#33BuenosAires




Espacio 33 abre una convocatoria interdisciplinar para creadores de teatro, música, artes plásticas y fotografía. Tomando a Buenos Aires como disparador, a lo largo del mes de febrero programarán un festival con las propuestas recibidas.

En un intento más de defender lo que nos pertenece por derecho y de seguir participando en la gestión, promoción y creación de actividades culturales, este nuevo espacio de Boedo nos invita a colaborar en la expansión del microuniverso ficcional porteño. ¿Qué es Buenos Aires sino la suma de todos sus mitos y leyendas? ¿Qué la define mejor que nuestra constante necesidad de volver a explicarla? La narramos una y otra vez con la esperanza de que contándola, algún día, la conquistemos. O quizá, simplemente, podamos reconciliarnos con ella. Y con nosotros. 

33BuenosAires busca reunir nuevas miradas. Rescatar el humor crítico que late en las calles, el dolor de las veredas rotas que rezuman esperanza a contramano. Busca posar la vista en las notas que nos dejamos en los portales, en los graffitis y carteles que dicen y desdicen, en todo lo que vuela mientras pasamos de largo. 

33BuenosAires quiere homenajear a la ciudad que hacemos posible. Una ciudad donde la música, la literatura y el teatro confabulan para recordarnos que nada está escrito y que en nuestras manos está el volver a contar y cantar nuestra versión de los hechos. 


Bases de las convocatorias

Letra para coro



Desaprender ahora, putear, 
pelearse de nuevo con lo mismo,
saber que caducamos de antemano.
Nace la idea vieja 
y es un sueño prestado y harapiento
quien nos atiende el faro. 

El infierno es un otro parecido
a este saco de huesos amansados. 
Nada puedo enseñar, pero te abrazo,
hasta el dolor te abrazo,
y en el miedo del día, 
en el terror blanquísimo 
del zigzag alevoso que preside
nuestra rara amalgama de colores al sol
como textura, hallazgo o desmemoria
de quién sabe qué dioses. 

Dedicarnos al tráfico de armas 
de creación masiva. 
Si me salvó también puede salvarte.  
Amar eso, sufrirlo. 
Hacerse cargo. 
Si me salvó también puede salvarte,
repetirlo en la noche como un mantra,
confiar en la inmensa minoría
de la trinchera abierta
donde ayer y mañana, mismo frente.  

Saber que esto es amor y contamina.
No es práctico ni útil pero siembra
y crece en las junturas, 
desespera y expande 
como ejército fiel 
de hormigas pensamiento
conquistando el imperio de otro nombre.

El mapa no es excusa ni nos mide,
no es culpable ni cierto,
contiene conveniencias infrahumanas
donde echarse a perder,
es decir, a morir.
Poco más es la tierra que una tumba. 

No debiera importarnos, presuponen,
porque estamos comprando cuanto somos,
sin darse cuenta, claro, 
que ser, estar, tener, 
no es suficiente. 

Vivir es otro verbo. Amurallado. 
Se conjuga poquísimo, pervierte 
en cualquier cosa,
todo es vida si late, tranquilizan.
Bien sabemos que no. 

No es la miel el zumbido de una abeja. 

Las costuras del sueño abandonado, 
no tiemblan en la espera. 

El tiempo, como el mapa, es un invento, 
distracción y tortura,
cuestión geopolítica,
infamia de alto rango,
estructura marcial, polivalente,
donde todo comienza a deshacerse
al ritmo que nos marcan
desde lejos. 

Si me salvó también puede salvarte, 
murmura nuestro coro en el desierto
mientras la lluvia (efecto)
resuena como aplauso clandestino
y lloramos a tiempo
como toda otra vez. 


m.trigo


Ciudades, obra paisaje



Si Buenos Aires existe fuera de nuestras cabezas, si está ahí, si figura en los mapas de ida y vuelta, es gracias a las mil y un maneras que tenemos e inventamos de contarla. Para habitarla y sobrellevar las huellas indelebles que nos dejan sus veredas rotas en el corazón. O el alma. Si el alma existe, claro. Si el corazón es algo que se marca y no solo una bomba de sangre. Está todo por verse. 

En el mientras, lo cierto es que Buenos Aires se sigue contando y cantando y muchas, muchísimas veces, son los de fuera, argentinos de otros pagos y extranjeros, los que le ponen cuerpo, voz, palabra y emoción al misterio porteño, al laberinto enreversado del que nos sentimos parte contratante pese a tanto y contra todo. La Tropa Doppler, colectivo de artistas de orígenes diversos, la eligió como fondo y trama para su proyecto Ciudades, obra paisaje, una coproducción del teatro Silencio de Negras. 

Si Buenos Aires es algo es poema. Y no solo tanguero. La Tropa Doppler teje y enreda su versión particular con materiales autorreferenciales, irreverentes, amorosos, carnales y rítmicos. Componen un poema donde imágenes y palabras ritman para que los cuerpos, de a poco, despierten de su aparente letargo. Desordenan el fondo del armario, vacían valijas, desnudan argumentos y susurran, tararean, seducen y besan. Besan justo ahí, donde más duele. También donde más alivia, donde la herida comienza a convertirse en otra cosa, a servir para algo porque se hace metáfora. 

Ciudades, obra paisaje es un collage escénico donde proyecciones, poesía, danza y música se aúnan con buen tino para elaborar un recorrido tan íntimo y personal como colectivo. Su melodía resuena como propia en varios acordes. 

El próximo lunes es la última función del año. Están a tiempo. 


Ciudades, obra paisaje

En escena: Daniela Enet / Martín Gil / Alejandra López Molina / Lucas Trouillard

Dramaturgia: Nadia Ethel Basanta Bracco
Asesoramiento coreográfico: Martín Gil
Fotografía: Agostina Tosini / Damian Liviciche

Registro Audiovisual y VJ: Agostina Tosini
Asistencia Artística: Joseph Rivero
Propuesta y Dirección: Vero Barr

Participaron del proceso creativo: Daniel Cabot / Alberto Salamanco / Sofia Garcia Vieyra / Gabriela Paolillo / Micaela Moreno / Damian Liviciche
Producción General: Tropa Doppler
Coproducción: Silencio de Negras

Lunes, 21h. 
Silencio de Negras
Luis Sáenz Peña 663

La suerte de la fea

Paula Ransenberg y Luciana Dulitzky recuperan con esta obra su poderoso tándem creativo. En 2010 nos regalaron Solo lo frágil, en aquella ocasión Dulitzky dirigía. Ahora intercambiaron roles e hicieron propio un texto de Mauricio Kartun, La suerte de la fea. El argumento rescata las orquestas de señoritas que a principios del siglo XX deleitaban al público masculino en algunos bares. Hermosas figurantas que disimulaban su ausencia de dotes musicales gracias a la presencia casi invisible, en el foso, de los verdaderos músicos que ejecutaban los instrumentos correspondientes. 

Inevitable recordar Cantando bajo la lluvia, donde con tantísimo humor y ritmo se nos introduce en los pormenores trágicos de lo que supuso la llegada del cine sonoro para los actores y actrices formados en el mudo. El cambio de paradigma desarrolló, casi inmediatamente, la necesidad del doblaje. En el texto kartuniano el doblaje es musical pero la mujer que asume semejante tarea encarna hasta las últimas consecuencias las peores circunstancias de su rol ejecutante anónima. El texto agudiza, no solo el oído, también el desafío, al plantear la idea de una absoluta simbiosis donde figuranta y ejecutante logran una nueva y poderosa alquimia sonora que, literalmente, viola toda pauta de composición conocida para generar lo que, quizá, pudiera ser una derivación perversa de aquella música celeste que los renacentistas le presuponían al universo. 

La singular protagonista relata la apoteosis de su creación conjunta: la belleza de la figuranta plasma con tanta efectividad los deseos de las miradas masculinas, que la viola destinada a acompañar sus movimientos e iluminar su pantomima, se torna incendiaria al adaptarse a su propuesta física. Una suerte de maldicón feliz que las hermana. Sol y sombra, cara y cruz de una fantasía sexual inesperada: la música orgíastica. 

El humor de un texto esculpido con la precisión que define a su autor, se ve potenciado y ritmado en la puesta gracias a una dirección actoral impecable que exprime a fondo los recursos de Luciana Dulitzky en un personaje primoroso, preciso e inolvidable. La puesta consolida la poética del texto en la reproducción mínima de un posible escenario de época que explota con ingenio una de las esquinas de la siempre inagotable sala chica de Timbre 4. La iluminación de Fernanda Balcells y la música en vivo de Federico Berthet redondean una pieza exquisita que se suma a nuestra lista de unipersonales femeninos altamente recomendados. 


La suerte de la fea

Dramaturgia: Mauricio Kartun.
Con Luciana Dulitzky.
Intérpretes: Federico Berthet.
Vestuario y diseño de escenografía: Alejandro Mateo.
Peinados: Granado.
Diseño de luces: Fernanda Balcells.
Realización de escenografia: Los Escudero.
Realización de vestuario: Lucina Tropini.
Música: Federico Berthet.
Fotografía: Alejandro Ojeda.
Diseño gráfico: Zkysky.
Asistencia de dirección: Marcelo De León.
Prensa: Marisol Cambre.
Dirección: Paula Ransenberg.

Timbre 4
Boedo 640
Domingos 17h

Teoría del amor como pieza de museo



20 de noviembre, 12h.
Única función

Reservas: Espacio 33 
Treinta y tres orientales 1119


Quizá el amor, como afirmaban en Mad men, sea una campaña publicitaria. O un prodigio. Quizá una maldición. Mientras lo averiguamos, lo sufrimos y nos entretiene. Mientras nos decidimos, lo convertimos en el fondo de las copas del brindis. Lo volvemos a contar como por vez primera. Lo desmenuzamos. En vano. No hay autopsia que lo resucite. Con el tiempo el amor se convierte en cualquier cosa: la piedra en el zapato, una foto olvidada, un pasaje de avión, un cuento a medias. Y ahí, justo ahí, cuando el amor ya no nos pertenece y dejamos de reconocernos en su práctica, comienza a ser útil, materia prima, necesaria. 

No hay ni habrá nunca una teoría que habilite o consuele la cínica torpeza con la que el diccionario lo resuelve. Nosotros, humildemente, aportamos este granito de arena a la biblioteca en llamas. 

Teoría del amor como pieza de museo quiso ser un libro de relatos pero no supo. Se convirtió en un campo de pruebas que nos permitió descubrir qué podíamos hacer juntos. El 20 de noviembre nuestro teatro se convierte en galería y nosotros en guías, poetas y actores. El amor quizá sea una excusa. 



Macarena Trigo