El estudiante. Los compromisos.

"Creo que al final no ganar fue lo mejor que nos podía pasar", afirmaba Santiago Mitre en una nota para Radar (*), a propósito del hecho de que El estudiante no hubiera ganado en su momento el premio del INCAA que les hubiera permitido realizar el guión en mejores condiciones (económicas). A dos meses del estreno en el Malba y en la Sala Lugones del San Martín, habiendo pasado ya por un ciclo en el Cosmos, todos los que tuvimos la oportunidad de verla, seguramente compartamos la opinión del director.
El estudiante no es sólo una de las mejores películas argentinas del año, es una lección más de cómo querer es poder cuando el deseo sostiene la creatividad. Hay que hacerse cargo de las muchas, muchas horas de material filmado en la Facultad de Sociales, que hicieron falta para componer ese collage donde se nos presenta un mundo, otro más, dentro del nuestro. Lo que queda, las horas de metraje, hablan de por sí de lo mucho y bueno que quedó en el camino. Se nos muestra un sector concretísmo del ecosistema universitario: la juventud militante, la política actual, las luchas internas por un poder que algunos, desde fuera, - los desapegados, los ingenuos, los "nomeimporta" -, considerarán irrelevante. Cómo si algún poder, por mínimo que sea, pudiera ser irrelevante.

Entonces. El estudiante como una lección de múltiples compromisos. El de sus creadores Mitre y Llinás (una vez más, Mariano Llinás haciéndonos felices) con la idea original y la necesidad de llevarla a cabo con los recursos disponibles. El compromiso técnico y artístico de todos los involucrados que no cobraron lo que deberían pero supieron participar de algo que merecía la pena. Y el compromiso alcanzado con un público que no dejó de agotar las entradas, se permitió aplaudir al final de las proyecciones y la recomienda para que se le siga la pista de una sala alternativa a otra. Y así, en apenas dos meses, nace una película de culto.

La lección del estudiante sigue. En un año donde la política nacional e internacional ha sabido acosarnos sin tregua, donde tanto se ha hablado de indignados, revoluciones, generaciones perdidas, de un sistema agotado sobre el que no se ofrecen alternativas... Acá tienen, señores, una película que habla de todo eso y mucho más, mostrando que el sistema de producción importa pero no define, recordando que la creatividad se fortalece con las limitaciones, y dialogando con la Historia. Con el pasado, con las generaciones que construyeron todo este tinglado que no dejamos de apuntalar para que no se venga abajo, y con el presente, con un cotidiano que, sí, es porteño por los cuatro costados, pero hace eco en muchos lugares, en muchos países - o debiera hacerlo, al menos -.

El estudiante, entonces, como una lección importante para todos: nada está perdido. Aún son muchos los interesados en decir y hacer lo que desean sin esperar la forma o el momento ideal para ello.

Y a todos los que critican el final... Logremos alguna una hazaña semejante y luego vemos lo del pelo en la sopa, ¿sí?

(*)Ver nota de Mariano Kairuz: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-7289-2011-08-28.html