Nos rodea la niebla. Una muy literal, helada, castellana, muy del Valladolid en el que estamos, y otra más extrañada, variable, transitoria, que va como por dentro, empaña el pensamiento y las distancias, a veces los relojes. No sabemos decir ni la hora ni el día en el que estamos. Y a ratos, giramos la cabeza teniendo la impresión de que vamos a vernos a lo lejos doblando aquella esquina. Un yo con menos años, que se movía en grupo, reía a carcajadas y hasta cantaba a veces por la calle, ajeno a otras miradas e imposibles. Un "nosotros" que nunca imaginó llegar a este tan frío mes de enero y sentirse extranjero, transitorio e incierto.
La lección de la niebla acaso sea esta: el mundo desdibuja fácilmente y nosotros en él, apenas vaho.
La lección de la niebla acaso sea esta: el mundo desdibuja fácilmente y nosotros en él, apenas vaho.