Buenos Aires se conjuga en presente histórico. Cómo no amar
un ecosistema impredecible donde la desesperada tentación del orden narrativo,
esa sed de lógica causal que dote de mínimo sentido a nuestros días, es
boicoteada una y otra vez por los acontecimientos más inverosímiles. Hablamos
del horror y del error, amargos panes cotidianos, pero también de la belleza
absoluta iluminada por el empeño de quienes saben que el único modo de ser y
estar en este absurdo, pasa por dedicarse en cuerpo y alma a su oscuro objeto de
deseo: la ficción. Esa fe.
No es menor que en estos últimos años donde el macrismo ha destruido
con saña cualquier horizonte de expectativas, siendo la educación y la cultura
dos de sus ámbitos de destrucción masiva, se hayan estrenado obras como Prueba
y error, La liebre y la tortuga, La terquedad, El mundo es más fuerte que yo o
El hipervínculo. Cada una llegó como múltiple respuesta a una pregunta que
nadie hizo. Fueron frutos de búsquedas intensas donde el factor temporal, intensivo y/o extensivo, fue determinante para llegar a esos artefactos que interrogan sobre los supuestos convencionalismos escénicos recordándonos que todo está por (des)hacer. Son varios los factores que esas
obras comparten: directores polifacéticos y versátiles, compañías o equipos de trabajo sometidos a intensas convivencias, y sistemas
de producción propias del teatro independiente. Si bien es cierto
que tres de esas obras se estrenaron en el circuito oficial, nos
atrevemos a afirmar que fue gracias al bagaje previo de sus creadores, ya histórico en algunos casos, en el teatro independiente. El marco oficial
facilitó idílicos recursos, por supuesto, pero si entendemos que se trata de
salas públicas, su brillante desempeño no es más que una contundente
justicia poética enrarecida por el contexto político.
¿Qué tiene que ver esto con la llegada de La Flor a la sala Lugones? Creemos que mucho. Mariano
Llinás, su director, es el primero en reconocer la fuerte influencia que tuvo
para él su contacto con el teatro independiente. Las alianzas imprescindibles
que identificó en ese ambiente deben ser muy parecidas a las que
comparte El Pampero Cine, productora fundada nada menos que en el 2002 por el
propio Llinás junto a Laura Citarella, Agustín Mendilaharzu y Alejo Moguilansky.
2002. De nuevo, el presente histórico y el jardín de los caminos que. El Pampero Cine se fundó en lo que parecía el peor de los momentos. Algo nos dice que debiéramos reconciliarnos definitivamente con la incertidumbre. Nunca hay un mejor tiempo para crear que
ese en el que no puede (ni debe) dejar de hacerse. Por otro lado, tanto
Mendilaharzu como Moguilansky son apellidos enraizados en la escena teatral
porteña. Sus trabajos hablan por sí mismos sobre su
profundo entendimiento humano y artístico de lo escénico. Pero no termina acá esta conexión vital entre cine y teatro. Las protagonistas de La Flor
son Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa y Laura Paredes, conocidas
como la compañía Piel de Lava, fundada en 2003, cuyos trabajos han podido verse
este año en la retrospectiva programada en el Sarmiento.
Todo indica que podemos considerar esta película como un punto de encuentro entre la alquimia teatral y la cinematográfica, no por lo que en ella veremos sino por lo mucho que nos deja intuir o imaginar sobre su realización.
En uno de sus primeros tráilers la voz en off de
Llinás trataba de presentar la película y la fórmula elegida para hacerlo era el trazado del esquema que terminaría siendo su gráfica. Se aclaraba algo fundamental: las actrices eran el motor de
esta nueva producción, ellas eran quizá el único hilo conductor entre las
tramas que aún se estaban definiendo. La película, pues, es sobre y para ellas. Eso anunciaban. Una
poética tan desmedida como singularmente romántica para los
tiempos que corren. Se mire por donde se mire, La Flor es una hazaña, pero
también una prueba de que el amor sigue existiendo en su estado
más puro, sin destilar. Sólo así puede concebirse semejante apuesta. Las
palabras de Llinás en el programa parecen consentir esta intuición optimista.
“Fueron diez años de misterio y de riegos, pero también de
sentir como pocas veces el vértigo del amor y la amistad, como sólo es capaz de
manifestarse en un grupo de personas que buscan desaforadamente lo mismo, y
están dispuestas a dar lo que haya que dar con tal de conseguirlo. “
Diez años.
Si nos sentamos a la orilla de ese lapso apenas un instante el vértigo aturde. Si consideramos ese tiempo dentro de los
infames acuerdos que el sistema de producción impone nos vemos obligados a
reflexionar sobre aspectos que van más allá de la realización de una
película. La Flor no puede considerarse como un fenómeno aislado, ni siquiera
como una constelación de caprichos conquistados, entendiendo el capricho como
derecho de quien gesta cualquier obra, sino como un emblema más del ideario del
Pampero Cine, que supo definirse como “un grupo de personas dispuestas a
experimentar y a renovar los procedimientos y las prácticas del cine hecho en
la Argentina." En su web seguimos leyendo lo que muchos conocen: "El Pampero Cine ha desarrollado un sistema de producción
basado en el rechazo a los postulados industriales y a la radical independencia
de las fuentes clásicas de financiación, que le ha permitido una producción
constante y fértil. Con Historias Extraordinarias, quedó confirmado que El
Pampero Cine ha impuesto en la Argentina una nueva manera de producir,
trabajando con presupuestos marcadamente inferiores a la más pequeña de las
producciones industriales sin que sin que dicha inferioridad de condiciones
tenga relación alguna con la calidad técnica o estética de las obras.”
La Flor será analizada bajo los más diversos prismas, pero
todos en algún momento debieran hacer hincapié en la importancia de esos
ideales pamperos. Esta película no hubiera sido posible sin el increíble hito que supuso
para la historia del cine Historias extraordinarias y quienes la vimos y amamos
como constatación de alguna que otra inquietud propia, inevitablemente acudimos
ahora a la sala Lugones preguntándonos si aquella ejemplaridad es superable, pero
no es una buena pregunta. ¿Para qué enfrentar dos naturalezas indómitas? ¿Por
qué aproximarse a ellas con afán comparativo?
Celebremos la existencia de ambas
como lo que son: desafíos colectivos, pruebas de que nada está escrito, de que
la normativa no rige como dogma una vez que se asimila sino que está ahí para
ser cuestionada. Historias extraordinarias y La Flor son mucho más que dos películas
de larga duración, son poéticas, idearios, lecciones magistrales que
tardaremos en valorar en su justa medida. No deja de ser extraño saberse
parte de la historia mientras se escribe, no deja de ser un privilegio inmenso
ser testigo del triunfo del deseo contra toda lógica.
Escribo habiendo asomado únicamente a la primera parte de la
proyección y lo hago consciente de mi deuda. Son tantas las posibilidades de
(re)escritura y análisis que ofrece que esto apenas araña la superficie. Más que hablar de argumentos
o formas del quiebre donde el espectador se ve enfrentado con sus propia (de)formación
y expectativa; o de la invitación al cuerpo a cuerpo con la obra
cinematográfica que enciende una alerta certera sobre nuestra bulímica
recepción audiovisual, elijo subrayar la absoluta libertad de criterio
constructivo, el desprejuicio hacia la forma dada y, a su vez, el profundo amor
por los (sub)géneros y la necesidad de revisitarlos a la luz de ese juicio
único donde el humor siempre funciona como garantía de interés y calidad. Si La
Flor, apenas comenzada su andadura, se intuía como imbatible, no es debido a lo
mucho cuantitativo que rodea su génesis, sino a la profunda libertad con la que se desarrollan todos y cada uno de los
aspectos que la configuran. Ahí, en esos saltos de altura, es donde El
Pampero Cine vuelve a abrir camino.
La Flor
Argentina, 2018. 807 minutos (sin intervalos)
Dirección: Mariano Llinás.
Fotografía y cámara: Agustín Mendilaharzu.
Montaje: Alejo Moguillansky, Agustín Rolandelli.
Sonido: Rodrigo Sánchez Mariño.
Música: Gabriel Chwonnik.
Arte: Laura Caligiuri, Flora Caligiuri.
Vestuario: Carolina Sosa Loyola, Flora Caligiuri.
Asistente de dirección: Agustín Gagliardi.
Productora: Laura Citarella.
Una producción de El Pampero Cine y Piel de Lava.
Reparto: Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa, Laura Paredes.
Próximas proyecciones en la Sala Lugones.