De botones y vos

"¡Ellos están llenos de botones!"
Molly Bloom.


Despierto en muy domingo.
Y aunque sigo en capilla
y se ve que ladrando
sin morderte ni un poco,
me permito escribir
como si esto sirviera
para cambiar el mundo
o a nosotros.

Después de todo nada
nos pesa demasiado,
no hay de que arrepentirse
y es hasta divertido
este tener diez años
nuevamente
y ponerse nerviosa
sólo porque hay camisas
con botones chiquitos
que no rompo.

Después de todo nada
que pase queda
y esto terminará
cuando menos lo espere
como siempre sucede
con las puestas de sol
o el torpe calendario
cansado del deshoje.

Y aunque sigo en capilla
después de todo qué.
Habrá que despertarse
tan domingo cualquiera
y salir allá afuera
a tropezar un mundo
que no nos necesita
ni nos quiere
tan igualito a vos.

Repleto de botones
y silencios.

m.trigo

"Ese" Joyce


Enfrentarse a un puñado de páginas cuyo valor dentro del paisaje de la literatura universal es inamovible, acercarse a una forma sobre la que hay miles de estudios teóricos para darle vida a su contenido prestándole voz y cuerpo al personaje femenino que habita en esas frases, es un desafío al alcance de muy pocos. Baliero y Banegas lo logran con creces en Molly Bloom.

¿Quién no ha fantaseado alguna vez con dar voz a Molly Bloom? ¿Qué mujer que haya llegado a esas páginas del Ulises no las ha releído una y otra vez atrapada por esa oleada de verdades, su humor y ese pulso arrebatado en el que inevitablemente se reconoce el propio latido? ¿Cuántas veces se habrá leído en voz alta ese hilo de pensamiento tejido por un Joyce cuyas carcajadas quedaron resonando para siempre en el limbo de las glorias literarias?

Pero una cosa es leer en voz alta esas páginas en el curso de una clase o en uno de tantos congresos complacientes donde los expertos se adormecen con sus sabidurías respectivas, y otra muy distinta, es hacer que esa voz se convierta en una persona durante cincuenta minutos. Eso es lo que consigue Cristina Banegas en la puesta que se presenta en el C.C.C.

No hay grandes artificios en la escena. Apenas los elementos imprescindibles para generar un marco agradable y simbólico a lo que, aparentemente, será una lectura. Blanco, rojo y negro. Un atril, luz, un único efecto de sonido y una actriz descalza. Es todo. Y cualquiera que haya visto Molly Bloom sabe que en esta enumeración la actriz descalza es lo único importante. Porque la actriz se enfrenta a "ese" Joyce.

Banegas exprime cada frase. Cuerpo y voz se aúnan trascendiendo la experiencia de la lectura para convertirla en algo memorable. La actriz disfruta con cada salto en el vacío de Molly y nos arrastra en ese torrente de imágenes logrando que el paso del tiempo, ese desvelo poblado de recuerdos, deseos y rutinas, transcurra ante nuestros ojos. No enumeramos la suma de elementos que nutren su trabajo porque se trata ni más ni menos que de una síntesis genial de talento actoral, es decir, años de profesión generosamente entregados a la idea para lograr el mejor de los resultados posibles.

Da vértigo imaginar las infintas opciones que fueron descartadas a lo largo del proceso creativo de esta puesta. La posibilidad de trabajar este texto en escena engolosinaría a cualquiera. De ahí que haya que celebrar la inteligencia de la dirección de Baliero al dejar que el protagonismo siga descansando en el texto. "Ese" Joyce no necesita nada más. Y Molly no puede estar más feliz.
Molly Bloom

Texto: James Joyce.
Dirección: Carmen Baliero.
Adaptación: Ana Alvarado, Cristina Banegas, Laura Fryd.
Traducción: Cristina Banegas, Laura Fryd.


Con: Cristina Banegas.

Diseño de luces: Matías Sendón.
Diseño sonoro: Facundo Gómez.
Realización escenográfica: Sol Soto.
Realización de vestuario: Marta Klopman.
Fotografía: Andrés Barragan.
Diseño gráfico: Ian Kornfeld.
Apuntadores: Tanya Barbieri.
Asistencia de dirección: Francisca Ure.
Prensa: María Laura Lucini Monti, María Sureda.
Producción: Ana Jelin.
Dirección de arte: Juan José Cambre.


CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACIÓN
Corrientes 1543.
De viernes a domingo, 20. 30hs.

Pragmatismo romántico

Dividimos el mundo en infinitas categorías para sentirnos más seguros, para generar certezas que nos permitan incluirnos en alguna. La edad de oro, segunda obra de la dupla Jakob y Mendilaharzu, nos sirve unas cuantas en bandeja para que, entre carcajada y puntadita de angustia, experimentemos nuestra catarsis junto a sus personajes. Unos personajes que nos conquistan con su torpeza y su pasión desmedida hacia un arte. Si los chicos de Los talentos se amparaban en la literatura para justificar sus días, ahora es la música y el virus del coleccionismo de vinilos lo que infecta las vidas de Víctor, Horacio y Jaime.

Entonces, posibles divisiones del mundo conocido.

Melómanos o no.

El músico elegido para encarnar la pasión es Peter Hammill. Horacio no puede tenerlo más claro: El mundo se divide entre los que comulgan con su estilo y los que no pueden asumirlo. Y obviamente, el noventa y nueve con nueve por ciento de esos entendidos son hombres. Puesto que es su fervor por la música lo que les permite u obliga a relacionarse con el mundo, el amor apenas es una extensión de ese universo musical, así que la mujer perfecta, por lógica, será la que encarne esa posibilidad del uno por ciento. Deben amar a Hammill primero para que ellos puedan considerar el quererlas. Así entra en escena Guillermina. No sólo es mujer, es jovencísima, y recién iniciada con éxito en ese doble culto: el vinilo y Peter Hammill.

Coleccionistas o no.

Todo el que colecccionó alguna vez recuerda la poderosa ansiedad que se apodera de uno al perseguir el objeto deseado. Puedes pasar por el martirio del álbum de figuritas durante un tiempo y curarte. O no. Puedes convertirte en coleccionista y saber que el resto de tus días estará ligado a esa imperiosa búsqueda que te asaltará donde menos lo esperes, en la peor de las circunstancias posibles. Jakob y Mendilaharzu crearon a los personajes que encarnan esos tres estados: Horacio, que supo ser coleccionista, Víctor, que lo sigue siendo pero se ve obligado a vender sus piezas como quien entrega partes de su vida, - "¡Confundís valor con precio!", le espetan con el humor tan preciso que identifica a estos dramaturgos - y Jaime, quien comienza a padecer el placer como necesidad cifrando en cada nueva adquisición de un disco su dosis de felicidad.

Prágmaticos y románticos o "modelo americano y resto del mundo".

Sin duda, esta es la categorización ante la que el público no puede evitar posicionarse. La división más tajante. La que late en el pulso de los personajes y sostiene el vaivén del argumento en una pulseada tragicómica. No hay decisión menor a la hora de formar parte de un grupo u otro. El público lo sabe y teme la llegada de ese momento, el acontecimiento que les hará cambiar sin percartarse.

"Ya te vas a dar cuenta de que todas estas cosas no importan nada", le asegura Horacio al joven Jaime, desde ese horizonte de experiencia limitada que sólo el paso del tiempo define volviéndonos un poco cínicos para que nada duela demasiado.

Con o sin manual.

Y he aquí la categorización que más carcajadas de comprensión arranca en la platea, porque todos sabemos que el mundo se divide entre los que leen, entienden y respetan los manuales de instrucciones y los que los contemplan desde lejos confiando en su intuición para enfrentarse a los procesos.

Hay que recordar que La edad de Oro nació como parte del Proyecto Manual del Rojas, es decir, que debemos su nacimiento a un desafío temático que Jakob y Mendilaharzu convirtieron en un elemento dramático que adquiere un sinfín de connotaciones simbólicas. Es un brillante y feliz ejemplo de cómo la imposición de un tema no implica necesariamente el uso y abuso de los tópicos, si no que exige encontrar una conexión íntima, es decir, original, para abordarlo con éxito.

Lujos añadidos: el destacable trabajo del elenco y la banda sonora.
 
Cita para los viernes.
 
Nota de Spregelburd relacionada: http://www.revistaotraparte.com/n%c2%ba-25-verano-2011-2012/las-tragedias-optimistas
 
La edad de oro

Texto y dirección: Walter Jakob, Agustín Mendilaharzu.
Con: Alberto Ajaka, Denise Groesman, Ezequiel Rodríguez, Pablo Sigal.
Escenografía: Magali Acha.
Iluminación: Adrian Grimozzi, Eduardo Pérez Winter.
Ilustrador: Ignacio Masllorens.
Diseño gráfico: Andrés Mendilaharzu.
Asistencia de dirección: Gabriel Zayat.
Productor asociado: Roberto Malkassian.

Teatro El extranjero
Valentín Gómez 3378
Viernes, 23.30hs.
www.elextranjero.com

Imperdible



¿Ya vieron Los Talentos? Muy bien.

Vuelvan a verla.

¿Aún no? ¿Y a qué diablos esperan?

De la dupla genial Jakob y Mendilaharzu, otra obra recomendadísima que ya están tardando en agendar.

LA EDAD DE ORO
Dramaturgia y dirección: Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu.
Actúan: Ezequiel Rodríguez, Pablo Sigal, Alberto Ajaka y Denise Groesman.
Escenografía: Magalí Acha.
Iluminación: Adrián Grimozzi y Eduardo Pérez Winter.
Ilustraciones: Ignacio Masllorens.
Diseño gráfico: Lady "R" y Andrés Mendilaharzu.
Asistencia de dirección: Gabriel Zayat.

Viernes a las 23.30hs.
TEATRO EL EXTRANJERO
VALENTIN GOMEZ 3378
RESERVAS: 4862-7400