Escritor
Novelas: Eléctronica, El impostor, Ruda macho.
¿Cómo te definís
profesionalmente?
No me defino. Creo que
el trabajo del artista es buscar mucho y encontrar poco, para seguir buscando.
¿Sabés por qué te
dedicás a esto?
No es una respuesta
original, pero no podría hacer otra cosa. Escribir me proporciona placer y
hasta felicidad desde que era chico, y lo sigue haciendo.
¿Qué disciplinas
resultaron fundamentales en tu formación?
El cine, el teatro, la
música, el periodismo.
¿Qué es lo más útil
que te ha enseñado tu trabajo?
Que hay que trabajar
mucho y ser muy crítico con uno mismo. Que hay que animarse a probar cosas
nuevas. Que hay que permitir que los demás opinen.
¿Y lo más hermoso?
Una página en blanco
puede ser todo lo que necesito para sentir que la vida tiene algún sentido.
¿Cuáles considerás que
son tus principales fuentes e influencias creativas?
Cortázar, Sara
Gallardo, Andrés Caicedo, Dostoievsky, Vargas Llosa, Rulfo, García Márquez,
Piazzolla, Bach, Radiohead, Queen, Truffaut, Godard, Herzog, Kim Ki Duk.
¿Qué es lo que más te
duele a la hora de ejercer tu vocación?
La mala leche de
algunos, la envidia mal disimulada, el ánimo de destrucción. A veces, lo
difícil que resulta que la gente comprenda que escribir no es ni un hobbie ni
una profesión, que es una necesidad básica, lo más importante, lo único que
cuenta.
¿Crees haber
sacrificado algo importante para dedicarte a esto?
Nada es más
importante.
¿En cuántos proyectos
laburaste el año pasado?
Miles. Algunos
avanzan, otros mueren.
¿Todos llegaron a
mostrarse o estrenarse?
No.
¿Cuántos te esperan
ahora?
Una novela en proceso
de escritura, otra en proceso de reescritura, algunos cuentos a medias. Una
enorme crónica/novela de no ficción que me va a exigir demasiado valor, mucho
viaje y un esfuerzo descomunal que todavía no estoy preparado para hacer.
¿Cuál es el proyecto
al que dedicaste más tiempo hasta la fecha?
Electrónica. Fueron cinco años de
trabajo.
¿Cómo lo recordás?
¿Qué hubo de bueno y de malo?
Lo recuerdo con mucha
alegría. Todas las mañanas me despertaba pensando en eso y me iba a dormir
satisfecho porque había hecho mi trabajo. Tenía un motor inmenso que me
permitía seguir adelante. Vivía obsesionado con cada palabra, con cada idea
nueva, y en un momento parecía que todo lo que andaba rondando a mi alrededor
encajaba de alguna forma con la novela.
¿Vivís de lo que amás
o tenés otra actividad que ayuda a pagar las cuentas?
Todo lo que hago para
pagar las cuentas está relacionado con las palabras. Ya sea como escritor, como
profesor en la universidad, en mis talleres de narrativa o como editor.
¿Con qué otras artes
te relacionas habitualmente?
Toco el piano y
durante varios años formé parte de una banda de rock como tecladista. También
hice teatro. La música y el teatro estuvieron en mi vida desde chico, junto con
la literatura. Y soy un gran amante del cine, con quien tengo una cuenta
pendiente que espero saldar alguna vez.
¿Qué es lo más absurdo
que has hecho por amor al arte?
Hacer llorar a una
mujer.
¿Hay algo que no
volverías a hacer?
No.
¿Qué estás leyendo?
Vida y destino de Vasilly Grosman.
¿Qué autores
recomendás siempre?
Sara Gallardo y Andrés
Caicedo.
¿Qué películas volvés
a ver una y otra vez?
De chico, ET. De adolescente, Cinema Paradiso. De grande, El
desprecio.
¿Qué artistas – de
cualquier ámbito - te resultan imprescindibles?
Fernando Peña me
pareció un artista imprescindible que todavía se extraña. Godard. Bach.
Piazzolla. Los músicos de Radiohead, con Thom Yorke a la cabeza.
¿Qué buscás en la
gente con la que elegís laburar?
Compromiso, buena
energía y buen sentido del humor. Que todo sea con amor.
¿A qué profesionales
de tu ámbito seguís de cerca?
Creo que a todos.
Redes sociales mediante, todos estamos conectados y sabemos en qué anda el
otro.
¿Con quién hablás
sobre tu trabajo? ¿Pedís consejo o asesoramiento a alguien de confianza?
Hablo con cualquier
persona que tenga ganas de hablar, pero sin dudas mi gran socio en el camino
literario es Gonzalo Unamuno, con quien tenemos largas conversaciones de
literatura, política y mujeres.
¿Pedís subsidios para
tus proyectos? ¿A qué instituciones?
Una vez nos
inscribimos en la ley de Mecenazgo del gobierno de la ciudad para encarar la
editorial Outsider.
¿Por qué?
Porque necesitábamos
un empujón económico que no teníamos por otros canales.
¿Por qué vivís en
Buenos Aires?
Porque nací en Buenos
Aires y, aunque siempre tengo la idea de irme, es una usina de arte y cultura,
y no puedo vivir sin ninguna de las dos.
¿Hay algún viaje que
marcara un antes y un después en tu trabajo?
El viaje que hice a
Cuba en 2013, invitado por la
Casa de las Américas. Sentarme en la misma silla donde se
sentó Cortázar, conocer a Fernández Retamar, ser convocado por mi trabajo como
joven escritor… Me hicieron sentir importante y me llenaron de una confianza y
de unos amores que resultaron el motor de todo lo que vino después. Cuba fue
muy importante para la literatura latinoamericana en algún momento, y lo sigue
siendo, reuniendo, convocando y promocionando nuevos autores.
¿Cuándo te das cuenta
de que tenés un nuevo proyecto entre manos?
Cuando pienso todo el
tiempo en eso, por lo general de noche, y no me puedo dormir.
¿Sentís que tenés un
sistema personal de trabajo?
Por momentos, sí. A
veces me olvido y me lo tengo que recordar.
¿Qué hay en tu lista
de cosas pendientes?
Palabras
ininteligibles que escribí a las apuradas, en medio de la noche, y que ya no sé
qué quieren decir.
¿Tenés un panorama
claro de lo que vendría siendo tu trayectoria?
Supongo que sí.
¿Qué es lo que más te
preocupa en tu futuro?
Perder las ganas de
escribir.