José Antonio Lucía




Actor y dramaturgo



¿Cómo te definís profesionalmente? 

Apasionado y serio. 

¿Sabés por qué te dedicás a esto?

Es una necesidad. 

¿Qué disciplinas resultaron fundamentales en tu formación? 

El teatro en sí. 

¿Qué es lo más útil que te ha enseñado tu trabajo?

Tener paciencia y disciplina. 

¿Y lo más hermoso?

La gente y la poesía.

¿Cuáles considerás que son tus principales fuentes e influencias creativas?

La calle y las artes. 

¿Qué es lo que más te duele a la hora de ejercer tu vocación? 

La falta de compromiso con lo que uno hace. 

¿Crees haber sacrificado algo importante para dedicarte a esto? 

No.

¿En cuántos proyectos laburaste el año pasado?

Tres.

¿Todos llegaron a mostrarse o estrenarse? 

Sí. 

¿Cuántos te esperan ahora?

Dos más. 

¿Cuál es el proyecto al que dedicaste más tiempo hasta la fecha?

Alacrán o la Ceremonia.

¿Cómo lo recordás? ¿Qué hubo de bueno y de malo? 

Positivo y hermoso. Lo negativo, demasiada espera para que se materializara.

¿Con qué otras artes te relacionas habitualmente?

Casi todo me llama la atención. 

¿Qué es lo más absurdo que has hecho por amor al arte? 

Vestirme de Papa Noel.

¿Hay algo que no volverías a hacer? 

Sí, trabajar con gente que proyecta mala onda. 

¿Qué estás leyendo? 

El arte de la vida. 

¿Qué autores recomendás siempre?

Victor Hugo y Valle Inclán.

¿Qué películas volvés a ver una y otra vez? 

El Padrino.

¿Qué artistas – de cualquier ámbito - te resultan imprescindibles? 

Los honestos.

¿Qué buscás en la gente con la que elegís laburar?

Buen ambiente. 

¿Con quién hablás sobre tu trabajo? ¿Pedís consejo o asesoramiento a alguien de confianza? 

Hablo mucho con amigos que no se dediquen a eso. 

¿Pedís subsidios para tus proyectos? ¿A qué instituciones? 

No suelo pedir subsidios. 

¿Por qué vivís en Buenos Aires? 

Me gusta porque hay mucho teatro.

¿Cuándo te das cuenta de que tenés un nuevo proyecto entre manos?

Cuando una imagen no se me va de la cabeza. 

¿Sentís que tenés un sistema personal de trabajo? 

Hay un sistema personal de trabajo, pero creo que todo el mundo lo tiene.

¿Qué hay en tu lista de cosas pendientes? 

Escribir y aprender a escribir más teatro.

¿Tenés un panorama claro de lo que vendría siendo tu trayectoria?

No demasiado. 

¿Qué es lo que más te preocupa en tu futuro?

No pienso mucho en el futuro, ¿debería? 

¿Qué hacés cuando no estás trabajando?  

Yo no trabajo mucho. Me gusta lo que hago, no es trabajo. 

¿Si no te dedicaras a esto qué estarías haciendo?

¡Cualquier cosa!

Razón: el cielo



ph. Carolina Giollo



Se me ocurre también
que si un día debiera dar razones,
explicación, excusa o argumento posible
sobre esto de mi amor por la miseria urbana,
con decir Buenos Aires, sería suficiente.

Pero al rato censuro mi optimismo
porque no todo el mundo extravió su brújula
en esta dirección tan sur de sures,
no todo el mundo caminó sus cuadras
saltando las baldosas que salpican
de lluvia, cucarachas y flores aún peores.

No todo el mundo se fue a manifestar
cuando tocaba
o a celebrar la patria,
la memoria o el hecho de estar vivos
y presentes.

No todo el mundo reconoce el mapa del teatro
donde habita el prodigio que nos hace felices
o algo así,
el corredor de salas que nos une
en una fe tan ciega como todas,
en un hacer constante y desmedido
que nadie nos exige ni amortiza ni ni.

No todo el mundo ha visto la tristeza
de quien duerme  acá mismo, donde puede,
ni los niños cargados de promesas
y prejuicios ya clásicos
sobre la putavida y sus inercias pardas.

No todo el mundo sabe cómo parar de noche
un colectivo
o correr las dos cuadras que aún te faltan
para llegar a casa
porque hay algo de pronto que te asusta.

No todo el mundo entiende que acá las cosas son
de otra manera.

Ni mejor ni peor que en cualquier otra esquina
del infierno,
solo así, diferentes.
Con la forma y medida de nuestras cicatrices,
esas que ya ni vemos de olvidadas
pero duelen a ratos, de dormidas.

Se me ocurre que no,
que nadie va a entender ni a traducir
mis sobrados motivos
de empeño y certidumbre
sobre todo lo roto de este mundo.

Seré entonces discreta y mucho más precisa.

Diré que es por el cielo, por su culpa,
por todo lo que hace y cuanto logra
en los breves minutos que dura el espectáculo
de esas puestas de sol regaladísimas
donde el tiempo detiene su importancia
como si nada más. Y nada menos.

Diré entonces que sí,
que sigo porque vivo
adentro de una fábrica de cielos.


m.trigo

La lluvia en un planeta parecido al verano y el fin de cada cosa como un loop

A N. B.

Ahora que nos diluvia como si las pirañas tropicales,
el acueducto roto y el mar tirado en balde,
los truenos ya no asustan
porque el mundo es tristísimo
hace tanto
que ya ni se recuerda de otra forma.

No no nos pongamos serios, vida mía,
porque el verano azuza luna llena
de buenas intenciones y promesas,
hombreslobo hubo siempre,
qué te cuento,
e igual se bailó entonces
al son de este satélite fugaz
y las mujeres todas suspiraron
y amaron como suelen,
hasta hartarse y doler en cada hueso,
al son de matarifes y bárbaros tunantes,
sinvergüenzas tan clásicos
como cualquier vecino delincuente
que entierra en el jardín su raro sueño,
ese que a veces tiene pero olvida
cuando en medio del día la ciudad lo traiciona
y lo encadena
a algún oficio infame donde muere.
Cómo no va a matar quien tanto quiere,
quien tanto debe y puede, aunque no sepa.

No nos pongamos serios, vida mía,
porque no estamos solos en esta gran franquicia
del universo absurdo,
la prensa anuncia ahora vecinos a la vuelta
de años luz. Treintaynueve.
No sé contar tantísimo, te aviso.
La paciencia es de vaso bien chiquito
y el agua siempre es cosa de paciencia,
aunque caiga en verano
y precipite el fin y traiga maldiciones
y plagas de quién sabe qué planeta hecho mierda
bajo qué dignatarios mandamases.

No es de esto que quería consolarte.

En realidad buscaba traducción
para lo que sucede cuando tu voz inunda
como la lluvia exacta
este salón perdido de la mano de dios
y sus secuaces,
donde todo acontece enrarecido
y sin pausa ni prisa ni.

No nos pongamos serios, vida mía.
La vida es la tormenta deseada
que parte el alma en dos. Como una piedra.
Y poco y nada entiende del verano y tu paso,
de estrellas lejanísimas y planetas hermanos
donde hacer sacrificios de acá en más.

La vida, con sus lluvias, son solo seis acordes
aún no escritos.


m.trigo

All you need is less




Lo que sé del amor cabe en un verso.

Nada.

Aunque no es verso blanco,
hay ruido, nieve gris de zapping viejo,
en un televisor con dos canales
donde el mundo cumplía mis deseos.

Lo que sé del amor tiene apellidos,
fotos y muy buenos modales.
Es la receta clásica y letal
para los invitados
a una cena de idiotas
donde sangran encías
tras los brindis.

Lo que sé del amor me lo enseñó
Don Draper,
es tan solo un invento
de buenos publicistas.

Lo que sé del amor es una mierda.

Enfermedad, secuela, maldición.
Luz prendida a deshora
sobre quien solo vos,
dieta alcohólica, olvido,
sacrificio y mentira por costumbre.

Lo que sé del amor no tiene precio.

Felicidad barata, milenaria y fugaz
digna de proclamarse novedad
en un reino de sueños moribundos.
Cosa inmensa e inútil
como cualquier planeta al que no vamos.

Lo que sé del amor es un secreto
a voces.

No te convierte en nadie que no seas,
no te resuelve, absuelve o dignifica.
No compensa ni paga las facturas.
No te deja crecer. Ni adelgazar.

Lo que sé del amor es un problema.

Mío.



m.trigo

Flor Codagnone


¿Cómo te definís profesionalmente? 
Me estoy animando cada vez a decir “poeta”, si no, “escritora”. En los papeles soy “Licenciada en Periodismo”.
¿Sabés por qué te dedicás a esto? 
Sé porqué doy clínicas literarias: hay algo de mi escucha que se juega en la lectura y en la escritura. Una vez un escritor, después de que le hablara de su libro, me dijo en chiste: “Flor, dejá a tu novio y casate conmigo”. No era dejar a mi novio, pero supe que tenía que hacer algo con eso.
¿Qué disciplinas resultaron fundamentales en tu formación?
Puedo decirte que haberme cruzado en la secundaria con las clases de literatura de Javier Adúriz fue algo fundamental. Las clases de historia del arte en la universidad, también. Y, lo que ahora me está resultando sorpresivamente poetizante, son las clases de filosofía y los cruces con Darío Sztanjszrajber.
¿Qué es lo más útil que te ha enseñado tu trabajo?
A relacionarme con el otro.
¿Y lo más hermoso?
Relacionarme con el otro.
¿Qué es lo que más te duele a la hora de ejercer tu vocación?
Lo pauperizado que está todo. Cuando ejercía el periodismo era muy triste saber lo que pagaban mi trabajo. Lo desvalorizado que estaba. En la poesía pasa algo parecido, pero distinto. Muchos autores tienen que pagar las ediciones de sus libros. Y en este ámbito también no me duelen, pero me preocupan los “maestros” y los “discípulos” que los siguen ciegamente.
¿En cuántos proyectos laburaste el año pasado?
El año pasado estuvo dando vueltas un espectáculo poético y tres poemarios.
¿Todos llegaron a mostrarse o estrenarse?
Sí. El espectáculo tuvo su función con éxito. Si bien sólo uno de los poemarios se publicó, los otros dos se mostraron y trabajaron de otros modos: en escuelas y actos públicos.
¿Cuántos te esperan ahora?
No lo sé, pero hay uno, en particular, que parece estarme empujando a explorarlo aunque yo no quiera.
¿Vivís de lo que amás o tenés otra actividad que ayuda a pagar las cuentas?
En la actualidad no llego a fin de mes y estoy buscando otras actividades para poder hacerlo.
¿Con qué otras artes te relacionas habitualmente?
Filosofía, música, arte plástico, cine…
¿Qué es lo más absurdo que has hecho por amor al arte?
Lo que llamé “Gira Rodrigo Bueno de la poesía”. Sin transporte propio: dos lecturas la misma noche, una en La Plata, otra en Almagro.
¿Hay algo que no volverías a hacer?
Sí.
¿Qué películas volvés a ver una y otra vez?
Si están dando “La novicia rebelde” no puedo no verla.
¿A qué profesionales de tu ámbito seguís de cerca?
Sobre todo a los de mi generación.
¿Con quién hablás sobre tu trabajo? ¿Pedís consejo o asesoramiento a alguien de confianza?
De mis libros es raro que hable con alguien, pero de todo lo que los rodea y surge después, Salvador, mi pareja, es un buen interlocutor y mis amigas poetas, también.
¿Por qué vivís en Buenos Aires?
Por la inercia de mi nacimiento. Vivo incluso a 5 cuadras de donde nací.
¿Cuándo te das cuenta de que tenés un nuevo proyecto entre manos?
Cuando lo siento en el cuerpo.
¿Tenés un panorama claro de lo que vendría siendo tu trayectoria?
Creo que eso es algo sobre mí que tienen más claro los otros.
¿Si no te dedicaras a esto qué estarías haciendo? 
Cuando era periodista no me imaginaba haciendo otra cosa. Ahora que mi trabajo está relacionado con la poesía y la literatura no me imagino haciendo otra cosa.