Leticia Martín

Escritora. 
Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Docente. 

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¿Cómo te definís profesionalmente?
Redactora.
¿Qué disciplinas resultaron fundamentales en tu formación?
Soy de las personas que van uniendo puntos en la vida y creen que todo es por algo y para algo. Defecto profesional de los que trabajamos con el sentido. Me recibí de Licenciada en Ciencias de la Comunicación y Redactora publicitaria, pero mi vocación es la escritura. Muchas veces desprecié mi trabajo de redactora por considerarlo superficial y extremadamente pragmático, sin embargo esa experiencia colaboró en que desarrollara cierta síntesis a la hora de escribir a la vez que desplegó mi pensamiento en imágenes. También estudié teatro, dramaturgia, periodismo, hice talleres de escritura, fotografía y filosofía. Soy una especie de piedra inacabada que le encontró el gusto a la autoformación y que goza en ese estado.
¿Qué es lo más útil que te ha enseñado tu trabajo?
Que hay que hablar menos y escribir más.
¿Y lo más hermoso?
Que con las mismas palabras se pueden decir cosas distintas.
¿Cuáles considerás que son tus principales fuentes e influencias?
“La influencia es simplemente, una transferencia de personalidad”, escribió alguna vez Harold Bloom, intentando explicar esa angustia que los escritores sentimos al descubrirnos replicados, siempre, en los escritores precedentes. Todo está inventado. Todo ya fue visto, dicho y oído. Sólo podemos recrear, intentando despegarnos de ese fondo del que venimos, en la búsqueda de la novedad. Esa tarea es angustiante y demoledora. Más adelante, en el mismo texto al que hacía referencia, Bloom cita a Kierkegaard. “Cuando dos seres se enamoran y empiezan a sentir que están hechos uno para el otro, ya es tiempo de que se separen, puesto que si siguen juntos tienen todo que perder y nada que ganar”. La imagen de esa “transferencia amorosa total” resulta contundente para pensar las influencias. En otro momento yo hubiera respondido nombrando autores, tecnologías, lecturas que hago a diario, prácticas que ejerzo y contactos que mantengo. Sin embargo últimamente estoy centrada en ese cierre sobre uno mismo y en la búsqueda de lo propio que necesita del impulso de corte y la sepultura de lo precedente. No quiero nombrar a nadie. Mis autores insignia se nombran a sí mismos en lo que escribo y brotan por mis poros aunque quiera esconderlos para apropiármelos sin que se note.
¿Qué es lo que más te duele a la hora de ejercer tu escritura?
En cierta entrevista, Jean Cocteau respondió que: “sin resistencia no se puede hacer nada”. Yo diría que lo que más me duele son mis propias incapacidades. Sin embargo en ese mismo lugar del límite habita mi deseo de superación. Los límites marcaron para bien y para mal mi existencia.
¿Creés haber sacrificado algo importante para dedicarte a esto?
La idea de sacrificio me lleva a pensar directamente en la cuaresma, al ayuno y la abstinencia. En suspender un placer en pos de algo “superior”. No creo en el sacrificio como motor de nada. Pero a la vez esa idea vive en algún mosaico irremovible de mi inconsciente. Pese a todo, prefiero hablar de disciplina. La disciplina me permite ordenar el trabajo y relegar la pereza, la comodidad y la modorra; estados que pudren cualquier objeto de deseo.
¿Qué proyectos te esperan en 2015?
Terminar de escribir una novela.
¿Cuál es el proyecto al que dedicaste más tiempo hasta la fecha?
Intento disciplinarme en el ejercicio de reunir toda mi energía en pocas cosas, pero mi espíritu libre y curioso se disgrega en sus miles de formas y posibilidades cada vez que puede. En 2014 le dediqué mucho tiempo al trabajo de lectura y escritura que desarrollamos con un grupo de narradoras y poetas y que nos llevó a juntaros asiduamente y trabajar muchas horas en la puesta en escena de ese trabajo.
¿Vivís de lo que amás o tenés otra actividad que ayuda a pagar las cuentas?
Digamos que podría vivir de lo que amo.
¿Con qué otras artes te relacionas habitualmente?
Suelo estar cerca de las artes dramáticas. Me atrae más el teatro de la palabra que el despliegue físico de los cuerpos y las danzas. Disfruto mucho visitar museos y escuchar voces femeninas, bandas de chicas, guitarristas, bateras, bajistas. La mujer es lo mejor que le pasó al rock.
¿Qué es lo más absurdo que has hecho por amor al arte?
Trabajar gratis.
¿Hay algo que no volverías a hacer?
Verle la cara al hijo de re mil putas de Enrique Federman.
¿Qué estás leyendo?
La amargura metódica, de Christian Ferrer, Las redes invisibles, de Sebastián Robles, Desplazamientos, de Mario Levrero. Sí, todos a la vez, yendo y viniendo.
¿Qué películas volvés a ver una y otra vez?
No soy nada cinéfila. Sin embargo hace poco me compré Blade Runner. Me gusta Los puentes de Madison y todo objeto simbólico en el que participe Clint Eastwood. También banco a Hitchcock, su capacidad de tejer tramas sin soltar la intriga. FAV a La sogaLa ventana indiscreta e Intriga internacional. Soy fun de aquella serie televisiva que él mismo presentaba. “Alfred Hitchcock Presents”.  Siempre me gustó esa capacidad de adaptación al medio del viejo.
¿Qué artistas te resultan imprescindibles?
El arte es prescindible. Necesario y vital, pero prescindible. Me copa lo que hizo Claudio Tolcachir en Timbre4. Un polo creativo. Un lugar donde mucha gente disfruta y trabaja, mientras hace lo que elige. Creo que Claudio es un gran ejemplo para nuestra generación.
¿Qué buscás en la gente con la que elegís laburar?
Que se tomen muy en serio lo que hacen. Con humor, pero muy en serio.
¿A qué profesionales de tu ámbito seguís de cerca?
Leo y respeto a Nicolás Mavrakis y Juan Terranova con quienes, además, comparto el espacio de un proyecto educativo: elcec.com.ar 
¿Con quién hablás sobre tu trabajo? ¿Pedís consejo a alguien?
Paula Puebla es un lindo espejo y una gran confidente.
¿Pedís subsidios para tus proyectos?
No.
¿Por qué?
Cuando lo hice me fue mal. Sin padrinos ese camino no tiene salida.
¿Por qué vivís en Buenos Aires?
Porque desde que caí en Puán para cursar el CBC de mi carrera, allá por los años 90, le tomé el gusto a las grandes diferencias de que gozan los demócratas que viven de este lado de la General Paz, además de dejarme encandilar por las luces y marquesinas de la avenida Corrientes. 
¿Hay algún viaje que marcara un antes y un después en tu trabajo?
En 2009 la Universidad de San Salvador de Cali me invitó a unas jornadas que fueron la excusa para que conociera buena parte de esa Ciudad y otras muy cercanas. A la vuelta de ese viaje comencé a escribir mi primera novela.
¿Cuándo te das cuenta de que tenés un nuevo proyecto entre manos?
Cuando me enamoro de lo que estoy haciendo y nada logra anteponerse entre ese deseo y yo.
¿Tenés un sistema personal de trabajo?
No sé si un sistema. Sí tengo un ritmo. Unos horarios de trabajo que respeto como si fuera el turno del analista. Ese ritmo, además de repetirse, logra ser continuo y estable. En esa disciplina, a veces, aún a cuesta de mí misma y avanzando en ese esquema que parece rutinario y mecánico, conecto con algo que es como un salto, un grito, una vibración de otro orden (como diría Levrero).
¿Qué hay en tu lista de cosas pendientes?

Me preocupa muy poco lo que viene. No es por robarle a Marguerite Duras, o a Clarice Lispector -que por otro lado no sería novedoso- pero mi deseo es ahora, ya. Mi pendiente es dentro de un minuto.
¿Tenés un panorama claro de lo que vendría siendo tu trayectoria?

Me la chupa esa palabra. La pondría junto a “sacrificio” bien adentro del culo de un mandril.
¿Qué es lo que más te preocupa en tu futuro?

El deseo. Perderlo. Olvidarlo. Confundirlo. Que se opaque.
¿Qué hacés cuando no estás trabajando?  

Pienso. La máquina de pensar se detiene muy pocas veces.
¿Si no te dedicaras a esto qué estarías haciendo?

No me imagino muy lejos de acá.