Enfrentarse a un puñado de páginas cuyo valor dentro del paisaje de la literatura universal es inamovible, acercarse a una forma sobre la que hay miles de estudios teóricos para darle vida a su contenido prestándole voz y cuerpo al personaje femenino que habita en esas frases, es un desafío al alcance de muy pocos. Baliero y Banegas lo logran con creces en Molly Bloom.
¿Quién no ha fantaseado alguna vez con dar voz a Molly Bloom? ¿Qué mujer que haya llegado a esas páginas del Ulises no las ha releído una y otra vez atrapada por esa oleada de verdades, su humor y ese pulso arrebatado en el que inevitablemente se reconoce el propio latido? ¿Cuántas veces se habrá leído en voz alta ese hilo de pensamiento tejido por un Joyce cuyas carcajadas quedaron resonando para siempre en el limbo de las glorias literarias?
Pero una cosa es leer en voz alta esas páginas en el curso de una clase o en uno de tantos congresos complacientes donde los expertos se adormecen con sus sabidurías respectivas, y otra muy distinta, es hacer que esa voz se convierta en una persona durante cincuenta minutos. Eso es lo que consigue Cristina Banegas en la puesta que se presenta en el C.C.C.
No hay grandes artificios en la escena. Apenas los elementos imprescindibles para generar un marco agradable y simbólico a lo que, aparentemente, será una lectura. Blanco, rojo y negro. Un atril, luz, un único efecto de sonido y una actriz descalza. Es todo. Y cualquiera que haya visto Molly Bloom sabe que en esta enumeración la actriz descalza es lo único importante. Porque la actriz se enfrenta a "ese" Joyce.
Banegas exprime cada frase. Cuerpo y voz se aúnan trascendiendo la experiencia de la lectura para convertirla en algo memorable. La actriz disfruta con cada salto en el vacío de Molly y nos arrastra en ese torrente de imágenes logrando que el paso del tiempo, ese desvelo poblado de recuerdos, deseos y rutinas, transcurra ante nuestros ojos. No enumeramos la suma de elementos que nutren su trabajo porque se trata ni más ni menos que de una síntesis genial de talento actoral, es decir, años de profesión generosamente entregados a la idea para lograr el mejor de los resultados posibles.
Da vértigo imaginar las infintas opciones que fueron descartadas a lo largo del proceso creativo de esta puesta. La posibilidad de trabajar este texto en escena engolosinaría a cualquiera. De ahí que haya que celebrar la inteligencia de la dirección de Baliero al dejar que el protagonismo siga descansando en el texto. "Ese" Joyce no necesita nada más. Y Molly no puede estar más feliz.
Molly Bloom
Texto: James Joyce.
Dirección: Carmen Baliero.
Adaptación: Ana Alvarado, Cristina Banegas, Laura Fryd.
Traducción: Cristina Banegas, Laura Fryd.
Con: Cristina Banegas.
Diseño de luces: Matías Sendón.
Diseño sonoro: Facundo Gómez.
Realización escenográfica: Sol Soto.
Realización de vestuario: Marta Klopman.
Fotografía: Andrés Barragan.
Diseño gráfico: Ian Kornfeld.
Apuntadores: Tanya Barbieri.
Asistencia de dirección: Francisca Ure.
Prensa: María Laura Lucini Monti, María Sureda.
Producción: Ana Jelin.
Dirección de arte: Juan José Cambre.
CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACIÓN
Corrientes 1543.
De viernes a domingo, 20. 30hs.