El temor al teatro oficial siempre es grande y justificado. Abunda en el circuito la obra muerta de antemano, la puesta políticamente correcta donde sucede todo lo que no pasa, un teatro de acontecimiento y pompa fúnebre preconcebido para la tranquilidad de los gobiernos y cierto orden de la población mundial que se narcotiza con lo que le recomiendan. Son prejuicios que mantenemos tras ponerle el cuerpo a brutales decepciones. Mi cuna española es prolífica en despropósitos de ese calibre que alejaron, quizá para siempre, a la gente del teatro. Pese a todos los contras y peros del tan penoso contexto en el que estamos hundidos en Buenos Aires, elijo celebrar las novedades en la programación las salas oficiales. La Terquedad en el Cervantes fue una fiesta, Próximo en el Sarmiento, y Parias en el San Martín, son propuestas con las que podemos sentirnos orgullosos de ejercer como público para nuestra comunidad teatral.
Pienso en esa rotunda corrección de las producciones internacionales que vemos en los festivales, acá o dónde fuere. Obras donde se intuyen presupuestos inalcanzables y jornadas de dedicación absoluta a ese único empleo. Obras con mucho patrocinador y apoyos de toda índole, paridas en una galaxia muy lejana, a años luz de este campo minado porteño donde impera el más difícil todavía. Todas esas excelencias donde el público aplaude maravillado ante el prodigio de un incendio en el escenario, combinaciones multimedia al mango, coreografías preciosistas y escenografías abrumadoras. A esta españolita de a pie repleta de prejuicios, esos trabajos la dejan más bien fría. Para que algo implique debe estar vivo y, por lo tanto, gozar de imperfecciones o, al menos, de su riesgo. El teatro bien puede ser una exhibición de alardes pero aspiramos a bastante más. Queremos que una obra detenga el tiempo, compense nuestra existencia, nos haga olvidar la muerte o el día de mierda que llevamos encima. Queremos que la humanidad se imponga sobre el escenario y la humanidad, señoras y señores, son los actores, nuestros representantes, espejos del alma que se desviven para proyectar y proyectarnos.
Parias, versión de Guillermo Cacace sobre Platónov de Chéjov, es un excelente ejemplo de esto. Somos invitados a presenciar una obra en construcción. Los actores están antes que los personajes, estos irán apareciendo y se impondrán, pero la puesta es un ensayo sobre los elementos escénicos: luces, espacio, vestuario, utilería... Todo está ahí para que lo veamos deshacerse o convertirse en metáfora. En más de una ocasión la síntesis poética es de una belleza abrumadora que no descansa en artificios técnicos, sino en una dirección que confía en la potencia de los símbolos y en el ecosistema que sus actores habitan con generosidad.
Una vez más Cacace dialoga con el público ofreciéndole un lugar de activa e incesante (re)construcción. Esta obra es lo que quieras o puedas hacer con ella, parece decirnos. Quienes vieron Mi hijo sólo camina un poco más lento encontrarán ecos de aquel mágico mecanismo en este trabajo, no obstante, también disfrutarán de muchas de las diferencias dadas por el marco singular de la sala Casacuberta y la envergadura de la dramaturgia chejoviana donde, como anuncia el programa, "lo paria" intenta una territorialización ruso / argentina para esa orfandad más grande que habita nuestros días. Orfandad preciosa pues mata certezas."
"¿Encontraste en mí algo que pueda ser amado?", interroga Platónov a su esposa. Una de las muchas frases que pueden elegirse sobre el conjunto de valores presentes en esta versión del clásico. El mundo acobardado donde impera la satisfacción inmediata de los sentidos, y donde la desesperación por amar y ser amado precipita la tragedia, sigue vigente.
El elenco goza de una hermosa potencia coral, aunque resulta imposible no destacar el trabajo de Lorena Vega y Marcelo Subiotto, que encarnan con éxito muchas de las evocaciones que constituyen la poética del imaginario ruso, siempre tan lejano como fascinante, desmedido y eterno.
Parias
Dramaturgia: Guillermo Cacace, Juan Ignacio Fernández
Traducción: Alejandro González
Actúan: Horacio Acosta, Fernando Contigiani Garcia, Agustina Groba, Esteban Kukuriczka, Javier Lorenzo, Julián Marcove, Ivan Moschner, Laura Nevole, Georgina Rey, Ignacio Rodríguez De Anca, María Inés Sancerni, Marcelo Subiotto, Lorena Vega
Músicos: Francisco Casares, Patricia Casares, Eliana Liuni
Voz en Off: Daryna Butryk
Vestuario: Magda Banach
Escenografía: Félix Padrón
Iluminación: Alberto Albelda, Aquiles Gotelli
Diseño sonoro y música: Patricia Casares
Entrenamiento corporal y coreografía: Celia Argüello Rena, Andrés Molina
Entrenamiento vocal: Sofía Agüero
Asistencia artística: Julián Castro
Arreglos musicales: Francisco Casares, Patricia Casares, Eliana Liuni
Director asistente: Julieta Abriola
Dirección: Guillermo Cacace
Funciones de miércoles a domingo en el Teatro San Martín