Hogar






¿Dónde van quienes querían triunfar pero no lo lograron? ¿Dónde terminan? ¿O dónde comienzan a contar su historia del fracaso como éxito posible? Por otro lado, qué es el éxito hoy, acá, en esta Buenos Aires sin cabeza donde el teatro sobrevive mientras sus creadores se desangran. Quizá el triunfo esté en cada función que logre hacerse para poner a prueba la insensatez del mecanismo escénico que desafía cualquier contexto. Cada vez que un elenco logra compartir su experiencia conquistada, gana su singular batalla. Hogar, producción que surge del taller "El cuerpo como obra y destino" coordinado por Marina Otero el año pasado, ofrece una reflexión práctica sobre estas y otras inquietudes que siguen definiendo gran parte de la desmedida e inestable creatividad teatral porteña.

La obra pone en primer término lo que podría llegar a señalarse como molesto: su origen como muestra de taller, su burla hacia estereotipos sobre los que levantan no tanto un personaje como una voz posible, incluso blanquea las influencias o evocaciones que se permite. Esa honestidad brutal y su ironía destacan como valores en esta iniciativa dispuesta a echar sal sobre la herida abierta.

Hogar no es sólo una obra sobre la vocación artística y sus alrededores infernales. Su concepción asume como disparador los cuerpos de sus intérpretes, cuerpos alejados de toda corrección política, es decir, estética. Su poética desarrolla relatos que podrían habitar. ¿Puede un médico especializado en ginecología hablar varios idiomas, tocar el bajo, entrenar y entregarse como intérprete de una obra los fines de semana? Nos tienta afirmar que sólo en Buenos Aires esa alquimia es posible. Por supuesto, no se trata de medir los porcentajes de vida cierta en sus historias, sino de apreciar el modo en que se ponen en escena para obligarnos a ver, escuchar y pensar realidades tan posibles como incómodas. He ahí otra virtud: ofrecer a la platea la posibilidad de incomodarse, de disentir. Disentir con la propuesta o con lo que la ficción ilumina. 

Hogar trabaja con y contra las apariencias para recordarnos que pocas, muy pocas veces, estamos tan solos como cuando de alentar y atender nuestro deseo se trata. La dramaturgia cifra su continuidad en torno al título de la obra. Hogar es, por un lado, todo lo relacionado con el origen de los personajes – familia, infancia, valores, profesiones o parejas –; pero también el teatro como lugar donde crecer y encontrarse con lo mejor y lo peor de uno mismo. El teatro como espacio elegido para prestarle cuerpo al sinsentido creando un relato donde la vida, momentáneamente, se ordene lo suficiente como para ser contada. Es ahí donde el objetivo del taller de Marina Otero se realiza y afianza en esta puesta que elige como materia prima la violencia que implica resistir como cuerpo, persona y creador en este mundo nuestro. Por último, destacar la importancia dada al universo femenino al criticar con humor algunas facetas de lo mucho preconcebido en torno al amor, la maternidad y el canon de belleza que sigue masacrando cuerpos con atroz eficacia.

Quedan pocas funciones, disfruten la oportunidad de incomodarse.


Hogar

Intérpretes: Agustina Barzola Würth, Cande Gauffin, Lucas Aparicio, Paloma Roldan, Rosario Ruete, Tomás Ruíz Guiñazú
Diseño espacial: María Laura Valentini
Diseño de iluminación: Lucia Feijoó
Producción ejecutiva: Marina D Lucca 
Vestuario: Chu Ferreyra 
Fotografía: Alejandra Rovira
Asistencia de dirección: Matías Kedak
Dramaturgia y dirección: Marina Otero.



Espacio Sísmico 
Lavalleja 960
Viernes 23h