Pragmatismo romántico

Dividimos el mundo en infinitas categorías para sentirnos más seguros, para generar certezas que nos permitan incluirnos en alguna. La edad de oro, segunda obra de la dupla Jakob y Mendilaharzu, nos sirve unas cuantas en bandeja para que, entre carcajada y puntadita de angustia, experimentemos nuestra catarsis junto a sus personajes. Unos personajes que nos conquistan con su torpeza y su pasión desmedida hacia un arte. Si los chicos de Los talentos se amparaban en la literatura para justificar sus días, ahora es la música y el virus del coleccionismo de vinilos lo que infecta las vidas de Víctor, Horacio y Jaime.

Entonces, posibles divisiones del mundo conocido.

Melómanos o no.

El músico elegido para encarnar la pasión es Peter Hammill. Horacio no puede tenerlo más claro: El mundo se divide entre los que comulgan con su estilo y los que no pueden asumirlo. Y obviamente, el noventa y nueve con nueve por ciento de esos entendidos son hombres. Puesto que es su fervor por la música lo que les permite u obliga a relacionarse con el mundo, el amor apenas es una extensión de ese universo musical, así que la mujer perfecta, por lógica, será la que encarne esa posibilidad del uno por ciento. Deben amar a Hammill primero para que ellos puedan considerar el quererlas. Así entra en escena Guillermina. No sólo es mujer, es jovencísima, y recién iniciada con éxito en ese doble culto: el vinilo y Peter Hammill.

Coleccionistas o no.

Todo el que colecccionó alguna vez recuerda la poderosa ansiedad que se apodera de uno al perseguir el objeto deseado. Puedes pasar por el martirio del álbum de figuritas durante un tiempo y curarte. O no. Puedes convertirte en coleccionista y saber que el resto de tus días estará ligado a esa imperiosa búsqueda que te asaltará donde menos lo esperes, en la peor de las circunstancias posibles. Jakob y Mendilaharzu crearon a los personajes que encarnan esos tres estados: Horacio, que supo ser coleccionista, Víctor, que lo sigue siendo pero se ve obligado a vender sus piezas como quien entrega partes de su vida, - "¡Confundís valor con precio!", le espetan con el humor tan preciso que identifica a estos dramaturgos - y Jaime, quien comienza a padecer el placer como necesidad cifrando en cada nueva adquisición de un disco su dosis de felicidad.

Prágmaticos y románticos o "modelo americano y resto del mundo".

Sin duda, esta es la categorización ante la que el público no puede evitar posicionarse. La división más tajante. La que late en el pulso de los personajes y sostiene el vaivén del argumento en una pulseada tragicómica. No hay decisión menor a la hora de formar parte de un grupo u otro. El público lo sabe y teme la llegada de ese momento, el acontecimiento que les hará cambiar sin percartarse.

"Ya te vas a dar cuenta de que todas estas cosas no importan nada", le asegura Horacio al joven Jaime, desde ese horizonte de experiencia limitada que sólo el paso del tiempo define volviéndonos un poco cínicos para que nada duela demasiado.

Con o sin manual.

Y he aquí la categorización que más carcajadas de comprensión arranca en la platea, porque todos sabemos que el mundo se divide entre los que leen, entienden y respetan los manuales de instrucciones y los que los contemplan desde lejos confiando en su intuición para enfrentarse a los procesos.

Hay que recordar que La edad de Oro nació como parte del Proyecto Manual del Rojas, es decir, que debemos su nacimiento a un desafío temático que Jakob y Mendilaharzu convirtieron en un elemento dramático que adquiere un sinfín de connotaciones simbólicas. Es un brillante y feliz ejemplo de cómo la imposición de un tema no implica necesariamente el uso y abuso de los tópicos, si no que exige encontrar una conexión íntima, es decir, original, para abordarlo con éxito.

Lujos añadidos: el destacable trabajo del elenco y la banda sonora.
 
Cita para los viernes.
 
Nota de Spregelburd relacionada: http://www.revistaotraparte.com/n%c2%ba-25-verano-2011-2012/las-tragedias-optimistas
 
La edad de oro

Texto y dirección: Walter Jakob, Agustín Mendilaharzu.
Con: Alberto Ajaka, Denise Groesman, Ezequiel Rodríguez, Pablo Sigal.
Escenografía: Magali Acha.
Iluminación: Adrian Grimozzi, Eduardo Pérez Winter.
Ilustrador: Ignacio Masllorens.
Diseño gráfico: Andrés Mendilaharzu.
Asistencia de dirección: Gabriel Zayat.
Productor asociado: Roberto Malkassian.

Teatro El extranjero
Valentín Gómez 3378
Viernes, 23.30hs.
www.elextranjero.com