Pocas cosas tan gratificantes a la hora de ver una obra como dejarse llevar por la certeza de un nombre, un nombre al que le confiamos nuestro tiempo sin reservas porque siempre nos proporciona un hermoso material sobre el que reflexionar. Son pocos los nombres de esa lista. Ciro Zorzoli es uno. Y tras su nombre llegamos ayer a la sala Apacheta para ver Unos días afuera. Atentos únicamente al "de/con" de la ficha técnica que anuncia: Eugenia Estévez, Ciro Zorzoli.
Pocas cosas tan emocionantes como no tener idea de lo que vas a ver un domingo a las cinco de la tarde y encontrarte un programa de mano que te anuncia que la obra en cuestión "es una invitación. Un espacio de búsqueda (...) donde lo que se repite es nuestra insistencia en vincularnos con ciertas cuestiones que son las que nos llevan a hacerla. (...) Confiando en que nos impulsarán a ese encuentro y que hallarán, en el que mira, su propio sentido. Cada vez". Leer ese brevísima formulación de principios y saber que se te está considerando una parte indispensable del juego. Sentirse invitada, sí, pero también agradecida de antemano por esa intención, ese deseo de sus autores de que vivenciemos y (re)escribamos juntos a ellos.
Pocas cosas tan interesantes como entender, apenas entrás a la sala, que no vas a ver una obra de teatro. O sí, pero no sólo. Entender que vas a ver una obra de danza. Pero no sólo. Entender que están inventando un lenguaje para vos, algo se está experimentando ante tus ojos. Una forma distinta, íntima, personalísima, de compartir una serie de anécdotas que son universales por concretísimas y afinadas. Un lenguaje pulido, preciso, precioso. Un uso de la palabra, del silencio y de la intención que admite infinitas posibilidades. Entender que es imposible que haya dos funciones iguales de Unos días afuera porque la organicidad y la búsqueda es extrema, se cocina ante el público, se construye con un amor exquisito puesto en cada frase, en cada movimiento. Saberse privilegiada por ser parte de esa función.
Pocas cosas tan fascinantes como dejarse seducir por un cuerpo vivo que baila para nosotros. ¿Baila? Sí, por momentos Eugenia Estévez baila, pero sobre todo, está. Está ahí. En un aquí y un ahora que Zorzoli llena de reflexiones elaborando un discurso en vivo que nos atrapa, su voz nos guía a través de observaciones mínimas que bein podrían ser una excelente voz en off. Pero él está ahí. No es sólo una voz. Es una presencia. Unos días afuera es, entre otras muchas cosas, la suma de dos potentes presencias en un espacio escénico. La propuesta admite infinitas lecturas, de ahí esa invitación del programa de mano a que cada uno encuentre su sentido.
Unos días afuera es un diálogo imposible entre la mente masculina y la femenina. Es también la comunión accidental entre esos dos universos enfrentados. Es la constatación de que la danza también habita la palabra. De que las palabras pueden tener un cuerpo sin necesidad de ilustrarlas. La palabra puede bailarse. Como el silencio.
Unos días afuera es una apuesta que confía en la intimidad de los universos creativos personales. "Es una pieza donde lo que se repite es nuestra insistencia en vincularnos con ciertas cuestiones que son las que nos llevan a hacerla", advierten Estévez y Zorzoli en el programa. Y es un acierto, sin duda. Tanto el fondo como la forma elegida para compartirlas.
Quien escribe estas líneas conoce poco y nada sobre danza, pero reconoce humildemente que algunos de los trabajos vistos en este último año nos han obligado a reflexionar una y otra vez sobre las infinitas maneras de contar lo que interesa. La importancia de establecer un vínculo tan profundo como amoroso con el material de trabajo. El tema abordado desde las consecuencias, desde sus huellas en mi quehacer como artista. Cuando eso aparece en escena la obra adquiere una vitalidad que trasciende el imperativo del relato o de la existencia de personajes.
Unos días afuera, Cartas a mi querido espectador de Fabian Gandini, Basura de Rakhal Herrero, o Villa Argüello de Celia Argüello Rena, son alguno de los mejores ejemplos que podemos recomendar como experiencias para salvar esa absurda barrera que tantas veces instalamos entre disciplinas escénicas. Los creadores que confían en su necesidad de aunar lenguajes expresivos nos recuerdan que la verdad escénica se revela únicamente cuando dejamos de pelearnos con nosotros mismos en el escenario para dejar que las cosas - movimiento, palabra, gesto, silencio, pausa, luz - sucedan. Se den. Aparezcan. No como efectos. No como meros complementos, sino como partes fundamentales de la construcción.
Pocas cosas tan inspiradoras como ver Unos días afuera y saberse cómplice, testigo, partícipe de un encuentro único donde cada espectador abandonó la sala sintiéndose alguien especial, alguien quizá predestinado a tomar el próximo colectivo vacío que doble la esquina. Y sonreír.
Unos días afuera
Con / de: Eugenia Estévez, Ciro Zorzoli.
Iluminación: Eli Sirlin.
Diseño de espacio: Eugenia Estévez, Ciro Zorzoli
Fotografía: José Carracedo.
Asistencia artística: Lucía Fernández Mouján.
Dirección: Eugenia Estévez, Ciro Zorzoli.
Apacheta Sala Estudio.
Pasco 623.
Domingos 17hs.
Pocas cosas tan emocionantes como no tener idea de lo que vas a ver un domingo a las cinco de la tarde y encontrarte un programa de mano que te anuncia que la obra en cuestión "es una invitación. Un espacio de búsqueda (...) donde lo que se repite es nuestra insistencia en vincularnos con ciertas cuestiones que son las que nos llevan a hacerla. (...) Confiando en que nos impulsarán a ese encuentro y que hallarán, en el que mira, su propio sentido. Cada vez". Leer ese brevísima formulación de principios y saber que se te está considerando una parte indispensable del juego. Sentirse invitada, sí, pero también agradecida de antemano por esa intención, ese deseo de sus autores de que vivenciemos y (re)escribamos juntos a ellos.
Pocas cosas tan interesantes como entender, apenas entrás a la sala, que no vas a ver una obra de teatro. O sí, pero no sólo. Entender que vas a ver una obra de danza. Pero no sólo. Entender que están inventando un lenguaje para vos, algo se está experimentando ante tus ojos. Una forma distinta, íntima, personalísima, de compartir una serie de anécdotas que son universales por concretísimas y afinadas. Un lenguaje pulido, preciso, precioso. Un uso de la palabra, del silencio y de la intención que admite infinitas posibilidades. Entender que es imposible que haya dos funciones iguales de Unos días afuera porque la organicidad y la búsqueda es extrema, se cocina ante el público, se construye con un amor exquisito puesto en cada frase, en cada movimiento. Saberse privilegiada por ser parte de esa función.
Pocas cosas tan fascinantes como dejarse seducir por un cuerpo vivo que baila para nosotros. ¿Baila? Sí, por momentos Eugenia Estévez baila, pero sobre todo, está. Está ahí. En un aquí y un ahora que Zorzoli llena de reflexiones elaborando un discurso en vivo que nos atrapa, su voz nos guía a través de observaciones mínimas que bein podrían ser una excelente voz en off. Pero él está ahí. No es sólo una voz. Es una presencia. Unos días afuera es, entre otras muchas cosas, la suma de dos potentes presencias en un espacio escénico. La propuesta admite infinitas lecturas, de ahí esa invitación del programa de mano a que cada uno encuentre su sentido.
Unos días afuera es un diálogo imposible entre la mente masculina y la femenina. Es también la comunión accidental entre esos dos universos enfrentados. Es la constatación de que la danza también habita la palabra. De que las palabras pueden tener un cuerpo sin necesidad de ilustrarlas. La palabra puede bailarse. Como el silencio.
Unos días afuera es una apuesta que confía en la intimidad de los universos creativos personales. "Es una pieza donde lo que se repite es nuestra insistencia en vincularnos con ciertas cuestiones que son las que nos llevan a hacerla", advierten Estévez y Zorzoli en el programa. Y es un acierto, sin duda. Tanto el fondo como la forma elegida para compartirlas.
Quien escribe estas líneas conoce poco y nada sobre danza, pero reconoce humildemente que algunos de los trabajos vistos en este último año nos han obligado a reflexionar una y otra vez sobre las infinitas maneras de contar lo que interesa. La importancia de establecer un vínculo tan profundo como amoroso con el material de trabajo. El tema abordado desde las consecuencias, desde sus huellas en mi quehacer como artista. Cuando eso aparece en escena la obra adquiere una vitalidad que trasciende el imperativo del relato o de la existencia de personajes.
Unos días afuera, Cartas a mi querido espectador de Fabian Gandini, Basura de Rakhal Herrero, o Villa Argüello de Celia Argüello Rena, son alguno de los mejores ejemplos que podemos recomendar como experiencias para salvar esa absurda barrera que tantas veces instalamos entre disciplinas escénicas. Los creadores que confían en su necesidad de aunar lenguajes expresivos nos recuerdan que la verdad escénica se revela únicamente cuando dejamos de pelearnos con nosotros mismos en el escenario para dejar que las cosas - movimiento, palabra, gesto, silencio, pausa, luz - sucedan. Se den. Aparezcan. No como efectos. No como meros complementos, sino como partes fundamentales de la construcción.
Pocas cosas tan inspiradoras como ver Unos días afuera y saberse cómplice, testigo, partícipe de un encuentro único donde cada espectador abandonó la sala sintiéndose alguien especial, alguien quizá predestinado a tomar el próximo colectivo vacío que doble la esquina. Y sonreír.
Unos días afuera
Con / de: Eugenia Estévez, Ciro Zorzoli.
Iluminación: Eli Sirlin.
Diseño de espacio: Eugenia Estévez, Ciro Zorzoli
Fotografía: José Carracedo.
Asistencia artística: Lucía Fernández Mouján.
Dirección: Eugenia Estévez, Ciro Zorzoli.
Apacheta Sala Estudio.
Pasco 623.
Domingos 17hs.