Leí por primera vez este diario de Juan Terranova en marzo, buscando refugio en sus recuerdos de invierno español frente al calor insalubre porteño. Me hizo reír en varios colectivos y cafés mientras me sentía extrañamente observada. Quien escribe es un producto made in Spain. Pocas cosas resultan tan fascinantes como contemplar la realidad conocida a través de otros ojos. Una mirada que renueva lo que creíamos digerido, obligándonos a prestar vista y oído a detalles para los que perdimos sensibilidad hace tiempo. Terranova atrapó con humor y lucidez muchas idiosincrasias del ser español. Nada tan castizo como un cantinero capaz de exclamar: "A ver si empieza la primavera de una vez ahora que ya entregaron el premio del puto manco ese". "El puto manco ese" es Cervantes. "Spain is different", que se dice hace décadas, con el peor de los acentos posibles, para vender toros y playas con paella.
Terranova llegó invitado como joven autor argentino para participar de una residencia de escritores en la España del 2008, poco antes de que Juan Marsé recibiera el premio "del puto manco ese". No les copio acá su privilegiado punto de vista de la ceremonia. Sólo con esas páginas, donde sale hasta Sabina, ya regala una sesión de fotos inolvidable.
Entre tapas y frío, ejerce su rol de invitado asistiendo a charlas y conferencias predecibles pero también logra ejerce de escritor.
"Me encierro y leo los libros que me regalan. No sufro el imperativo turístico. No siento la necesidad de "conocer lo más posible" o "aprovechar para visitar". (...)
"¿Cómo se narra Alcalá? ¿Cómo se narra una ciudad donde todo está bien, donde te pagan por pasear y por leer, donde te invitan a almorzar y a cenar y te regalan libros? (...) Me saco una foto con la estatua de Valle- Inclán y después me toca coloquio de escritores en el viejo y canónico Café Gijón".
Constantino Bértolo le aclara que "acá todos escriben un misterio. El detective que gusta, que no habla de nada importante, que cita a los clásicos, un detective culto y limpio y su misterio". (...)
"Pienso en el misterio de Alcalá. El asesinato de un profesor en el marco de la entrega del Premio Cervantes. Me da naúseas. No podría escribir eso".
También Bértolo, hablando sobre España, afirma: "Venimos de veinte años de individualismo y bienestar. Y ahora no se sabe qué va a pasar. No digo, "cuanto peor, mejor". Pero los cinco millones de parados va a estar ahí. A ver si los escritores españoles se despiertan".
Eso. A ver.
Terranova no sufre el imperativo turístico pero acude a ineludibles citas madrileñas: el museo de cera, el Reina Sofía, el Prado y el domingo en la plaza Tirso de Molina con "puestos punks que venden remeras y libros de Kropotkin". Rescata un cotidiano que dan ganas de archivar en polaroids: un almuerzo en una fonda donde aún se puede fumar y bailar, el suelo de un bar lleno de restos de papeles y colillas, la certeza "contra Franco estábamos mejor"... Detalles Marca España que creímos imperecederos y que hoy, ratito después, se esfumaron. Diario de Alcalá habla de un país que sólo existe en el recuerdo. Leerlo fue como recibir la carta de un amigo con años de retraso.
"Y ahí va España, montada en Zeus disfrazado de toro, ambicionando ser Europa con todas sus ventajas y ninguno de sus defectos. Ojalá lo consiga", escribe Terranova.
Querido Juan, ya sabemos que no lo consiguió. Tampoco lo necesitaba. Algún día se dará cuenta.
Diario de Alcalá
Juan Terranova
ed. Pánico el Pánico, Buenos Aires, 2010.
Terranova llegó invitado como joven autor argentino para participar de una residencia de escritores en la España del 2008, poco antes de que Juan Marsé recibiera el premio "del puto manco ese". No les copio acá su privilegiado punto de vista de la ceremonia. Sólo con esas páginas, donde sale hasta Sabina, ya regala una sesión de fotos inolvidable.
Entre tapas y frío, ejerce su rol de invitado asistiendo a charlas y conferencias predecibles pero también logra ejerce de escritor.
"Me encierro y leo los libros que me regalan. No sufro el imperativo turístico. No siento la necesidad de "conocer lo más posible" o "aprovechar para visitar". (...)
"¿Cómo se narra Alcalá? ¿Cómo se narra una ciudad donde todo está bien, donde te pagan por pasear y por leer, donde te invitan a almorzar y a cenar y te regalan libros? (...) Me saco una foto con la estatua de Valle- Inclán y después me toca coloquio de escritores en el viejo y canónico Café Gijón".
Constantino Bértolo le aclara que "acá todos escriben un misterio. El detective que gusta, que no habla de nada importante, que cita a los clásicos, un detective culto y limpio y su misterio". (...)
"Pienso en el misterio de Alcalá. El asesinato de un profesor en el marco de la entrega del Premio Cervantes. Me da naúseas. No podría escribir eso".
También Bértolo, hablando sobre España, afirma: "Venimos de veinte años de individualismo y bienestar. Y ahora no se sabe qué va a pasar. No digo, "cuanto peor, mejor". Pero los cinco millones de parados va a estar ahí. A ver si los escritores españoles se despiertan".
Eso. A ver.
Terranova no sufre el imperativo turístico pero acude a ineludibles citas madrileñas: el museo de cera, el Reina Sofía, el Prado y el domingo en la plaza Tirso de Molina con "puestos punks que venden remeras y libros de Kropotkin". Rescata un cotidiano que dan ganas de archivar en polaroids: un almuerzo en una fonda donde aún se puede fumar y bailar, el suelo de un bar lleno de restos de papeles y colillas, la certeza "contra Franco estábamos mejor"... Detalles Marca España que creímos imperecederos y que hoy, ratito después, se esfumaron. Diario de Alcalá habla de un país que sólo existe en el recuerdo. Leerlo fue como recibir la carta de un amigo con años de retraso.
"Y ahí va España, montada en Zeus disfrazado de toro, ambicionando ser Europa con todas sus ventajas y ninguno de sus defectos. Ojalá lo consiga", escribe Terranova.
Querido Juan, ya sabemos que no lo consiguió. Tampoco lo necesitaba. Algún día se dará cuenta.
Diario de Alcalá
Juan Terranova
ed. Pánico el Pánico, Buenos Aires, 2010.