Prueba y error

No creo que sea posible expresar en palabras la fascinación que implica el proceso de ensayo de una obra. Cito a Ure, uno de los pocos lúcidos amantes del fenómeno que logró plasmar por escrito algo sobre el tema: "lo que para cualquier persona sería una madeja de delirios fragmentados que caprichosamente quieren enredarse con la realidad, para un actor es la materia prima de su trabajo, la estrofa que rellenará burdamente pero que luego mostrará sus formas con autonomía", afirma en Sacate la careta. 

Únicamente los que experimentan el disfrute del ensayo entenderán que no hay exageración al afirmar que muchas veces ese placer supera con creces el de las funciones. Por supuesto, llegar a hacer funciones es el objetivo pero cuánto queda en el camino, cuánto material único e irrecuperable, cuántos hallazgos personales, intraducibles, cuántos momentos de pánico absoluto superados por la terquedad amorosa del grupo de trabajo. La obra, el resultado sintético que exponemos al mundo, es apenas un recorte azaroso de todo eso. Podríamos pasarnos la vida ensayando o asistiendo a ensayos ajenos. Ese gran privilegio no se practica tanto como debiera. Cuanto más y mejor aprenderíamos si observáramos seguido el extenuante proceso de ensayos de quienes admiramos. No sólo accederíamos a la fertilidad de esas potencias, también asimilaríamos en el cuerpo, en la batalla, que la sencillez es una de las más arduas conquistas y que cada nuevo riesgo que se toma en el escenario no es el resultado de un azar caprichoso o un talento malcriado, sino la suma de infinitas causalidades que hicieron que ese director (y no otro), esos actores (y no otros) se hayan encontrado (aquí y ahora) para unirse en el delirante objetivo de contarnos una historia que a ellos (y en principio solo a ellos) les importa tanto como su propia vida. Pongan todas las comillas que quieran si las necesitan. Yo prefiero tragarme esa píldora enterita y confiar en que el orden de esos factores sí altera el producto. 

En estas y otras muchas cosas estoy pensando desde la noche del jueves. Asistí ese día a una función especial de Prueba y error, la nueva obra de Juan Pablo Gómez y la compañía Un Hueco (Patricio Aramburu, Nahuel Cano y Alejandro Hener), a quienes se suman en esta ocasión Anabella Bacigalupo y una jovencísima Luna Etchegaray que dará mucho que hablar. Tras y con ellos, un gran equipo de asistentes y técnicos. 

¿Por qué fue una función especial? Porque asistimos a la primera conjunción de todos los elementos de la obra. Y era mucho, muchísimo, lo que se probaba. La gran sala de Timbre 4 - familiarmente conocida como México para distinguirla de su hermana pequeña sobre la avenida Boedo - se convirtió durante hora y media en un voraz laboratorio escénico, una suerte de clase magistral donde todos los entresijos del teatro se desplegaron para guiar nuestra percepción en un constante ir y venir entre el fondo y la forma. Algo así como: "pasen, pasen y vean, tenemos esto para contarles pero no se lo vamos a contar nosotros, se lo van a contar ellos, nuestros personajes pero atención, para que el relato avance, ustedes van a tener que seguirnos, jugar, construir, elegir. Decidan dónde mirar. Ahora. Y ahora. Y ahora. ¿Eligieron? ¿Pudieron? Sepan que mientras miraban por allá, el mago hizo que algo cambiara de lugar. Sucedió lo imposible en el espacio y en el tiempo". Algo así.

Todo, y en ese todo hay mucho, parecía a punto de convertirse en otra cosa en cualquier momento. 

Personajes capaces de hacernos reír se tornan patéticos en un instante y al siguiente resultan peligrosos. Somos bombas de tiempo y es difícil saber quién o qué nos detonará. No seamos ingenuos. El amor no alcanza. Ni los hijos. Ni la vocación. O quizá sí. Quizá hoy sí y con eso sea suficiente. 

Prueba y error no habla de nada de esto. Lo muestra. Lo revela. Disecciona los elementos compositivos del arte escénico ofreciendo un repertorio tan amplio de posibles análisis que esperamos que se convierta en uno de esos trabajos que el boca en boca recomiende con generosidad y alegría. Compartimos la primera función de una obra a la que iremos muchas veces porque apenas comenzamos a verla. 

No nos gusta resumir argumentos. Garantizamos que su dramaturgia está llena de aciertos, humor y lucidez. Entre los agradecimientos del programa están los nombres de Mauricio Kartun, Walter Jakob y Matías Feldman entre otros. (Dios los cría...) La dirección y el trabajo actoral merecen capítulo aparte. Será para la próxima. Lo que agradecemos hoy, una vez más, es ser testigos de que el escenario debe ser, sobre todo, un campo de juego. Quien sabe divertirse habilita una creatividad que nos desafía exigiéndonos mucho más de lo que somos capaces de concebir, recordándonos que todo puede reinventarse. Eso en mi casa se llama inspirar al prójimo y es muy difícil. 

Gracias. 
Volveremos por más. 

Prueba y error

Actúan: Patricio Aramburu, Anabella Bacigalupo, Nahuel Cano, Luna Etchegaray, Alejandro Hener.
Participación: Verónica Pellaccini.
Vestuario: Paola Delgado.
Diseño de espacio: Cartonero Gondry.
Diseño de luces: Matías Sendón.
Realización escenográfica: Leonardo Ruzzante.
Realización De Herrería: Ernesto Sotera.
Música original: Santiago Torricelli.
Casting y diseño gráfico: María Laura Berch.
Asistencia general: Manon Lila Cotte, Gastón Exequiel Sánchez.
Asistencia de dirección: Anabella Bacigalupo, Jennifer Permuy
Producción: Cartonero Gondry, Paloma Lipovetzky.
Colaboración artística: Lucía Di Salvo.
Colaboración coreográfica: Celia Argüello Rena.
Coaching actoral: Marcela Padvalskis.
Dramaturgia y dirección: Juan Pablo Gómez.


Timbre 4
México 3554
Jueves 21h