"Y acá, señora Faruchi, ríe y llora a la vez".


Esa genial y delirante marcación asumida por costumbre en los libretos teatrales, sintetiza a la perfección el delirante desafío que supone la construcción de un personaje para el escenario. De ella se sirve Zorzoli para provocarnos una de las muchas y sinceras carcajadas con las que nos mantiene alertas, no sólo como testigos, también como protagonistas, extras anónimos en un ensayo más, uno de los muchos que se realizan en la jornada laboral de ese teatro estatalizado cuyos entresijos nos muestra Estado de ira.

Tres años en cartel. Premios y reconocimientos sobradamente merecidos. Un público conquistado que aplaude a rabiar cuando ese ensayo infernal concluye, compartiendo algo del agotamiento físico y mental de esos personajes a los que hemos acompañado durante todo un día. ¿Realmente pasó sólo una hora y media? No. Llegamos con ellos, les vimos arrancar su jornada, compartimos cada hora, la búsqueda de soluciones improvisadas, sus problemas cotidianos, les vimos presentarse, pelear, almorzar, llorar, criticarse, repetir una y mil veces un gesto, otra frase, recordar, entender...

Imposible que eso haya sido una hora y media. Los tan muy locos tiempos del teatro.

Estado de ira es un gran homenaje al oficio teatral y a todo lo que le rodea. Quizá por eso nos cuesta elegir qué comentar. Son muchas las cuestiones que nos interesan y emocionan de esta propuesta, muchas las preguntas que aparecen: ¿dónde comienza un arte a ser empleo de ocho horas? ¿Qué tiene eso de malo y qué de bueno? ¿El arte subvencionado por el estado, es estatal? ¿El teatro oficial es un muerto al que siguen paseando? ¿Y en qué consiste exactamente el trabajo de un actor? Perdón, ¿ser actor es un trabajo? ¿Un actor es un artista? ¿Y un artista qué carajo es? ¿Y quién le paga el alquiler? ¿Cuántas cosas que no vemos construyen la totalidad de un espectáculo?

Cualquier obra que te llena la cabeza de preguntas para las que difícilmente encontrarás respuesta unívoca es un regalo. Estado de ira, es un regalo que todos deberíamos hacernos.

El humor con que nos muestra muchos de los tópicos sobre la actuación se nutre de una cuidadosa selección de detalles que hace que cualquiera que conozca de refilón el absurdo paréntesis que constituye el tiempo de un ensayo y todo lo que en él sucede, se sienta retratado y pueda reírse de sí mismo y de este rubro extraño que nunca terminamos de entender, que tanto amamos y odiamos, riendo y llorando a la vez sin que nada ni nadie nos consuele.

Un elenco impecable bajo la exquisita dirección de un Zorzoli que nunca nos defrauda. Una de esas raras veces en las que la excelencia de todos los elementos se aúnan con generosidad para hacernos felices. Muy poco puede añadirse a tres años de funciones. Salvo el sincero deseo de que tengan otros tantos por delante.


Estado de ira

Texto y dirección: Ciro Zorzoli.
Actúan: Pablo Castronovo, Héctor Díaz, Marina Fantini, Valeria Lois, Vanesa Maja, Cecilia Meijide, Dalila Romero, Diego Rosental, Maria Ines Sancerni, Gabriel Urbani, Diego Velázquez.
Vestuario y escenografía: Oria Puppo.
Iluminación: Eli Sirlin.
Fotografía: Ernesto Donegana.
Asistencia artística: Gabriel Baigorria.
Asistente de producción: Mariela Finkelstein.
Prensa: Walter Duche, Alejandro Zárate.
Coordinación de producción: Romina Chepe.
Coordinación técnica: Oria Puppo.

Coordinación escénica: Gabriel Baigorria.

Lunes 21hs
Teatro Metropolitan
Av. Corrientes 1343