Alejandra Szir

Suecia es un poemario de la argentina Alejandra Szir. Lo encontré casualmente y sólo sé de la autora lo que pone en la tapa: que es del 71, que ganó algunos premios literarios y que reside en Delft, Holanda, y trabaja en la biblioteca de un pueblo vecino.

Es un trabajo íntimo que se nutre de referencias sobre la existencia cotidiana en un país lejano bajo una lengua extraña que trata de adquirirse, donde de golpe, llega la nostalgia por lo dejado atrás pero también comienzan a sentirse las eficacias del tiempo en la distancia y todo lo que implica.

Es un texto vital, por momentos lúdico, honesto, interesante y emotivo, por el que desarrollé una fuerte empatía y al que vuelvo cada tanto.

Éstas son algunas de sus instantáneas.

Unas palabras quietas
tanto que ya no lastiman
ni expresan
nada de nada
mis palabras y las tuyas
el teléfono
el domingo
simplemente existe
la distancia
y todo es tan previsible
no quiero perderte
ni quiero perder mi vida
pero no puedo llevar
las dos cosas a su fin.
Allá, muchas voces suaves
acá mis propias palabras
muy quietas
y alguien, el resto
no existe
ni pelea por estar
yo quería contarte todo eso
pero nos reímos un poco
y el mundial continúa
yo estoy segura de mí misma
pero me faltan
esas voces suaves
que eran tantas.

**

Si las golondrinas vuelan altas
pronostican buen tiempo
y si están bajas
va a llover.
Ahora llueve
¿qué hace esa golondrina
volando alto?
Llueve y no me cabe la menor duda
pero ese pájaro
me desafía
ridículo.

**

Schopenhauer

Todo quiere existir.
Estar es querer.
Lentamente me desprendo
hipnotizada por el dolor
el impulso descripto
en las palabras.

**

Alejandra Szir, Suecia, Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 2006.

A modo de poética práctica


No sé si hacer
o más bien deshacer.
Si hacerlo mal
o hacerlo bien

Hacer por hacer
sólo pa'deshacer
sólo por deshacer.

Nunca hacer por hacer.

Miguel Bosé, estribillo de Hacer por hacer.

Razonamientos de un testarudo. Satie (II)

Me llamo Eric Satie, como todo el mundo.

Lo que me gustaría es que todos los franceses, nacidos en territorio francés, de padres franceses o que lo parezcan, tuvieran derecho a un puesto de cartero en París.

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Denme un poeta y haré dos músicos, uno cancionista y otro acompañante de piano. En seguida, el cancionista montará un cabaret de los de Montmartre. Unos años más tarde, el pianista morirá alcohólico y el cancionista será príncipe, duque u otra cosa mejor todavía.

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Algunos artistas quieren ser enterrados vivos.

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El pasado sirve para armarse con fuerza.
El futuro es la lucha en lo desconocido vislumbrado.
Aprended a ver a lo lejos, a lo lejísimos.

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Revista La danza del ratón, nº 19, julio 2001. p. 25.