“No me gusta el animal
que vive dentro mío.
Pero cada día
pido
por lo que sea y deba ser,
que no se acabe su hambre.”
G. Aronson
No hay libro urgente cuando la novedad
editorial dura un suspiro, sin embargo, no es menos cierto que cada poemario
que sale a la luz con un sello independiente implica una victoria, una
resistencia tan mínima o mayúscula como quiera juzgarse, pero sin duda, un
gesto necesario para quienes buscamos el modo de seguir generando espacio para todas las voces. El tiempo de la poesía como reducto para inmortales
debería haber terminado y con él los prejuicios hacia un desempeño de la
escritura que poco y nada tiene que ver con la creación de círculos
concéntricos, y todo con una forma singular de asomarse al mundo para señalar cuanto miramos sin ver, lo que acontece como sinsentido hasta que
el ojo del poeta lo rescata, objetiva y transforma.
"Una tormenta puede
estar formada por lluvias
y viento. Puede tener truenos,
grandes relámpagos,
granizo, a veces.
Sin embargo, todo y nada de eso
basta.
Para que sea una tormenta
auténtica
es imprescindible
la furia."
La naturaleza del
poema desconoce la muerte salvo para enfrentarla. A menudo afirmamos que no se
trata de otra cosa: escribimos contra la muerte. La del día a día, tan íntima, pero también contra y sobre todas las otras muertes que elegimos como propias y
defendemos del olvido.
En el hueco que queda, de Giselle Aronson, es un intento más de atrapar algo que ofrecer: tiempo, deseo, la lucidez atroz en
medio del insomnio, la importancia del dolor que no quiere evitarse o la lluvia
como lengua extranjera de un pasado donde quizá se era feliz sin
darse cuenta.
“nosotros,
los que somos nosotros,
seremos la memoria de Santiago,
sus luces encendidas.”
Recordamos que Aronson escribió el año pasado aquellas
palabras que dieron forma a lo que muchos sentíamos sin acertar a expresarlo: “Si me llegaran a desaparecer, te pido que me busques.” Su texto, compartido
durante meses en las redes, ya forma parte de la memoria herida de estos
últimos años.
En el hueco que queda nos somete al
ejercicio incómodo pero necesario de volver sobre nuestros pasos y tratar de
recordar, de no olvidar que alguna vez las cosas fueron (y serán) de otra forma.
“Yo quiero que vuelvan
esos tiempos
en que la lluvia
era música inofensiva,
un pretexto
para cualquier cosa,
incluso,
para escribir poesía.”
En la constatación de esa infinita
diferencia puede apuntalarse un verso. No
cambiará los hechos, pero será parte de ellos. Quizá alguien lo cite dentro de mucho
tiempo para explicar lo mucho que aún desconocemos sobre este presente
obtuso.
"No sirve esperar cuando el futuro
nunca llega a tiempo."
En el hueco que queda, Giselle Aronson, Halley Ediciones, Buenos Aires, 2018.