Lo que sé del amor cabe en un verso.
Nada.
Aunque no es verso blanco,
hay ruido, nieve gris de zapping viejo,
en un televisor con dos canales
donde el mundo cumplía mis deseos.
Lo que sé del amor tiene apellidos,
fotos y muy buenos modales.
Es la receta clásica y letal
para los invitados
a una cena de idiotas
donde sangran encías
tras los brindis.
Lo que sé del amor me lo enseñó
Don Draper,
es tan solo un invento
de buenos publicistas.
Lo que sé del amor es una mierda.
Enfermedad, secuela, maldición.
Luz prendida a deshora
sobre quien solo vos,
dieta alcohólica, olvido,
sacrificio y mentira por costumbre.
Lo que sé del amor no tiene precio.
Felicidad barata, milenaria y fugaz
digna de proclamarse novedad
en un reino de sueños moribundos.
Cosa inmensa e inútil
como cualquier planeta al que no vamos.
Lo que sé del amor es un secreto
a voces.
No te convierte en nadie que no seas,
no te resuelve, absuelve o dignifica.
No compensa ni paga las facturas.
No te deja crecer. Ni adelgazar.
Lo que sé del amor es un problema.
Mío.
m.trigo