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Esta es nuestra entrada número seiscientos. No sabemos bien cómo hemos llegado acá pero vamos a darnos el lujo de celebrarlo como corresponde porque, después de todo, es un número redondo que suma y algo dice.

Y puede, por ejemplo, traducirse así:

Tres años y medio de lecturas, películas, botellas de vino, poemas, trenes, recomendaciones, despedidas, clases, emails, Radares de domingo, cenas, cabreos, ríos de café, (re)encuentros, pinturas, viajes, frustraciones, lunes lluviosos, canciones, insomnios, azares, videoclips, espera en aeropuertos, larguísimas charlas, invitaciones, sorpresas, deseos, miles de horas en librerías, amores imposibles, excusas, trabajo, muchos y generosos otros otros, talentos compartidos y, cómo no, obras de teatro.

Hay que decir que el origen de este blog estuvo íntimamente ligado a nuestra apasionada relación con el teatro. Como toda pasión que se precie, el vínculo llega a ser tan tortuoso a veces, que poder escribir sobre ello terminó siendo nuestra manera de sobrellevarlo. Algo que nos calienta tanto, en el mejor y en el peor de los sentidos, bien se merece nuestra atención amorosa. Y sí, vivimos peleando, por supuesto, pero también es cierto que las satisfacciones son desmedidas. Y entonces no hay palabras que alcancen para describirlo.

Humildemente, hemos escrito en este tiempo sobre muchas obras que nos movieron el piso. Obras que nos dieron una lección, una paliza, una alegría, una sorpresa y, en ocasiones, hasta un motivo para seguir adelante y volver a apostar fuerte por esto o aquello.

El año pasado fue particularmente generoso en ese sentido. Fueron muchas las obras que nos obligaron a escribir. Agradecemos a todas, a las muchas personas que hay tras cada una, esa oportunidad de reflexión, ese desafío.

Pero no sólo de teatro vive el hombre. O, mejor dicho, nuestro entendimiento del teatro apunta y aspira a un ideal donde todas las artes están presentes. Por eso también nos damos el lujo de recomendar escritores, escribir poemas y compartir canciones ajenas que componen la banda sonora de nuestros días.

Seiscientos momentos como éste.
Seiscientos intentos de detener el mundo para explicar quién sabe.
Seiscientos granos de arena.

Gracias a todos los que se asoman por acá y leen y comparten y se dejan recomendar.

Gracias muy especiales a Dalmiro Zantleifer, Nadia Marchione, Paloma Lipovetzky, Francisca Ure, Claudio Tolcachir, Santiago Loza, Walter Jakob, Agustín Mendilaharzu, Nacho Masllorens, María Kusmuk, Rodrigo Fresán y Silvia Pascual, fuentes de inspiración constante que forman parte indiscutible de nuestra breve existencia.


m.trigo