Si difícil resulta explicar qué hace el teatro con/por nosotros como público, más extraño y ambiguo es tratar de traducir qué hace el teatro, qué implica, cuáles son sus insólitas, desmedidas, azarosas e inesperadas consecuencias para sus intérpretes. Seguro encontraremos mucho lugar común y frase hecha resumiendo lo inefable del prodigio pero "la verdad verdadera" difícilmente saldrá a relucir. El escenario es ese campo de batalla donde nos enfrentamos con nosotros mismos. El público, con suerte, llega después y aplaude la masacre.
Cuando de actores cinematográficos se trata, aún se entorpece más la divagación. Su inmaterialidad los dota de poderes, valores y emociones con los que difícilmente alguien en su sano juicio puede identificarse. Todos tenemos nuestra lista infinita de amores de pantalla. Mi debilidad por intérpretes de la primera mitad del ya casi lejano siglo veinte, convierte a los de ahora en trampantojos, hologramas fugaces, parecidos y, en ocasiones, hermafroditas. (Son modas pasajeras, presupongo, pero ya tengo edad para quejarme). Cuando pienso en actrices amadas, Liv Ullmann aparece con un libro, el de su biografía, Senderos, texto sobre el que Bárbara Molinari articula el desarrollo de su obra tomando referencias y anécdotas a las que Susana Pampín presta cuerpo y voz durante una hora.
No alcanza con tan torpe síntesis para desarrollar el sutil mecanismo que, una y otra vez, se abre y cierra ante nuestros ojos: una mujer que se nos presenta como actriz dispuesta a ser, por un rato, otra actriz con la que comparte, quizá, más de lo que ella sospecha. Susana Pampín, en un espectacular y generoso despliegue de sus dotes interpretativas, nos deja intuir las infinitas posibilidades que pueden atisbarse desde esa puerta abierta que es el escenario.
"Una actriz en un escenario, una vez más", es su primera frase. Y así resume todo. Porque Actriz no es una obra sobre Ullmann, o sí, pero no solo. Tampoco es una obra sobre Pampín haciendo de Ullmann, por mucho que compartan. Actriz es un sincero homenaje a la entraña del oficio, a los misterios que conlleva una vocación tan pública como intimidante, tan honesta como artificial, un trabajo que se ejerce mejor cuanto más desaparece el intérprete, es decir, su ego.
Actriz es una obra gremial y femenina. La actuación es el tema sobre el que se posan tres miradas de mujer: Ullmann, Molinari y Pampín, unidas a través del tiempo para gestar esta pieza mínima que brilla no solo en su excelencia interpretativa, sino en la profundidad de sus múltiples sentidos. No es una actriz la que habla en el texto, son tres - Molinari también es intérprete - y hablan por muchas sin pretender hablar por todas. Su conjunción nos deja ver la inmensa humanidad que demanda el oficio, su exigencia de amante despiadado. Ullmann crece, se convierte en Ullmann, junto a Bergman. Cuántas veces una de esas duplas milagrosas y absurdas, ese tipo de existencias ajenísimas y enajenadas dotan de sentido nuestra insignificancia. De eso también trata la obra, sí, pero no solo. Los temas se encadenan como si fuera fácil: el padre ausente, la vocación, los maestros, la dirección, Bergman como hombre y como mito, Ullmann como actriz, como madre, como mujer... Y Nora, la de Ibsen, como leitmotiv de una vida en escena, rol fundador con el que identificarse cuando el mundo se desbarata. Es Ullmann quien se identifica en el texto, sí, pero no solo.
Actriz es una ceremonia íntima, un brindis por el teatro en general, el intérprete en particular y por la vida que nos llena de cicatrices para hacernos más reales, posibles o, quizá, simplemente, un poco mejores en escena.
"Una de las cosas que más me gusta de mi profesión, y que encuentro muy saludable, es que uno tiene que romperse en mil pedazos constantemente", escribió Ullmann para que Molinari hiciera que Pampín nos lo lea.
Actriz
Actúa: Susana Pampín
Vestuario: Gaby Gonzalez.
Iluminación: Fernanda Balcells.
Operación de luces: Lucas García.
Fotografía: Sebastián Arpesella.
Producción: Ana Laura Urso.
Texto y dirección: Bárbara Molinari.
Espacio Polonia
Fitz Roy 1477
Jueves 21h.
Cuando de actores cinematográficos se trata, aún se entorpece más la divagación. Su inmaterialidad los dota de poderes, valores y emociones con los que difícilmente alguien en su sano juicio puede identificarse. Todos tenemos nuestra lista infinita de amores de pantalla. Mi debilidad por intérpretes de la primera mitad del ya casi lejano siglo veinte, convierte a los de ahora en trampantojos, hologramas fugaces, parecidos y, en ocasiones, hermafroditas. (Son modas pasajeras, presupongo, pero ya tengo edad para quejarme). Cuando pienso en actrices amadas, Liv Ullmann aparece con un libro, el de su biografía, Senderos, texto sobre el que Bárbara Molinari articula el desarrollo de su obra tomando referencias y anécdotas a las que Susana Pampín presta cuerpo y voz durante una hora.
No alcanza con tan torpe síntesis para desarrollar el sutil mecanismo que, una y otra vez, se abre y cierra ante nuestros ojos: una mujer que se nos presenta como actriz dispuesta a ser, por un rato, otra actriz con la que comparte, quizá, más de lo que ella sospecha. Susana Pampín, en un espectacular y generoso despliegue de sus dotes interpretativas, nos deja intuir las infinitas posibilidades que pueden atisbarse desde esa puerta abierta que es el escenario.
"Una actriz en un escenario, una vez más", es su primera frase. Y así resume todo. Porque Actriz no es una obra sobre Ullmann, o sí, pero no solo. Tampoco es una obra sobre Pampín haciendo de Ullmann, por mucho que compartan. Actriz es un sincero homenaje a la entraña del oficio, a los misterios que conlleva una vocación tan pública como intimidante, tan honesta como artificial, un trabajo que se ejerce mejor cuanto más desaparece el intérprete, es decir, su ego.
Actriz es una obra gremial y femenina. La actuación es el tema sobre el que se posan tres miradas de mujer: Ullmann, Molinari y Pampín, unidas a través del tiempo para gestar esta pieza mínima que brilla no solo en su excelencia interpretativa, sino en la profundidad de sus múltiples sentidos. No es una actriz la que habla en el texto, son tres - Molinari también es intérprete - y hablan por muchas sin pretender hablar por todas. Su conjunción nos deja ver la inmensa humanidad que demanda el oficio, su exigencia de amante despiadado. Ullmann crece, se convierte en Ullmann, junto a Bergman. Cuántas veces una de esas duplas milagrosas y absurdas, ese tipo de existencias ajenísimas y enajenadas dotan de sentido nuestra insignificancia. De eso también trata la obra, sí, pero no solo. Los temas se encadenan como si fuera fácil: el padre ausente, la vocación, los maestros, la dirección, Bergman como hombre y como mito, Ullmann como actriz, como madre, como mujer... Y Nora, la de Ibsen, como leitmotiv de una vida en escena, rol fundador con el que identificarse cuando el mundo se desbarata. Es Ullmann quien se identifica en el texto, sí, pero no solo.
Actriz es una ceremonia íntima, un brindis por el teatro en general, el intérprete en particular y por la vida que nos llena de cicatrices para hacernos más reales, posibles o, quizá, simplemente, un poco mejores en escena.
"Una de las cosas que más me gusta de mi profesión, y que encuentro muy saludable, es que uno tiene que romperse en mil pedazos constantemente", escribió Ullmann para que Molinari hiciera que Pampín nos lo lea.
Actriz
Actúa: Susana Pampín
Vestuario: Gaby Gonzalez.
Iluminación: Fernanda Balcells.
Operación de luces: Lucas García.
Fotografía: Sebastián Arpesella.
Producción: Ana Laura Urso.
Texto y dirección: Bárbara Molinari.
Espacio Polonia
Fitz Roy 1477
Jueves 21h.