Tenía tres años cuando Thriller llegó al mundo. Era una cría miedosa que quedó aterrorizada durante meses por haber escuchado en el cuarto de al lado el audio de una película de vampiros donde un niño convertido lloriqueaba un agónico: "mamá, te quiero mucho, ven que tengo frío" haciendo que su madre gritara, claro. Nunca vi la peli ni sé cuál era, pero sigo recordando la voz aguda del nene y el espantoso grito posterior. Esa misma mente tierna e impresionable en algún momento de una tarde cualquiera de 1983, se enfrentó al videoclip de Thriller. Pese a que allí había tumbas que se abrían, muertos vivientes y una música rara e inquietante que anunciaba que todo estaba mal, me quedé pegada a la pantalla sin pestañear. Así comenzó una de las muchas relaciones de amor fanático de este absurdo mundo nuestro.
Leo en estos días, Jacksonismo. Michael Jackson como síntoma. Mark Fisher (ed.) editado por Caja Negra. Una serie de artículos que reflexionan sobre Jackson como símbolo, valor, fenómeno... Y encuentro páginas que me reconcilian con mi pasado de fan y con lo mucho que este hombre tan extraño representó.
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"Michael era un alma herida disfrazada de superfreak. Siempre con elegancia y con una voz tan tranquila como la de un ratón de dibujos animados, enloqueció delante de todo el planeta y, al hacerlo, nos mostró la insensible mirada que los ricos pueden tener de los pobres. Al mismo tiempo, nos enseñó sobre la compasión - por lo caprichoso y raro, por lo repulsivo y extraño - y deberíamos estarle agradecidos por eso.
Nos enseñó que la sexualidad era líquida y que la gente interviene quirúrgicamente su cuerpo para sentirse en paz. Michael era de otro mundo, esta exóticamente desfigurado y era más grande - más loco - que la vida. Si la locura fue el combustible que lo lanzó al estrellato o si, al revés, el estrellato lo volvió loco, no importaba al final, porque murió habiendo logrado más cosas de las que ningún otro músico jamás haya alcanzado o podrá conseguir. Sí, tenía problemas graves y defectos trágicos, pero todo eso, ¿qué le impidió hacer? ¿Le impidió sostener una carrera mediocre?, ¿hacer un disco que vendiera más copias?
Encarnó el drama de la incertidumbre con nosotros en el rol de su padre repitiendo el coro perenne de la desaprobación. A veces lo alentamos, pero solo hicimos que las cosas empeoraran. El suyo podría haber sido el sueño de una vida pero terminó con una pesadilla americana. De todas maneras, la banda de sonido fue sublime.
Parecía moverse en cámara lenta y cámara rápida.
Lloraba como una nena.
Para decirlo con suavidad, Michael Jackson era un desastre. Bailaba con una gracia líquida, pero era una desgracia en muchos sentidos.
Para decirlo con salvajismo, personalmente me sentiría incómodo dejando a mis hijos al cuidado de muchas de las personas que han creado discos que amo. (...)
Para decirlo de forma contenciosa: si él era culpable, entonces todos somos culpables, porque seguimos escuchando su música después de los casos de la corte y de las espantosas exposiciones. Y si era inocente, entonces nuestro acoso fue mortal y vamos a tener que vérnoslas con eso. (...) Michael Jackson nos importó más porque mejoró nuestra calidad de vida durante su vida y lo seguirá haciendo ahora que está muerto y el desconcierto continúa.
Nos hizo aceptar la dura verdad - y por favor, ¿podemos ponernos de acuerdo sobre este punto de una vez por todas? - de que no se puede (NO SE PUEDE) permitir que la vida privada de un artista infecte la forma en que percibimos su arte. No se puede. Si no es así, entonces deberíamos tirar a la hoguera cualquier cosa que tengamos de los Beatles, los Rolling Stones, los Who, los Beach Boys, Chuck Berry, James Brown, Lou Reed...
Para decirlo de forma conclusiva: necesitamos diferentes palabras, diferentes maneras de evaluar a Michael Jackson porque él fue grande de formas muy distintas a los grandes de todos los tiempos. En un sentido su contribución fue escasa (un disco pop aquí, un movimiento de baile allá) y, sin embargo, en otros sentidos, dominó la escena, opacó el sol con un giro, un pavoneo, un zigzageo a lo largo del escenario. (...)
Nunca fue fácil admirar a Michael Jackson porque, aparte de todo lo demás, es casi imposible explicar su encanto, mucho más ahora que no está más".
Paul Lester, "Los veinte grandes hits de Michael Jackson", pp. 25 -54.
Caja Negra Ed., Buenos Aires, 2014.
Leo en estos días, Jacksonismo. Michael Jackson como síntoma. Mark Fisher (ed.) editado por Caja Negra. Una serie de artículos que reflexionan sobre Jackson como símbolo, valor, fenómeno... Y encuentro páginas que me reconcilian con mi pasado de fan y con lo mucho que este hombre tan extraño representó.
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"Michael era un alma herida disfrazada de superfreak. Siempre con elegancia y con una voz tan tranquila como la de un ratón de dibujos animados, enloqueció delante de todo el planeta y, al hacerlo, nos mostró la insensible mirada que los ricos pueden tener de los pobres. Al mismo tiempo, nos enseñó sobre la compasión - por lo caprichoso y raro, por lo repulsivo y extraño - y deberíamos estarle agradecidos por eso.
Nos enseñó que la sexualidad era líquida y que la gente interviene quirúrgicamente su cuerpo para sentirse en paz. Michael era de otro mundo, esta exóticamente desfigurado y era más grande - más loco - que la vida. Si la locura fue el combustible que lo lanzó al estrellato o si, al revés, el estrellato lo volvió loco, no importaba al final, porque murió habiendo logrado más cosas de las que ningún otro músico jamás haya alcanzado o podrá conseguir. Sí, tenía problemas graves y defectos trágicos, pero todo eso, ¿qué le impidió hacer? ¿Le impidió sostener una carrera mediocre?, ¿hacer un disco que vendiera más copias?
Encarnó el drama de la incertidumbre con nosotros en el rol de su padre repitiendo el coro perenne de la desaprobación. A veces lo alentamos, pero solo hicimos que las cosas empeoraran. El suyo podría haber sido el sueño de una vida pero terminó con una pesadilla americana. De todas maneras, la banda de sonido fue sublime.
Parecía moverse en cámara lenta y cámara rápida.
Lloraba como una nena.
Para decirlo con suavidad, Michael Jackson era un desastre. Bailaba con una gracia líquida, pero era una desgracia en muchos sentidos.
Para decirlo con salvajismo, personalmente me sentiría incómodo dejando a mis hijos al cuidado de muchas de las personas que han creado discos que amo. (...)
Para decirlo de forma contenciosa: si él era culpable, entonces todos somos culpables, porque seguimos escuchando su música después de los casos de la corte y de las espantosas exposiciones. Y si era inocente, entonces nuestro acoso fue mortal y vamos a tener que vérnoslas con eso. (...) Michael Jackson nos importó más porque mejoró nuestra calidad de vida durante su vida y lo seguirá haciendo ahora que está muerto y el desconcierto continúa.
Nos hizo aceptar la dura verdad - y por favor, ¿podemos ponernos de acuerdo sobre este punto de una vez por todas? - de que no se puede (NO SE PUEDE) permitir que la vida privada de un artista infecte la forma en que percibimos su arte. No se puede. Si no es así, entonces deberíamos tirar a la hoguera cualquier cosa que tengamos de los Beatles, los Rolling Stones, los Who, los Beach Boys, Chuck Berry, James Brown, Lou Reed...
Para decirlo de forma conclusiva: necesitamos diferentes palabras, diferentes maneras de evaluar a Michael Jackson porque él fue grande de formas muy distintas a los grandes de todos los tiempos. En un sentido su contribución fue escasa (un disco pop aquí, un movimiento de baile allá) y, sin embargo, en otros sentidos, dominó la escena, opacó el sol con un giro, un pavoneo, un zigzageo a lo largo del escenario. (...)
Nunca fue fácil admirar a Michael Jackson porque, aparte de todo lo demás, es casi imposible explicar su encanto, mucho más ahora que no está más".
Paul Lester, "Los veinte grandes hits de Michael Jackson", pp. 25 -54.
Caja Negra Ed., Buenos Aires, 2014.