#FESTIVALPIT





Primer Festival Telemático de Teatro Confinado es la nomenclatura elegida desde PIT para presentar esta propuesta que visibiliza lo singular de la experiencia compartida estos meses bajo el tan triste y desesperante nuevo contexto en el que estamos. Para enfrentar parte de la incertidumbre que los docentes de teatro atraviesan, el pasado abril nació PIT (Profesorxs Independientes de Teatro). Lo que en principio fuera un grupo de whatsapp de una veintena, no tardó en convertirse en un colectivo. El 1 de mayo, coincidiendo con el día del trabajador, presentaron su manifiesto en redes. El grupo comenzó a censar la formación escénica en CABA registrando a casi 800 docentes y 25.000 alumnos afectados por el cese de la actividad. PIT también se involucró en la redacción de un protocolo que facilite el regreso de la práctica presencial y, en colaboración con ARTEI y ESCENA, establecieron diálogos con las autoridades culturales de Nación y Ciudad. La última asamblea online superó los cien asistentes, el grupo de whatsapp cuenta con más de doscientos participantes y todos los días hay nuevas incorporaciones. PIT aspira a federalizarse y mantiene reuniones con colectivos culturales de otras provincias y países. Su funcionamiento interno se organiza en comisiones específicas para las más diversas tareas: solidaridad, género, niños y adolescencia, institucionales, temario, encuesta, acciones, lazos, comunicación, bienvenida, herramientas y revista. Una sinergia de trabajo impensada antes de la pandemia que reúne por primera vez a docentes de todas las disciplinas escénicas y que se ha convertido en un referente significativo en medio de la gran crisis que atraviesa el teatro.

El Festival PIT se realizará el 24 y 25 de julio y se presenta como la primera gran materialización del colectivo. La programación es una apuesta intensiva que capitaliza la virtualidad logrando que en dos días se ofrezcan 30 talleres, 50 muestras y 15 charlas entre creadores. La propuesta no puede ser más heterogénea. Actividades para todas las edades relacionadas con el acontecimiento escénico en su más amplio espectro: entrenamiento físico, actuación, improvisación, clown, dramaturgia…

Uno de los primerísimos objetivos de PIT fue generar un intercambio de herramientas y experiencias que favoreciera la capacitación docente en la ardua tarea de adaptar los contenidos de las prácticas presenciales a la modalidad online. La comisión Herramientas asumió esa tarea. Se reúne una vez a la semana y recibe invitados de otras áreas que aportan nuevas estrategias y puntos de vista sobre la pedagogía teatral en este momento crítico. Frente al desconcierto, el desánimo, la falta de recursos o infraestructuras adecuadas para la digitalización, PIT fue articulando nuevas posibilidades que no parten de una excelencia tecnológica, sino que subrayan y priorizan el valor de los contenidos que se transmiten independientemente del soporte elegido. En esa línea de intereses el festival nace como una celebración de la continuidad de la formación contra toda circunstancia. 

El Festival PIT prueba, una vez más, que no es capacidad de trabajo, creatividad o talento lo que falta. Recordemos que la gran mayoría de los profesionales que imparte talleres está constituida por creadores que escriben, dirigen, producen, actúan, gestionan espacios… La comunidad teatral se asienta sobre ese orgánico enriquecimiento que genera el conocimiento compartido. #TodoEmpiezaEnLasClases es uno de los hashtags de la agrupación. El Festival Telemático de Teatro Confinado constata esa certeza y constituye un llamado de atención sobre la necesidad urgente de reconsiderar la tan mentada esencialidad de las actividades. Es mucho lo que esta pandemia le arrebató a nuestras vidas y el arte será un elemento de reconstrucción fundamental siempre y cuando las políticas culturales y económicas identifiquen su función vital como un valor irrenunciable. 

Destacamos el hecho de que el Festival se realiza sin ningún apoyo económico institucional, es decir, se produce de manera autogestiva gracias al trabajo del colectivo y sus participantes. Las actividades serán a la gorra online. La recaudación se destinará al mantenimiento de la agrupación y a causas sociales con las que PIT viene colaborando.








Además, en el marco del festival se presenta el número cero de la revista Insomne, hazaña que también surge desde el corazón de PIT, donde se reúnen testimonios de docentes, creadores y alumnos en torno a la importancia de la práctica escénica, la sobreadaptación online y lo que significa vincularse desde la reinvención del oficio en este momento. 

De cara al inquietante y complejo futuro que se avecina, la comunidad sigue siendo la mejor de las respuestas. Todo indica que PIT llegó para quedarse. 


PROGRAMACIÓN COMPLETA E INSCRIPCIONES


Prácticas paliativas de la escena (II)





Nuestros días transcurren frente a la computadora. El exterior es un lugar de urgencia y avituallamiento donde no conviene estar. Es incómodo, incierto, hostil. No queremos ser parte de un paisaje enrarecido que embrutece día a día. La casa, el departamento, para quienes aún conservamos ese espacio, es una sala de espera donde sobreactuamos la tranquilidad. Las frágiles coordenadas de un más que dudoso equilibrio. Ahí, en esa franja de absoluto desconcierto, peleamos por seguir generando. No queda otra. No se trata de ser productivos, sino de sobrevivir. Hay que pagar las cuentas mientras todo se cae a pedazos. Atendiendo a esa única certeza nos reprogramamos en tiempo récord. No es ingenio ni capacidad de trabajo lo que falta. Si de algo sabemos los trabajadores de la cultura es de creatividad. Sacamos de donde no hay. Más aún si nuestro ámbito es el independiente, más aún si somos trabajadores irregulares, si el techo sobre nuestras cabezas depende del desempeño original con el que cubrimos la carencia estructural. Partiendo de esa base en los últimos cuatro meses los docentes de teatro han adaptado sus propuestas para hacerlas compatibles con aplicaciones que pretenden salvar la distancia. Aunque, por supuesto, no todos cuentan con soporte técnico ni conexión a la altura de la emergencia. Son muchos los relegados por el sistema. También son muchos quienes se niegan a aceptar que lo que antes era una actividad de encuentro y expansión, ahora sea una más de soledad tecnificada. Quienes eligieron continuar, probar, encontrarle la vuelta, hacen lo imposible para que la teatralidad se manifieste en formas insospechadas ahí, en el dormitorio, el salón o el balcón.

Lo que está en juego en esta continuidad online de la actividad escénica no es un perfeccionamiento técnico del intérprete. Quienes imaginen que los encuentros se dedican fundamentalmente a explorar las posibilidades de la actuación ante la cámara, se equivocan. La sobreadaptación a la emergencia responde a cuestiones mucho más importantes que esa nimiedad. Se busca salvaguardar un espacio íntimo donde la frágil llama del deseo no se apague. Se trabaja para que el cuerpo recupere su conciencia, se sacuda el temblor que niega, el trauma obviado. Se revaloriza la práctica y el colectivo al compartir la necesidad de explorar inquietudes, deseos y temores. Hay que encontrar el modo de que la enfermedad no sea lo único que nos ronde, pero también hay que dar cabida a lo mucho que trastorna: el sueño, la concentración, la capacidad de leer, escribir, memorizar... Funciones alteradas que nos llenan de insatisfacción y provocan un peligroso aturdimiento que nos precipita en la sensación devastadora de no poder, no ser capaces.

Compartimos un momento extraordinariamente doloroso para las artes escénicas. Como creadores y formadores estamos obligados a reconsiderar nuestra tarea y los modos que definían nuestro trabajo. No parece este el momento de perseguir desproporcionados objetivos estéticos, sino de afianzar el valor esencial del arte.

El arte es salud. Física, mental y emocional. Quienes nos dedicamos a él lo sabemos y sufrimos ante la incongruencia de ver nuestra tarea no solo relegada, también temida. Quienes definen la esencialidad de las cosas del mundo, determinaron que el arte es prescindible porque son incapaces de ver en él otra función que no sea la del mero entretenimiento y su rédito económico. Al pensar en manifestaciones artísticas solo vislumbran problemáticas aglomeraciones, peor aún, focos de contagio.

Después de estos meses de clases online sabemos mejor que nunca que lo importante no es el soporte, la plataforma o el ejercicio. Todo eso puede fallar y fallará. Nuestras tareas siguen siendo las de siempre: fortalecer la comunicación y el vínculo, favorecer la expresión propia y dedicarle especial atención a la potencialidad de lo mínimo, al reconocimiento del entusiasmo en cada pequeño gesto que anuncia una búsqueda y no un resultado a corto plazo. Ahí, en esas inquietudes latentes, difusas pero constantes, descansa la humanidad del arte, nuestra distinción como personas y no como sujetos portadores de virus y tarjetas de crédito.

La formación artística no se resuelve con metodologías, no se ajusta a certezas teóricas ni manuales. Hace cuatro meses no podíamos imaginarnos haciendo frente a una complejidad de este calibre que nos priva de cuanto consideramos básico para el acontecimiento escénico. No podíamos imaginar las muchas y casi inmediatas alternativas, parciales e insuficientes pero al menos posibilitadoras, que encontraríamos. No nos sabíamos capaces de tantísima paciencia y coraje.

Hay docentes manteniendo grupos en las condiciones más inverosímiles. Niños, adolescentes,  y adultos se comunican por whatsapp, mail, videollamada, zoom... Reciben consignas, leen, comentan, analizan, escriben, juegan, bailan, cantan. Ponen el cuerpo contra toda circunstancia. Comparten un hacer por hacer que se convierte en moneda de esperanza. Se ocupan del presente inmediato para despreocuparse del futuro intolerable.

En estos momentos la experiencia trascendente, el conocimiento adquirido, no pasa por la teoría o el método aplicado, sino por la conciencia con la que enfrentamos un devenir cada vez más confuso. El modo en que logremos acompañarnos para mantener el deseo y reafirmarnos en nuestro trabajo determinará ese inquietante después que tanto angustia. Confiamos en nuestros valores y reconocemos el efecto constructivo y sanador de toda práctica artística. Lo reconocemos porque seguimos acá gracias a todas esas veces en las que un libro, una película, una canción, un cuadro, una obra de teatro… nos devolvió el sentido y el valor para seguir.

Me pregunto, me sigo preguntando, qué más debe hacer el arte para ser reconocido como un sustento esencial e irreemplazable, como el pan de cada día.