independiente porteño de los últimos diez años.
¿Qué es lo que más te duele a la hora de ejercer tu vocación?
Su incompatibilidad con lo que llamamos vida.
¿Crees haber sacrificado algo importante para dedicarte a esto?
Sí, dos fantasías que antes iluminaban mi horizonte: una mínima seguridad económica que llegaría con la vida adulta y una pareja estable que bancara mi temperamento. (Artístico, sí, pero de mierda). Hace años que esos espejismos desaparecieron del paisaje.
¿En cuántos proyectos laburaste el año pasado?
Demasiados.
¿Todos llegaron a mostrarse o estrenarse?
Por suerte, no.
¿Cuántos te esperan ahora?
Espero que los más antiguos sigan funcionando pese a la nefasta conyuntura en la que estamos. Hay unas cuantas novedades que espero que me ayuden a capear la angustia y la impotencia que el futuro nos promete. 
¿Cuál es el proyecto al que dedicaste más tiempo hasta la fecha?
En 2014 estrené Por eso las curitas, un unipersonal sobre mi infancia para el que llevaba toda la vida preparándome sin saberlo. Hace cuatro años que sostengo un proyecto poético que podo a diario. Fruto de ese trabajo el mes pasado presenté Polaroids de aeropuerto bajo lluvia y otras breves escenas sin Bruce Willis, poemario ilustrado por Dalmiro Zantleifer que nos tiene felices. 
¿Vivís de lo que amás o tenés otra actividad que ayuda a pagar las cuentas?
Amo mucho de lo que hago para pagar cuentas que odio. La vida es una fiesta.
¿Con qué otras artes te relacionas habitualmente?
Fotografía, pintura y cine. 
¿Qué es lo más absurdo que has hecho por amor al arte?
Vivir en un teatro.
¿Hay algo que no volverías a hacer?
Casarme.
¿Qué estás leyendo?
Como sólo la muerte es pasajera, de Alberto Szpunberg y los diarios de Cheever.
¿Qué autores recomendás siempre?
McCullers, Berger, Uhart, Saer, Fresán, Cozarinsky, Xuan Bello.
¿Qué películas volvés a ver una y otra vez?
Cantando bajo la lluvia, Con faldas y a lo loco, Regreso al futuro, Las horas, Las canciones de amor, Los amores imaginarios, Con ánimo de amar, Amanece que no es poco, la trilogía de los colores de Kieslowski, Persépolis, Pretty woman, cualquiera de Bruce Willis... Cuando una peli me gusta la repito una y otra vez, soy como los nenes, me tranquiliza conocer los desenlaces y me enamoro de los personajes. 
¿Qué artistas – de cualquier ámbito - te resultan imprescindibles?
Considero imprescindibles a los que no puedo asumir, los que me rompen la cabeza sin teoría que me los traduzca, los que tienen obras donde podría mudarme a vivir. Miguel Ángel, Rodin, Gaudí, Rothko, Buñuel. 
¿Qué buscás en la gente con la que elegís laburar?
Compromiso. El laburo creativo genera vínculos similares a los de cualquier pareja, incluso peores. Aspiro a que el encuentro merezca la pena.
¿A qué profesionales de tu ámbito seguís de cerca?
Espero como agua de mayo los libros de Rodrigo Fresán. Sigo los textos y obras de Tolcachir, Loza y la dulpla Jakob - Mendilaharzu. Admiro mucho el trabajo de Juan Pablo Gómez con la compañía Un Hueco. Trato de seguirle la pista a Ignacio Masllorens. Agradezco la existencia de Mauricio Kartun.
¿Con quién hablás sobre tu trabajo? ¿Pedís consejo o asesoramiento a alguien de confianza?
Creo que hablamos muy poco (o muy mal) sobre qué implican los procesos creativos. Las necesidades, los miedos, el deseo... Todos atravesamos instancias parecidas y nos sentimos perdidos, vacíos, repetidos y solos. Considero vital contar con gente en cuyo criterio confío, capaces de señalar lo que no funciona o simplemente que se presten a leer o escuchar. A veces solo necesito eso. Soy muy privilegiada. Estoy bien acompañada. Mi gran problema es aprender a pedir ayuda sin sentirme un incordio.  
¿Pedís subsidios para tus proyectos? ¿A qué instituciones? ¿Por qué?
En cuatro ocasiones pedí subsidio a Proteatro. Me concedieron dos. En todos los casos mis colaboradores consideraron que merecía la pena intentarlo. Personalmente lo evito. No me gusta tener que justificar cómo gasto el dinero y, por otro lado, no me convence que el Estado subsidie mi arte. Preferiría que subsidiara mi alquiler. El arte subsidiado aniquiló gran parte de la creatividad española. Me genera muchas contradicciones.
¿Por qué vivís en Buenos Aires?
No fue premeditado. La ciudad me atrapó. En más de una ocasión, viajando, al llegar a mi destino y prender la tele lo primero que apareció fue un documental sobre Buenos Aires. Me sigue a donde vaya. Decidí quedarme por el teatro. Siempre digo que parecemos estar sobre un epicentro sobrenatural que hace que lo escénico prolifere desmedidamente. Si no fuera por eso, podría estar en cualquier otro lugar. Renuevo mis votos cada año. 
¿Hay algún viaje que marcara un antes y un después en tu trabajo?
Agosto del 2002, la primera vez que vine a Buenos Aires. Entendí cuánto más podía ser el teatro. También me recibí como poeta tras ese viaje. Esta ciudad me otorgó licencia para crear.
¿Cuándo te das cuenta de que tenés un nuevo proyecto entre manos?
Cuando lo comparto con quienes quiero que formen parte.
 ¿Sentís que tenés un sistema personal de trabajo?
Cada proyecto demanda algo diferente y cuando estoy hasta las manos con uno juro no volver a complicarme la vida con nada parecido, pero antes de darme cuenta ya estoy en otra. Con el tiempo adquirí herramientas y algo de paciencia pero el modo en que logro hacer uso de eso no responde a un sistema. 
¿Qué hay en tu lista de cosas pendientes?
Andar en moto. Mucho que leer, obras que ver. Retomar Por eso las curitas y llevarlo a España para compartirlo con quienes me vieron crecer. Trabajar en un espacio que gestionen otros. 
¿Tenés un panorama claro de lo que vendría siendo tu trayectoria?
Sí, un estribillo de Ricky Martín. “Un pasito pá’lante, María, un pasito pá’tras”.
¿Qué es lo que más te preocupa en tu futuro?
El futuro llegó y Michael J. Fox tiene parkinson. Esto no se parece a nada que hubiera imaginado, nunca me imaginé con esta edad. Me preocupa absolutamente todo.
¿Qué hacés cuando no estás trabajando?  
Leo, voy al teatro, veo películas y/o vuelvo a ver una y otra vez Northern Exposure, Six feet under y Los Soprano. Envío emails whatsapps que no debería.       
¿Si no te dedicaras a esto qué estarías haciendo?
Eso quisiera saber. 

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Por eso las curitas: www.poresolascuritas.blogspot.com 
Polaroids de aeropuerto bajo lluvia y otras breves escenas sin Bruce Willis. 

Natalia Romero







Escritora, docente, librera. 



¿Cómo te definís profesionalmente?
Wow, esta pregunta ocupó gran parte de mis años post carrera universitaria. Estudié Comunicación en la UBA, pero nunca la carrera me marcó el camino profesional. Si me ayudó pero en mi caso fue una búsqueda que aun hoy continúa. La docencia es lo que más me gusta hacer y en lo que quiero crecer, junto con la escritura. Escribir puede ser también una profesión, aceptar eso fue un quiebre con muchas cosas, personales y familiares. Ese fue el comienzo. Me defino como alguien que escribe y como constante aprendiz.
¿Sabés por qué te dedicás a esto?
Porque me animé.
¿Qué disciplinas resultaron fundamentales en tu formación?
Lo que fue fundamental fueron mis maestros y mis lecturas (donde encontré y encuentro grandes maestros y maestras). También hacer talleres, muchos, de teatro, de dramaturgia, de poesía, de narrativa. Comprender las dinámicas de trabajo grupal. Trabajar en la universidad  y en escuelas también.
¿Qué es lo más útil que te ha enseñado tu trabajo?
No sé si puedo pensar en términos de utilidad mi aprendizaje. He aprendido a respetar al otro, a escuchar, a afinar la atención, a confiar.
¿Y lo más hermoso?
Lo más hermoso es todos los días. Es la emoción que hay en lo que hacemos. Dar talleres es trabajar con las emociones como una constante, si no no hay escritura.
¿Cuáles considerás que son tus principales fuentes e influencias creativas?
Muchas. Lo que pasa afuera (el mundo) y lo que pasa adentro (mi mundo). Trato de reunir ese arriba y ese abajo, ese afuera y ese adentro. La poesía es mi fuente.
¿Qué es lo que más te duele a la hora de ejercer tu vocación?
No sé si es dolor, es otra cosa. Puede ser una leve tristeza, y es que que haya quienes no pueden conectarse con su escritura, es como perderse algo de uno mismo.
¿Crees haber sacrificado algo importante para dedicarte a esto?
El sacrificio fue animarme, lo que solté me liberó. Estoy inmensamente agradecida de poder trabajar de lo que elijo.
¿En cuántos proyectos laburaste el año pasado?
En varios, pero uno se concretó con más fuerza. Mi libro de poesía. Y también mi librería, que creció bastante. * 
¿Cuántos te esperan ahora?
Siempre tengo cosas por hacer. Es como un modo de no negar algo que nos pertenece, el movimiento.
¿Cuál es el proyecto al que dedicaste más tiempo hasta la fecha?
Trabajar dando talleres y escribir es un proyecto que nunca me propuse con anticipación o plena conciencia, pero para el que trabajo hace muchos años.
¿Vivís de lo que amás o tenés otra actividad que ayuda a pagar las cuentas?
Vivo de lo que amo. Por eso agradezco siempre.
¿Con qué otras artes te relacionas habitualmente?
Me encanta el teatro.
¿Qué es lo más absurdo que has hecho por amor al arte?
Por amor al arte nada es absurdo, todo vale.
¿Hay algo que no volverías a hacer?
Todo lo que hice, incluso mis peores equivocaciones, me trajeron hasta acá. Aprendí mucho de lo bueno y de lo malo. No cambiaría nada.
¿Qué estás leyendo?
Ahora estoy haciendo una maestría de escritura que me condiciona un poco las lecturas pero las disfruto a pleno. Estoy leyendo El instante de mi muerte de BlanchotCrónicas de Clarice Lispector. También tengo un libro de poemas de Louis Gluck que leo siempre. Junto con la poeta Diana Bellesi, ya que estoy trabajando sobre su obra.
¿Qué autores recomendás siempre?
Héctor Viel Temperley, Diana Bellesi, Francisco Madariaga, Arnaldo Calveyra, Marosa Di Giorgio, María Negroni, Clarice Lispector, Claudia Masin, Paula Jiménez España, Luis Sagasti y Mario Ortiz.
¿Qué películas volvés a ver una y otra vez?
Pocas. No soy de ver una peli dos veces, sino que la veo en dos veces.
¿Qué artistas – de cualquier ámbito - te resultan imprescindibles?
Los que leo una y otra vez. Clarice Lispector, Hélene Cixous, Diana Bellesi.
¿Qué buscás en la gente con la que elegís laburar?
Cuando trabajo con alguien, sinceridad y humildad, pero sobretodo entrega.
¿A qué profesionales de tu ámbito seguís de cerca?
A muchos de los escritores y escritoras que mencioné.
¿Con quién hablás sobre tu trabajo? 
Con amigas, con colegas, con mis maestros, con mi pareja.
¿Por qué vivís en Buenos Aires?
Porque acá estaba algo que me llamaba y además en Bahía Blanca (donde nací) no estaba la carrera que en ese entonces había elegido.
¿Qué hay en tu lista de cosas pendientes?
Entregar mi tesina de licenciatura y aprender a manejar. En las dos ya estoy trabajando.
¿Tenés un panorama claro de lo que vendría siendo tu trayectoria?
No, me cuesta pensar en la palabra trayectoria.
¿Qué es lo que más te preocupa en tu futuro?
Mi aprendizaje es tratar de quedarme lo más que puedo en el presente.
¿Qué hacés cuando no estás trabajando?  
Riego y cuido las plantas.
¿Si no te dedicaras a esto qué estarías haciendo?
No puedo imaginarlo.

* A cien metros de la orilla.

Notas al pie de Polaroids de aeropuerto bajo lluvia...

Conozco a Dalmiro Zantleifer desde hace diez años. Crecimos juntos en el quehacer de distintos rubros y ha sido siempre una grata sorpresa descubrir cuánto y en qué manera su expresividad adquiría cada vez más precisión sin por ello perder impronta lúdica ni perspectiva. 

Todos mis proyectos hasta la fecha contaron con su gráfica. Nos entendemos sin un solo atentado egocéntrico y nunca deja de fascinarme el modo en que logra habitar y sintetizar mis ideas con sus dibujos. Nuestro anterior proyecto fue Por eso las curitas, unipersonal autobiográfico donde se enfrentó al desafío, junto a Sol Soto, de crear una proyección animada que intervenía fotos de mi vida resignificando mi interpretación de los hechos. La forma en que su propuesta afianzó mi imaginario y potenció mi humor fue uno de los mejores hallazgos del montaje.




Un libro, como toda obra, es la suma de infinitas razones y azares. Un poemario es una de las materializaciones más extrañas que acierto a concebir como obra propia. Cada poema, con suerte, atrapa un destello de lucidez que nunca se repite. De ahí la evocación de las polaroids elegida para el título. 

Todo libro esconde dentro una caja de juguetes, un viaje, un álbum de fotos, un laberinto de puertas y vaya uno a saber cuántas personas. Un libro es una bomba que macgyvear.




La escritura me proporciona personajes desde los que escribir. Me doy cuenta de que son como los bailarines de Jackson, una extensión despeinada de mí misma. A menudo, un clown que se toma muchas licencias sin permiso. Mientras escribo soy cursi, me enamoro y opero a corazón abierto mis recuerdos. Estoy en cada palabra pero no soy lo que escribo. La escritura es para mí otra forma de actuación.

Decidir ilustrar un poemario resulta espinoso. ¿Acaso el texto no alcanza? ¿Cómo lograr que el dibujo no redunde o simplifique? ¿Cuánto suma?

Con Zantleifer somos muy conscientes de ese desafío y siempre coincidimos en lo que "no es". Pero resulta casi imposible darle forma a esas intuiciones. El dibujo acompaña como una certeza o no va, no es. Esa fue una consigna tácita y Polaroids de aeropuerto bajo lluvia y otras breves escenas sin Bruce Willis es el resultado final de esa búsqueda.





Las ilustraciones son una ventana abierta sobre los poemas. Exploran una palabra o una expresión y la convierten en algo que nunca hubiera imaginado. Acá y allá aparece una imagen donde se cruzan dos realidades íntimas y me sonrojo como si el dibujo fuera un desnudo mío. Esas sensaciones alimentan la certeza de que hicimos algo bien. 

El libro es.

Pongan play nomás.







Sol Soto








Escenógrafa, artista plástica, ilustradora. 


¿Cómo te definís profesionalmente?
Suelo decir que soy escenógrafa. Pero me han llamado artista plástica, artesana, fotógrafa, seño, ilustradora, decoradora...
¿Sabés por qué te dedicás a esto?
Porque fue lo que mejor me salió, supongo.
¿Qué disciplinas resultaron fundamentales en tu formación?
Muchas. Estudié todo lo que pude y traté de aprender de cada persona que se prestó a pasarme conocimientos.
¿Qué es lo más útil que te ha enseñado tu trabajo?
Que en algún momento hay que decidir que está terminado y mostrarlo.
¿Y lo más hermoso?
El trabajo en equipo siempre es más placentero y da mejores resultados.
¿Cuáles considerás que son tus principales fuentes e influencias creativas?
Todo lo que veo, lo que escucho, lo que leo… Todo eso se mete en la licuadora de la cabeza y sale en un collage de imágenes.
¿Qué es lo que más te duele a la hora de ejercer tu vocación?
La crítica sin amor.
¿Crees haber sacrificado algo importante para dedicarte a esto?
Tal vez perdí algunos momentos con amigos o familia por estar sumergida en algún proyecto. Pero traté de compensarlo como pude.
¿En cuántos proyectos laburaste el año pasado?
Ay, no sé…
¿Todos llegaron a mostrarse o estrenarse?
Algunos sí, otros están por, y muchos tal vez no encuentren su momento.


¿Cuántos te esperan ahora?
En principio estoy abocada a editar el resto de los libros que acompañan a Florece. En paralelo se suman otras cosas de teatro.


¿Cuál es el proyecto al que dedicaste más tiempo hasta la fecha?
No lo sé, pasé mucho tiempo haciendo realizaciones para cine o publi, otras haciendo escenografías de teatro, siempre dibujando y pintando, haciendo fotos. Imposible dividir las horas.
¿Cómo lo recordás? ¿Qué hubo de bueno y de malo?
Todo lo que hice lo recuerdo con felicidad. Porque si hubo algo en su momento que no me hizo disfrutar, es seguro de lo que más aprendí.
¿Vivís de lo que amás o tenés otra actividad que ayuda a pagar las cuentas?
Vivo de lo que amo, tengo mucha suerte por ahora.
¿Con qué otras artes te relacionas habitualmente?
Con todas, todas me influyen y las disfruto. La que más se me escapa es la música, algún trauma de las clases de solfeo de chica, creo.
¿Qué es lo más absurdo que has hecho por amor al arte?
Sonreír sin ganas.
¿Hay algo que no volverías a hacer?
No, todo sumó.
¿Qué estás leyendo?
Ahora mismo nada.
¿Qué autores recomendás siempre?
A Berthold Brecht y a Lewis Carroll. Los adoro.
¿Qué películas volvés a ver una y otra vez?
Stars Wars.
¿Qué artistas – de cualquier ámbito - te resultan imprescindibles?
Se me hace injusto elegir nombres. Este mundo no puede prescindir es de los artistas, cualquiera que sea su arte, hasta los que no entiendo.
¿Qué buscás en la gente con la que elegís laburar?
Que me caigan bien y que tengan ganas.
¿A qué profesionales de tu ámbito seguís de cerca?
De cerca a ninguno, de lejos para que no me vean.
¿Con quién hablás sobre tu trabajo? ¿Pedís consejo o asesoramiento a alguien de confianza?
Depende del proyecto.


¿Pedís subsidios para tus proyectos?
No. Debería empezar.
¿Por qué?
Para poder hacer más cosas.
¿Por qué vivís en Buenos Aires?
No sé, traté de irme un par de veces, pero volví.
¿Hay algún viaje que marcara un antes y un después en tu trabajo?
Sí, un viaje de trabajo a República Dominicana, hacía el arte en un reality. Cuando volví todo lo que quería era hacer teatro.
¿Cuándo te das cuenta de que tenés un nuevo proyecto entre manos?
Cuando aparece la propuesta de afuera, sé que me tengo que poner a laburar. Si es un proyecto personal cobra fuerza cuando me acuesto y me levanto pensando solo en eso.
¿Sentís que tenés un sistema personal de trabajo?
Sí, claramente. Pero lo voy transformando y adaptando.
¿Qué hay en tu lista de cosas pendientes?
Decorar todas las fachadas de edificios horribles de la ciudad.
¿Tenés un panorama claro de lo que vendría siendo tu trayectoria?
Es como uno de esos ovillos de lana de muchos colores.
¿Qué es lo que más te preocupa en tu futuro?
Que no sea largo.
¿Qué hacés cuando no estás trabajando?
Estoy con la gente que quiero o trato de viajar.
¿Si no te dedicaras a esto qué estarías haciendo?
No estaría siendo.



Yamila Bêgné




Escritora
Autora entre otros de El sistema del invierno
Ediciones Outsider




¿Cómo te definís profesionalmente?
Escribo.
¿Sabés por qué te dedicás a esto?
Un día decidí que iba a trabajar de cualquier cosa siempre y cuando implicara algún acto de lenguaje escrito. Supongo que me dedico a esto porque respeté bastante (¿demasiado?) esa decisión.
¿Qué disciplinas resultaron fundamentales en tu formación?
La lectura, la ciencia, la salud, la medicina y el estructuralismo más obsesivo.
¿Qué es lo más útil que te ha enseñado tu trabajo?
Que, cuando se trata de escribir, mejor la agricultura intensiva que la extensiva.
 ¿Y lo más hermoso?
Controlar a veces implica no controlar. El orden y el desorden son casi lo mismo.
 ¿Cuáles considerás que son tus principales fuentes e influencias creativas?
Las ideas abstractas, la ciencia más dura en sus conceptos, las estructuras más férreas: me dan ganas de verificarlas y, a la vez, aflojarles los tornillos.
¿Qué es lo que más te duele a la hora de ejercer tu vocación?
Las cervicales.
¿Crees haber sacrificado algo importante para dedicarte a esto?
No, sólo horas.
¿En cuántos proyectos laburaste el año pasado?
El año pasado estuve sin laburo de los que pagan. Así que me dediqué a escribir más. Avancé mucho con varios libros que tenía sin terminar y que, este año, pude cerrar: Rousseau, un libro de relatos, El sistema del invierno, relatos que acabo de publicar por Outsider, y Unidad de ilusión, también libro de relatos, que estoy terminando ahora mismo.
¿Todos llegaron a mostrarse o estrenarse?
Por ahora sólo El sistema del invierno, que publicó Outsider. Antes de eso, en 2014, publiqué Protocolos naturales, en editorial Metalúcida.
¿Cuántos te esperan ahora?
Hay dos novelas que tengo que terminar.
¿Cuál es el proyecto al que dedicaste más tiempo hasta la fecha?
Pensado conscientemente y diagramado desde cero, Rousseau. Lo empecé en 2010 y lo terminé este año. Protocolos naturales se fue armando durante doce años, pero de un modo menos programático: el primero de sus cuentos lo escribí en 2002 y el último en 2014.
¿Cómo lo recordás? ¿Qué hubo de bueno y de malo?
En ambos casos, lo bueno es lo mismo que lo malo. El tiempo va cambiando el proyecto y va cambiando también la forma de escribirlo. Por el lado de lo lindo, el libro se va  haciendo mejor y la escritura va pasando, en mi caso, de un polo más duro a un polo más blando. Por el otro lado, eso mismo por momentos me resultaba demasiado difícil de entender: a veces yo estaba “adelante” de mi texto y otras veces el texto estaba “adelante” mío: fueron muchas las ocasiones en que no estuvimos en el mismo lugar el texto y yo. Desfasaje entre proyecto y escritura concreta: eso quiero decir.
¿Vivís de lo que amás o tenés otra actividad que ayuda a pagar las cuentas?
Para pagar las cuentas también escribo, aunque no ficción. Escribo para revistas de salud y medicina y para publicaciones culturales. También coordino encuentros de escritura y de lectura.
¿Con qué otras artes te relacionas habitualmente?
Con la música, todos los días.
¿Qué es lo más absurdo que has hecho por amor al arte?
Escribir un cuento sin verbos, un cuento sin sustantivos y un cuento sólo con verbos y sustantivos. Y encima reunirlos en un libro.
¿Hay algo que no volverías a hacer?
Eso mismo.
¿Qué estás leyendo?
Un libro de introducción a la geología y Principios de filosofía zoológica, de Etienne Geoffroy Saint-Hilaire. 
¿Qué autores recomendás siempre?
Beckett, Sebald, Katchadjian, García Lao, Carlos Ríos.
¿Qué películas volvés a ver una y otra vez?
Another earth, de Mike Cahill. Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, de Michel Gondry, Children of men, de Cuarón, The thin red line y The tree of life, de Malik. Y cada vez que hago bici fija en casa sin muchas ganas, la verdad que veo The devil wears Prada.
¿Qué artistas – de cualquier ámbito - te resultan imprescindibles?
Pulp, por las enumeraciones. Erik Satie, por la suavidad extraña. Malik, por el detalle de la naturaleza y el panteísmo. Rousseau, por ser tan raro hace tanto tiempo. Beckett, por la lógica y la emoción, todo a la vez.
¿Con quién hablás sobre tu trabajo? ¿Pedís consejo o asesoramiento a alguien de confianza?
Hablo con amigos, nos ayudamos a leernos. Hablo con mi novio: él me lee y me edita y yo lo leo y lo edito. Hablo con mis editores. Y hablo con mi mamá, que me tira la posta sobre cuestiones muy concretas y científicas de mis textos.
¿Pedís subsidios para tus proyectos? ¿A qué instituciones?
He solicitado algunas veces las becas del Fondo Nacional de las Artes pero ha sido sin suerte. Crucemos los dedos para este año. ¿En noviembre es que están los resultados?
 ¿Por qué?
Porque escribir lleva mucho tiempo y está bueno tener unos meses libres de trabajos pagos para dedicarse a escribir. Realmente creo que hace la diferencia tener todo el día para la escritura. Hay muchas cosas de escribir que pasan durante el tiempo libre.
¿Por qué vivís en Buenos Aires?
No me interesa ni vivir en otra ciudad ni en otro país. Tampoco mucho viajar, la verdad.
 ¿Hay algún viaje que marcara un antes y un después en tu trabajo?
No. Para mí es muy importante estar bastante quieta para escribir. Por eso vivo con un perrito y no con un gatito, creo: al perrito, que se llama Gregorio, ya que estamos, no lo puedo dejar más de ocho horas solo. Entonces siempre estoy cerca de casa y siempre puede estar escribiendo o pensando sobre escribir o en esa órbita de asuntos.
¿Cuándo te das cuenta de que tenés un nuevo proyecto entre manos?
Casi siempre escribo a partir de una idea sobre la forma, sobre la estructura de un texto. O a partir de ideas conceptuales. Escribo libros o textos como si escribiera monografías o tesis: tengo una especie de hipótesis de trabajo y allí vamos.
¿Sentís que tenés un sistema personal de trabajo?
Adentro de los textos mismos hay sistemas muy fuertes, que intento, porque son tan fuertes, aflojar. En la actividad de escritura hay una especie de sistema pero que no termina de ser sistema: en principio, escribir todo lo que pueda sobre un tema o en una forma, y después tirar del hilito. Intuir, más que nada. Y dar tiempo.
 ¿Qué hay en tu lista de cosas pendientes?
Terminar una novela.
 ¿Tenés un panorama claro de lo que vendría siendo tu trayectoria?
Desde adentro de la escritura, pienso que voy de más control a menos control, de más sistema a menos sistema. Pero es un trabajo difícil: es más complicado, para mí, aflojar que ajustar. Esforzarse para relajarse, ¿no?
¿Qué hacés cuando no estás trabajando?
Hago gimnasia, voy a pilates muchas veces por semana, veo películas, salgo a caminar con Grego, tomo vino con mi novio.  
¿Si no te dedicaras a esto qué estarías haciendo?
Si hubiera tenido suerte, estaría trabajando en algún observatorio astronómico.