Músico, compositor, poeta.
¿Cómo te definís profesionalmente?
Por lo general, con cierta
impericia.
¿Sabés por qué te dedicás a esto?
Creo que tiene que ver con una
sublimación elegante de la libido. Una forma de pulsión latente que si no
encauzo me vuelve un poco impresentable.
¿Qué disciplinas resultaron
fundamentales en tu formación?
El Karate, la cocina, las artes (en
general) y el hermetismo (en particular). También el aburrimiento, pero creo
que no es una disciplina, lo voy a googlear.
No, no es.
¿Qué es lo más útil que te ha
enseñado tu trabajo?
A poder trabajar en cualquier lado.
¿Y lo más hermoso?
A no mentir.
¿Cuáles son tus
principales fuentes e influencias creativas?
Debussy, Gardel, El Tata, Vallejo,
Girondo, Bill Hicks, Xul, Hatzidakis, Meliès, Liliana Felipe, Chaplin, Fortune... No sé, un montón.
¿Qué es lo que más te duele a la
hora de ejercer tu vocación?
A veces, después de tocar, el esternocleidomastoideo.
¿En cuántos proyectos laburaste el
año pasado?
En varios. Musicalmente estuvimos
muy activos con Orquesta Espantapájaros. También me estuve presentando en
algunas milongas como cantor de tangos y en formato solista, con mis poemas y
canciones.
Estuve diseñando una especie de
bicicleta que me llevó bastante tiempo. Después encontré que era la versión
moderna del Plectociclo, un vehículo de finales del siglo XIX que perdió la
pulseada con el velocipedo. Como Rovira con Piazzolla.
También estuve trabajando en una
aplicación que produce música con las palabras. Todavía estoy con eso.
Participé para presentar un sistema
de sonorización astrológica en el Centro Cultural Recoleta, pero perdí. También
perdí un concurso de poesía.
¿Todos llegaron a mostrarse o
estrenarse?
No, la bicicleta no la pude
concretar, aunque había armado los diseños y la mar en coche, pero es muy
difícil. La aplicación la hice, y en base a
esa armé otras. Pero la tengo para uso privado.
Es importante que después de haber
leído eso último se imagine una risa (matiz a gusto), ayudará un montón a algo,
seguro.
¿Cuántos te esperan ahora?
Actualmente realizo una
participación espectral en Acá el tiempo es otra cosa, obra de teatro que trabaja sobre unos cuentos de Tomás Downey. Estoy ahí, como parte
de un engranaje extraño, sonando. Lo demás es resultado de la magia que opera
en la maquinaria bestial de los que constituyen la obra. Tambien estoy
con la organización de “El Melindre” la feria itinerante de la Orquesta
Espantapájaros. La primera edición fue preciosa: tuvo a Inés Morán como
pitonisa y herbolaria, el cuentacuentos Marko Mosquera, una feria americana de
fotos de Vero Cozzi y la presentación de “En otro orden de cosas”, una especie de revista pequeña, desordenada, en forma de tarjetas,
en una cajita de cartón. Publicamos poetas no muertos, ilustradores y fotógrafos,
entre otras cosas. Una especie de Miriorama. Cada número está referido a una
temática puntual y es de edición trimestral.
Estoy armando una pequeña banda con
la que me presento como solista, cuando no lo hago en la mismísima soledad, y
trabajando sobre nuevo repertorio: algún poema griego musicalizado, alguno
propio, y obras instrumentales.
También me presento eventualmente con
otro guitarrista para cantar tango en milongas o lugares extraños.
Escribo en el blog cuando tengo
ganas de decir algo.
¿Cuál es el proyecto al que
dedicaste más tiempo hasta la fecha?
¿Cómo lo recordás? ¿Qué hubo de
bueno y de malo?
Lo recuerdo, en general, como
recuerda uno a los muertos.
La posibilidad de viajar, de laburar
con escultores, poetas y músicos entrañables, de conocer La Pampa y la poesía
de Bustriazo, de terminar haciendo espectáculos junto al Tata Cedrón. Todo eso
de bueno.
De malo las especulaciones, los
egos, la violencia con la que se disolvió el grupo.
¿Vivís de lo que amás o tenés otra
actividad que ayuda a pagar las cuentas?
Soy docente de música en un par de
escuelas. También hago laburos de diseño, tapas de disco, flyers.
¿Con qué otras artes te relacionas
habitualmente?
En una época iba bastante a
milonguear, bailo griego también. Disfruto haciendo collages con fotos
antiguas, escribiendo poesía y cocinando. Ya no dibujo tanto como antes, y
siempre estoy envuelto en algún numero teatral. Eso.
¿Qué es lo más absurdo que has hecho
por amor al arte?
¿Por amor? Cobrar.
¿Hay algo que no volverías a hacer?
Cuando era chiquito puse una
almohadita cuadrada en el piso, me subí a la cama marinera y me tiré de cabeza.
No lo volvería a hacer.
¿Qué estás leyendo?
Un árbol de ángeles de Jorge Najera
y Poemas de César Fernández Moreno.
¿Qué autores recomendás siempre?
Depende mucho a quién y para qué.
¿Qué artistas – de cualquier ámbito
- te resultan imprescindibles?
Los que no se pierden en el onanismo
egoico, los que buscan para adentro, los que muestran.
¿Qué buscás en la gente con la que
elegís laburar?
Que sean de verdad.
¿A qué profesionales de tu ámbito
seguís de cerca?
Una vez me crucé de casualidad con
un cantautor en La Pampa, lo acompañé varias cuadras mientras le contaba lo que
hacía. Al llegar a nosédónde me miró entre asustado e indiferente. Desde ese
día procuro no seguir a nadie. A no ser que ya esté muerto. En ese caso sí,
es mucho más fácil.
¿Con quién hablás sobre tu trabajo?
¿Pedís consejo o asesoramiento a alguien de confianza?
Sí, a muy pocos en verdad.
Principalmente con mi pareja, mi cuñado y mi hermana.
¿Pedís subsidios para tus proyectos?
¿A qué instituciones?
Sí, todos los posibles. Al INAMU, la
Bienal, Estudio Urbano, el Fondo Nacional de las Artes.
¿Por qué?
Porque grabar un disco es carísimo.
¿Por qué vivís en Buenos Aires?
No sé.
¿Hay algún viaje que marcara un
antes y un después en tu trabajo?
De chico gané un sorteo para viajar
a Grecia. Éramos niños, de todas partes del mundo, viviendo sin familiares en
un lugar increíble. A la noche se hacían unas tertulias al aire libre con
música, micrófono libre. Un día quise cantar y tuve una reacción hermosa de los
griegos. Desde ese día canté todas las noches.
También un viaje muy presente es el
de Cuba. Estuve viviendo en la casa de quien me acunara como padrino musical:
Lázaro García, un trovador encantador, y tuve la oportunidad de conocer de
cerca parte del mundo de la canción cubana. Volví con composiciones, poemas
nuevos, y me puse a tocar en vivo, tenía algo así como 15 años.
¿Cuándo te das cuenta de que tenés
un nuevo proyecto entre manos?
Cuando me pesan.
¿Sentís que tenés un sistema
personal de trabajo?
No creo que sea personal. Entiendo
que la cabeza debe ser concebida como un atanor, un horno. Uno tiene que
aprender a reconocer los procesos internos, confiar en la maquinaria y el nivel
de obsesión que puede volcar en la depuración final. Saber cuándo está bien de
harina , los tiempos de cocción y esas cosas. Cada idea germina en comunión con todos los otros entes que conviven en lo intangible inexorablemente. Cuando toman peso propio, cuando coagulan, flotan a la conciencia y surge la
idea que uno puede refinar posteriormente.
¿Qué hay en tu lista de cosas
pendientes?
La revolución.
Tener una casa en el campo.
Comprar yerba.
¿Tenés un panorama claro de lo que
vendría siendo tu trayectoria?
De lo que vendría siendo, sí.
¿Qué es lo que más te preocupa en tu
futuro?
Me preocupa mucho ser un Golem de
bits creado por un ludópata.
¿Qué hacés cuando no estás
trabajando?
Pienso en cómo mejorar mi
productividad. Se lo juro.
¿Si no te dedicaras a esto qué
estarías haciendo?
Algo realmente productivo.
Discografía