El cansancio infinito
porque no hay casi nada
que se parezca un poco
a lo que se desea.
Será que se desea siempre mal.
Lo que menos se debe.
Lo que no nos conviene
o nada importa.
Será que se desea demasiado
a la mujer del prójimo
y esas cosas: el jardín y la vaca…
y cualquier otra flor
que asome en la ventana,
allá, indiscreta,
dejándonos así,
convencidos de nuevo
de que la vida, eso,
sucede en otra parte,
a todos los demás,
y lo nuestro es acaso
un borratajo al pie
de un manuscrito
olvidado en el fondo de un cajón
que nunca se abrirá.