Exportando talento



El Festival Temporada Alta de Girona (España) de este año recibe a Los talentos, la obra firmada por Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu que tantos hemos disfrutado de este lado del charco.

Animamos a todos los que ronden Girona o Vitoria el primer fin de semana de octubre a que no se la pierdan.

Humor, creatividad, ingenio, grandes interpretaciones y mucho, mucho talento. De lo mejorcito del off porteño. Recomendadísima.

5 DE OCTUBRE. 21H. SALA LA PLANETA. GIRONA.
6 DE OCTUBRE. TEATRO PRINCIPAL DE VITORIA.
http://www.temporada-alta.net/es/programacion/31-los-talentos.html

La magia de hacer "OFF"

Muy rara la elección de este circuito cuando ya desde el nombre contradice. Uno va y hace "OFF" (no linda VOZ EN OFF by Llinás, por ejemplo, que ojalá y ojalá), si no teatro OFF. Esto que es un circuito al margen de un recorte al borde de algún mapa incandescente. En el centro las luces del comercial con brillos y las muy grandes cruces del tesoro oficial.

El OFF es otra cosa. No aparece en las guías pero existe. Pese a que se presente como cosa "apagada". ¿Nunca nos dimos cuenta? ¿Por qué no hacemos "ON"? ¿O incluso "IN"? Ya puestos...

Ya sé, se ve venir. Que un teatro del ON sería diferente. Algo medio alemán que funcionase bien y a la primera. Y un teatro del IN sería un "all inclusive" de corrección política aplicada. Mejor ni lo pensemos.

Uno va y hace OFF (y se recuerda ahora la peli extraordinaria, Amanece que no es poco, donde el pueblito entero hacía FLASHBACK muy competentemente), y tratamos de estar a las alturas de "LA MAGIA DEL OFF".

¿Qué carajo sería el OFF DEL OFF? Mirá que es conocido y no se acota. Lo transitamos todos. La carne le responde de otra forma. Hay menos luz, seguro. Menos de casi todo. Pero crecen ideas como el verde en los parques escoceses. Por todos lados, oye.

En el OFF "nos mojamos". Nos llueve más seguido. Será eso. Se estrena con más lluvia. Dicen que nos trae suerte. Aunque implique que no venga ni dios por cosas de los autos que no reman aún, o suponga que hay que subir, bajar, la incierta utilería y esos poquitos muebles de algún lugar extraño que unos llaman depósito y otros apenas "cuarto".

Un galpón, una puerta. Donde como en las cámaras de las maravillas del s.XVII, uno encuentra de todo lo visto y lo por ver. Cachivaches absurdos que sólo ahí metidos, "arrejuntados" todos, poseen un sentido en este mundo. Teléfonos cortados para siempre, paneles de colores, gomaespuma, kilómetros de alambre y cables sueltos, zapatillas, botellas, sombreros imposibles, la rueda de una bici, un maniquí pintado de morado, zapatos sin pareja, toneladas de polvo, cajas llenas de restos de un naufragio, una valija hermosa que llegó de quién sabe, cabezas de muñeca, un inodoro, ese marco de cuadro, algo que en otro tiempo quizá fue una peluca, la mitad de una silla, un estante que nadie recuerda haber traído, un embudo, caballos de madera, un extintor vacío, un espejo que siempre sobrevive, la caja de herramientas donde nunca se encuentra un buen martillo y así, y así, y así.

En cualquier otra parte, un montón de basura. Acá, sostienen mundos y nos hacen posibles y felices.

El OFF no es sistemático. Suponemos. Se improvisa y se falla casi constantemente. Se aprende. O eso dicen. Nadie lo tiene claro. Y está bien que así sea. Nunca nada es por siempre. Y acá menos que nunca. Las obras son brevísimas y duran lo que duran los amigos de los amigos de tus amigos. Esa exacta medida. Y se arman lindos brindis celebrando que no falló la música y que vinieron quince. Felices con muy poco de este lado del OFF.

Algo nos parecemos. Pero no recordamos demasiado. Cuesta reconocerse cada vez que te cruzas en esa misma sala con esa misma gente. Que serán como vos. Material OFF, infectados del virus del contar las historias sólo a través de actores, como si sólo así nos entendieran, como si sólo así.

El OFF no es clandestino. Tampoco la pavada. Hace rato que estamos adentro del adentro. Por mucho que en el mapa no nos pinten. Igual de vez en cuando reaparece la idea de ser un "antitodo" y que importe una goma. Pero es sólo una idea que la noche de insomnio te regala, mientras pensás en cómo pagar el alquiler.

El OFF es pluriempleo y polirubro. Y no factura nadie, nadie cobra. Está fatal la cosa. Pero nunca se sufre el desempleo. Es un mundo al revés que ni la Walsh soñó.

El OFF no es una empresa. Ni una suerte o castigo. A veces lo elegís, otras te toca, otras tantas volvés, como el que se regresa después de mucho tiempo en otras tentaciones. Tiene su camiseta. Ya la vieron. Diseños diferentes, nacional, importada. De todos los colores. Y la cosa es lucirla. Suele favorecer, hay que decirlo.

¿El OFF independiente? Es una redundancia.

El OFF conoce límites pero se los olvida. Es bastante mandado y a veces imprudente. Un poco cara rota y un algo exagerado. Pero logra entendernos y explicarnos mejor que muchos años de terapia.

Y habrá cien mil motivos para cansarse un día.

Y otros cien mil motivos para no hacerlo hoy.

"Y acá, señora Faruchi, ríe y llora a la vez".


Esa genial y delirante marcación asumida por costumbre en los libretos teatrales, sintetiza a la perfección el delirante desafío que supone la construcción de un personaje para el escenario. De ella se sirve Zorzoli para provocarnos una de las muchas y sinceras carcajadas con las que nos mantiene alertas, no sólo como testigos, también como protagonistas, extras anónimos en un ensayo más, uno de los muchos que se realizan en la jornada laboral de ese teatro estatalizado cuyos entresijos nos muestra Estado de ira.

Tres años en cartel. Premios y reconocimientos sobradamente merecidos. Un público conquistado que aplaude a rabiar cuando ese ensayo infernal concluye, compartiendo algo del agotamiento físico y mental de esos personajes a los que hemos acompañado durante todo un día. ¿Realmente pasó sólo una hora y media? No. Llegamos con ellos, les vimos arrancar su jornada, compartimos cada hora, la búsqueda de soluciones improvisadas, sus problemas cotidianos, les vimos presentarse, pelear, almorzar, llorar, criticarse, repetir una y mil veces un gesto, otra frase, recordar, entender...

Imposible que eso haya sido una hora y media. Los tan muy locos tiempos del teatro.

Estado de ira es un gran homenaje al oficio teatral y a todo lo que le rodea. Quizá por eso nos cuesta elegir qué comentar. Son muchas las cuestiones que nos interesan y emocionan de esta propuesta, muchas las preguntas que aparecen: ¿dónde comienza un arte a ser empleo de ocho horas? ¿Qué tiene eso de malo y qué de bueno? ¿El arte subvencionado por el estado, es estatal? ¿El teatro oficial es un muerto al que siguen paseando? ¿Y en qué consiste exactamente el trabajo de un actor? Perdón, ¿ser actor es un trabajo? ¿Un actor es un artista? ¿Y un artista qué carajo es? ¿Y quién le paga el alquiler? ¿Cuántas cosas que no vemos construyen la totalidad de un espectáculo?

Cualquier obra que te llena la cabeza de preguntas para las que difícilmente encontrarás respuesta unívoca es un regalo. Estado de ira, es un regalo que todos deberíamos hacernos.

El humor con que nos muestra muchos de los tópicos sobre la actuación se nutre de una cuidadosa selección de detalles que hace que cualquiera que conozca de refilón el absurdo paréntesis que constituye el tiempo de un ensayo y todo lo que en él sucede, se sienta retratado y pueda reírse de sí mismo y de este rubro extraño que nunca terminamos de entender, que tanto amamos y odiamos, riendo y llorando a la vez sin que nada ni nadie nos consuele.

Un elenco impecable bajo la exquisita dirección de un Zorzoli que nunca nos defrauda. Una de esas raras veces en las que la excelencia de todos los elementos se aúnan con generosidad para hacernos felices. Muy poco puede añadirse a tres años de funciones. Salvo el sincero deseo de que tengan otros tantos por delante.


Estado de ira

Texto y dirección: Ciro Zorzoli.
Actúan: Pablo Castronovo, Héctor Díaz, Marina Fantini, Valeria Lois, Vanesa Maja, Cecilia Meijide, Dalila Romero, Diego Rosental, Maria Ines Sancerni, Gabriel Urbani, Diego Velázquez.
Vestuario y escenografía: Oria Puppo.
Iluminación: Eli Sirlin.
Fotografía: Ernesto Donegana.
Asistencia artística: Gabriel Baigorria.
Asistente de producción: Mariela Finkelstein.
Prensa: Walter Duche, Alejandro Zárate.
Coordinación de producción: Romina Chepe.
Coordinación técnica: Oria Puppo.

Coordinación escénica: Gabriel Baigorria.

Lunes 21hs
Teatro Metropolitan
Av. Corrientes 1343

Domingo en Roger Wolfe

Las autoridades literarias advierten: ser perjudica seriamente la salud.

Hay algunos - por increíble que parezca a estas alturas -
que todavía se convierten en borrachos
por influencia de los poetas simbolistas.

Otros - de alguna manera igualmente increíble -
acaban chutándose heroína
por momias como William Burroughs
contaban con pelos y señales que lo hacían.

Por motivos parecidos
tú negaste siempre la felicidad,
que como ya se sabe
es un asunto muy mal visto
entre las mentes pensantes de todo este tinglado.

Hasta que la felicidad te cayó encima
como un plato de sopa
que alguien te hubiera volcado en el regazo.

¿Qué demonios era esto?

No estaba programado.
Era un contratiempo nuevo;
era de auténtica verguenza.

Como, de niños, mojar la cama
o hacérselo en los calzoncillos.
Menudo bochorno.

¿Quién te iba a sacar de ésta?

Pero la felicidad insistió en agitarse dentro de ti;
te recorría de arriba abajo
como un flujo de savia electrizada.

Y se te ocurrieron ideas muy extrañas:
abandonarlo todo,
salir corriendo dando saltos de alegría,
tirar la casa por la ventana
y lanzarte en plancha a la vida.

La hostia fue de órdago.

Los hijoputas habían vaciado la piscina.

**

El arte en la era del consumo

La edad de la ansiedad:
el tiempo de los nervios rotos.

Caminamos hacia el fin
como comediantes por una cuerda floja
que se deshilacha por momentos.

Debajo de nosotros,
el patio interior
de un centro comercial.

Contemple el espectáculo
mientras compra.

**  

El protocolo del rubor  

Ya habrá tiempo para el juego
de estudias o trabajas, cómo tú
por aquí, qué tal tu hermano,
tu padre, tu perro, dónde vives,
qué te gusta, viste esa película
- pues a mí me sorprendió -, si prefieres
la comida china o la italiana,
el whisky en vaso bajo, eres abstemia,
practicas la gimnasia rítmica, la Ouija,
o si has estado o no en Londres o París.

Ya habrá tiempo de mi amor, mi vida,
tiempo para el calor y la ternura,
el dulce recogimiento postcoital,
el cigarrillo de tu marca favorita,
una copa de vino o un café
con leche, confidencias
susurradas al oído
en la penumbra de la habitación.

Ya habrá tiempo para el asco,
la desidia, los gritos, las palabras
malsonantes, platos rotos,
lágrimas, consuelos, encuentros,
desencuentros, misivas de odio
o de rencor, si es que así es la vida
nos lo exige y esto no se queda
en las cenizas de una noche que se quema
aquí y ahora, entre los fuegos
fatuos de una estúpida comedia programada
por dictamen de un descerebrado dios.

Porque tú sabes y yo sé que nunca
hay tiempo. Así que calla. Y mírame.
Y alza esa copa entre sonrisas y balbuce:

"Por qué no me follas, de una vez".

**

Días sin pan, ed. Renacimiento, 2007.

Segundas veces

Pocas veces nos permitimos el lujo de volver a ver una obra de la que disfrutamos. Por temor a aburrirnos con lo conocido o a que no se repita el encanto. Es una pena. Nos perdemos la posibilidad de experimentar en carne propia las infinitas variables que encierra cada función. La obra como universo en expansión, como ecosistema que se nutre de todo lo que cambia.

Un actor no repite. Renueva sus impulsos para volver a interpretar la partitura donde le dieron voz, cuerpo, espacio y tiempo. Esa partitura en la que existe como otro durante poco más de una hora.

Las obras se construyen con una estructura y un ritmo concreto. Necesitan esa contención formal. El ritmo resulta crucial. Saber si estuvieron lentos o se aceleraron. Qué implicó esa alteración, porqué pasó. Los actores poseen un mapa lleno de marcas que deben  recorrer pero gozan de la infinita libertad que supone el volver a elegir cada vez, cómo avanzar, cómo llegar a cada transición, cada frase, cada escena.

Resulta fascinante cuando podemos observar con detenimiento cómo los actores eligen, se sorprenden, juegan, piensan en escena. La contención o el desborde. La inteligencia y el riesgo. La necesidad de redoblar una apuesta con uno mismo cuando pareciera que hoy, por lo que fuera, esto no está funcionando.

Son lecciones complejas y sutiles del oficio. Cualquiera que se haya visto involucrado en el largo proceso creativo de sacar una obra adelante, las reconocerá como una parte fundamental de su crecimiento personal. Se aprende mucho viendo mal teatro, pero no nos privemos del privilegio que supone aprender de los mejores. Una buena obra, vista dos veces, con el interés del que no va al teatro sólo a entrenerse, si no a que le suceda algo, nos mejorará como profesionales porque estaremos entrenando la sutileza, la escucha y la observación.

Tuvimos la suerte de ver ayer, por segunda vez, Viejo, solo y puto.

Háganse un favor: vayan a verla.



Viejo, solo y puto.
ESPACIO CALLEJÓN
Sábados 22hs.

Humahuaca 3759.



Dirección: Sergio Boris.
Actúan: Patricio Aramburu, Marcelo Ferrari, Darío Guersenzvaig, Federico Liss, David Rubinstein.

Vestuario y escenografía: Gabriela A. Fernández.
Iluminación: Matías Sendón.
Diseño sonoro: Fernando Tur.
Fotografía y gráfica: Brenda Bianco.
Asistencia artística: Adrián Silver.
Asesoramiento de maquillaje: Gabry Romero.
Asistencia de escenografía y vestuario: Estefanía Bonessa.

Asistencia de dirección: Jorge Eiro.
Prensa: Daniel Franco, Paula Sminkin.
Producción: Jorge Eiro, David Rubinstein.