La mitad. por Fito Páez.*

Acá la contratapa de Página12 hoy.

Nunca Buenos Aires estuvo menos misteriosa que hoy. Nunca estuvo más lejos de ser esa ciudad deseada por todos. Hoy hecha un estropajo, convertida en una feria de globos que vende libros igual que hamburguesas, la mitad de sus habitantes vuelve a celebrar su fiesta de pequeñas conveniencias. A la mitad de los porteños le gusta tener el bolsillo lleno, a costa de qué, no importa. A la mitad de los porteños le encanta aparentar más que ser. No porque no puedan. Es que no quieren ser. Y lo que esa mitad está siendo o en lo que se está transformando, cada vez con más vehemencia desde hace unas décadas, repugna. Hablo por la aplastante mayoría macrista que se impuso con el límpido voto republicano, que hoy probablemente se esconda bajo algún disfraz progresista, como lo hicieron los que “no votaron a Menem la segunda vez”, por la vergüenza que implica saberse mezquinos.

Aquí la mitad de los porteños prefiere seguir intentando resolver el mundo desde las mesas de los bares, los taxis, atontándose cada vez más con profetas del vacío disfrazados de entretenedores familiares televisivos porque “a la gente le gusta divertirse”, asistir a cualquier evento público a cambio de aparecer en una fotografía en revistas de ¿moda?, sentirse molesto ante cualquier idea ligada a los derechos humanos, casi como si se hablara de “lo que no se puede nombrar” o pasar el día tuiteando estupideces que no le interesan a nadie. Mirar para otro lado si es necesario y afecta los intereses morales y económicos del jefe de la tribu y siempre, siempre hacer caso a lo que mandan Dios y las buenas costumbres.


Da asco la mitad de Buenos Aires. Hace tiempo que lo vengo sintiendo. Es difícil de diagnosticarse algo tan pesado. Pero por el momento no cabe otra. Dícese así: “Repulsión por la mitad de una ciudad que supo ser maravillosa con gente maravillosa”, “efecto de decepción profunda ante la necedad general de una ciudad que supo ser modelo de casa y vanguardia en el mundo entero”, “acceso de risa histérica que aniquila el humor y conduce a la sicosis”, “efecto manicomio”. Siento que el cuerpo celeste de la ciudad se retuerce en arcadas al ver a toda esta jauría de ineptos e incapaces llevar por sus calles una corona de oro, que hoy les corresponde por el voto popular pero que no está hecha a su medida.

No quiero eufemismos.


Buenos Aires quiere un gobierno de derechas. Pero de derechas con paperas. Simplones escondiéndose detrás de la máscara siniestra de las fuerzas ocultas inmanentes de la Argentina, que no van a entregar tan fácilmente lo que siempre tuvieron: las riendas del dolor, la ignorancia y la hipocresía de este país. Gente con ideas para pocos. Gente egoísta. Gente sin swing. Eso es lo que la mitad de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires quiere para sí misma.

* Vecino de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-172084-2011-07-12.html

¿Una inmensa minoría?

Vistos los primeros resultados electorales sobre el Gobierno de la Ciudad, es inevitable preguntarse cuántos menos seremos de lo que creíamos. Construímos nuestra realidad engarzando fragmentos mínimos de lo que nos rodea, apostamos porque se parece mucho a lo que vemos cada día, a los rostros, trabajos y opiniones que tenemos más a mano, pero una vez más pareciera que cae de madura nuestra ingenuidad. Tenemos una segunda oportunidad. Cualquier inspiración es poca. Todo gesto suma. Que esto sea un SOS más.

Recibimos este rotativo por email.

Actores, autores, directores y productores de la comunidad teatral porteña, ante la emergencia de un balotaje electoral en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y frente la posibilidad nada remota de que se extienda por cuatro años más el mandato del ingeniero Mauricio Macri, expresamos nuestro apoyo en la segunda vuelta a la fórmula que propone al licenciado Daniel Filmus como Jefe de Gobierno. Asimismo, repudiamos la gestiones en salud, cultura, educación, vivienda y derechos humanos de la actual administración, que durante cuatro años ha propiciado la discriminación, el miedo al prójimo, el estigma al diferente y sumido en las ruinas a nuestras escuelas, hospitales y espacios culturales. Convocamos a la comunidad teatral a sortear diferencias partidarias y a unirnos en pos de una recomposición de la dignidad cultural, educativa y de salud, en contra de este modelo saqueador.

Los talentos.

Cuando leíamos notas sobre el argumento de esta obra no dejábamos de preguntarnos cuál sería el secreto. Apostábamos por el humor como una de sus claves. No nos equivocamos. Se ríe mucho con esos jóvenes actores que logran exprimir el texto bajo una meticulosa dirección atenta a los tempos, silencios, miradas, emociones encontradas, bloqueos y ridículos.


Estamos en una noche de sábado en Buenos Aires. Una noche de sábado igual a tantas otras, sometida a los rituales de la amistad, a la inseguridad disimulada bajo grandes certezas, al torpe azar sobre el que creemos decidir rotundamente. La falta de plata, de belleza, de confianza en uno mismo, se disimula con el humor, el intelecto, la ironía, la complicidad que nos une desde un pasado remoto asentado en interminables horas donde inventaron mundos. La realidad y las mujeres están afuera, al otro lado de la puerta, en ese mundo-boliche en el que no se encaja, donde todo es absurdo y desmedido, donde el ritual es otro, distinto, impracticable.

Son amigos y compiten. Son amigos y se conocen. Creen conocerse. Las alianzas se montan y desmontan fácilmente con cada nueva frase que confirma o refuta sus creencias. No reconocen su soledad porque se sienten amparados por otros como ellos, artistas mayúsculos de siglos pasados a los que vislumbran desde lejos, desde una pedantería ridícula que los fortalece porque los distingue. Creen conocer la importancia del no mostrar, de no tomarse en serio. Ninguno habla de "obra", de "creación". No. Apenas son cosas que hacen, que han hecho desde siempre, algo que quizá podría interesar a otros, insiste el tercero en discordia. Y los otros se ríen. Se ríen de sí mismos, del tiempo dedicado a sus juegos, del nulo valor que tienen las cosas que los ayudaron a crecer, que eligieron sin darse cuenta, que los trajeron hasta esta noche de sábado que es una más pero que les obligará a enfrentar la realidad con la llegada de, no podría ser de otra manera, una chica, la hermana de uno, la conocida a la que se miraba desde lejos por ser "hermana de", que ahora regresa tras dos años en París convertida en una rareza, en alguien que los mirará pero no lo reconocerá, no podrá ver a los futuros hombres que quieren ser escondidos tras sus camisas gastadas, sus gestos torpes y sus juegos de palabras.

Aquellos que vieron la película El hombre de al lado, quizá experimentaron por momentos ese grueso e incómodo reconocimiento de uno mismo en con lo peor de estos personajes. Hay algo de esos chicos que todos fuimos o seguimos siendo. Algo de esa incapacidad para enfrentar al mundo, de ese tremendismo negador que se burla cruelmente de los otros pero también de uno y sus secretas aspiraciones. No somos el centro de nada, pero noches como esa nos ayudaron a seguir, a creer que quizá algún día la vida nos daría la razón, que nuestra estrategia de supervivencia sería por fin entendendida y recompensada.

Esas noches de sábado aún nos llegan y nos hacen reír y nos duelen lo mismo.

Excelente trabajo de síntesis, una gran dirección y unas muy buenas actuaciones a la altura de un texto impecable, como todos los que cuentan con Agustín Mendilaharzu en sus alrededores.




Los Talentos.
Idea: Agustín Mendilaharzu.
Dramaturgia y dirección: Walter Jakob, Agustín Mendilaharzu
Con: Julián Larquier Tellarini, Carolina Martín Ferro, Pablo Sigal, Julián Tello.
Escenografía e iluminación: Magali Acha.
Fotografía: Soledad Rodríguez.
Diseño gráfico: Paula Erre, Andrés Mendilaharzu.
Asistencia de dirección: Agustín Godoy.
Producción ejecutiva: Carolina Martin Ferro.


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