Instrucciones para blindar un corazón

Entre mis argumentos para la desesperanza
estás tú,
el disturbio sangriento, los debates
de Naciones Unidas
y los puntos de sutura en las muñecas.

A tu lado
la luna es ácida como un limón partido
y el sol el punto último
de una frase de desilusión.

Mira,
si quiera si las conversaciones se hubieran diluido
entre cafés o aburrimientos o besos
o la máquina exacta de los meses
te moliera las dudas...
pero las dudas son esa piedrecita o más bien un diamante,
porque la máquina acábo destrozada,
y en el suelo revueltos
el granizo, el cadáver, el sur.

Han pasado los años
y he aprendido a vivir con tu recuerdo
como un viejo sudor
que no puede limpiarme el dorso de la mano.

**  

Yo. Sagitario.
nieto de antiguos centauros
que creían la noche una pantera tuerta
y a su único ojo lo llamaron luna,
tan tiernos,
que morían de tristeza las tardes de niebla,
tan tiernos que sus úlceras,
se las causa un hilo
y sabían los secretos para tallar el agua,
tan tiernos,
que al salir del mar
sus huellas en la arena
tenían la forma de sus corazones.

Yo. tengo un glaciar de lágrimas heladas
desde hace muchos siglos.
porque quise amar más, de otra manera,
porque amar ha sido hacer sufrir a tantos
que el amor es un cáncer
con forma de paloma.
y en mis labios un beso como un barco
con la quilla en mis dientes
fue luego un esqueleto mordido por las olas.
ese amor nos dio el dios.

yo que borré las huellas dactilares de mi manos
para hacer más suaves las caricias
hoy las tengo desolladas de adioses.

eso nos dio:
la sed por otro cuerpo,
el estruendo de todas las ausencias,
para que nos amáramos.
hoy no quiero morirme
como tanta otra vez.

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Jose María Parreño.

Instrucciones para blindar un corazón, ed. Tansonville, Valladolid, 2009. (1981)