La sociedad se
empeña en hacer sentar la cabeza a la fotografía, en templar la demencia que
amenaza sin cesar con estallar en el rostro de quien la mira. Para ello tiene a
su disposición dos medios.
El primero
consiste en hacer de la fotografía un arte, pues ningún arte es demente. (…) Puede ser un arte cuando su noema es olvidado y por consiguiente su esencia no actúa
más sobre mí.
El otro medio
consiste en generalizarla, en gregarizarla, en trivializarla hasta el punto de
que no haya frente a ella otra imagen con relación a la cual pueda acentuar su
excepcionalidad, su escándalo, su demencia. Es lo que ocurre en nuestra
sociedad, en la cual la fotografía aplasta con su tiranía a las otras imágenes.
(…)
Vivimos según un imaginario generalizado. Ved lo que ocurre en Estados
Unidos: todo se transforma allí en imágenes: no existe, se produce y se consume
más que imágenes. (…) La imagen generalizada, desrealiza completamente el mundo
humano de los conflictos y los deseos con la excusa de ilustrarlo. Lo que
caracteriza a las sociedades avanzadas es que tales sociedades consumen en la
actualidad imágenes y ya no, como las de antaño, creencias; son, pues, más
liberales, menos fanáticas, pero son también más “falsas” (menos “auténticas”)-
cosa que nosotros traducimos, en la consciencia corriente, por la confesión de
un tedio nauseabundo, como si la imagen, al universalizarse, produjere un mundo
sin diferencias (indiferente) del que sólo puede surgir aquí y allí el grito de
los anarquismos, marginalismos e individualismos, salvemos el deseo inmediato
(sin mediación).
¿Loca o cuerda?
La fotografía puede ser lo uno o lo otro: cuerda si su realismo no deja de ser
relativo temperado por unos hábitos estéticos o empíricos (hojear una revistas
en la peluquería, en casa del dentista); loca si ese realismo es absoluto y, si
así puede decirse, original, haciendo volver hasta la conciencia amorosa y
asustada la carta misma del tiempo: movimiento propiamente revulsivo, que
trastoca el curso de la cosa y que yo llamaré, para acabar, éxtasis fotográfico.
Tales son las
dos vías de la fotografía. Es a mí a quien corresponde escoger, someter su
espectáculo al código civilizado de las ilustraciones perfectas, o afrontar en
ella el despertar de una intratable realidad.
Roland Barthes.
La cámara Lúcida. Notas sobre fotografía, ed. Paidós Comunicación, Barcelona, 1990.