Milongas Extremas






Cómo escribir sobre un concierto, “un toque” como dicen ellos. Cómo bajar a esta pantallita de luz, a este código básico de ceros y unos donde nos empeñamos en volcar nuestra emoción, recuerdos, teorías y desmanes, algo de eso que sucede cuando la música opera allá adentro y nuestro frágil ecosistema recibe, por fin, una instancia de belleza contundente y necesaria. 

Milongas Extremas es una banda uruguaya con once años de trayectoria, continuidad y  hermanamiento. Cualquiera que haya disfrutado de ellos en vivo percibirá esa instancia de una comunicación privilegiada y fluida entre ellos. El entendimiento es absoluto y sus presentaciones organizan un progresivo in crescendo sobre esa particularidad. La intro con la que saludan ya constata su integración molecular y advierte de la magia que vendrá. El repertorio incluye temas propios, pero también de pares queridos como Alfredo Zitarrosa y versiones exquisitas de Extremoduro, grupo de rock español que funcionó como uno de los primeros aglutinantes en sus comienzos, con quienes mantienen uno de esos vínculos gestados en la admiración, el trabajo y el amor correspondido. Roberto Iniesta salva toda distancia y es una compañía omnipresente en sus shows. Nos atrevemos a decir que Milongas Extremas, reinterpreta a Extremoduro trascendiendo los principios del cover, si es que existe tal cosa. El sonido rioplatense se funde con el flamenco y la guitarra criolla adquiere una consistencia y una polifonía que supera toda expectativa. Sus voces, por supuesto, también son una parte fundamental de esa conversión. Hay una actualización vital difícil de explicar por escrito. Hay que poner oído y prestarles el cuerpo, dejar que sucedan.

Al mencionado hermanamiento que los caracteriza, hay que sumar el destacado protagonismo que adquieren sus instrumentos. La guitarra criolla como elección es un desafío, una poética profundamente explorada que determina su sonido. La intensidad, la precisión y los ritmos que combinan nos hacen olvidar que son “solo” cuatro hombres con guitarras, pero entonces, casi como si quieran evitar que eso suceda, aparecen los temas donde sus guitarras conversan, dialogan entre sí, se buscan, interrogan y responden. En esos temas los músicos ocupan el rol de un prodigioso titiritero y prácticamente desaparecen mientras los instrumentos adquieren un protagonismo deslumbrante. 

Lejos de un virtuosismo solemne esos momentos resultan profundamente vitales y conmovedores. Dejan ver a los niños que hubo y hay tras los músicos y ahí están, jugando con todo lo que tienen. Mención aparte para la aparición inesperada del saxo de Pablo “Paio” Piñeyro, que se incorpora orgánicamente en un ida y vuelta libérrimo y generoso.

El 2020 traerá el nuevo y esperado disco del grupo, grabado el año pasado en Bilbao con la producción de Iñaki Antón, guitarrista de Extremoduro. Sirvan estas líneas para agradecer la perseverancia poética del grupo - Francisco Stareczek (guitarra y voz), Pablo “Paio” Piñeyro (guitarra y voz), Matías Rodríguez (guitarra y voz) y Santiago Martínez Pintos (guitarra y voz). 

Pueden empezar a amarlos ya mismo. Acá.