"Qué mala suerte tienen las bombas de no encontrarme", es una de las poéticas e intensas frases que escuchamos en la poderosa voz de Marta Lubos, una de las muchas que este personaje femenino inolvidable nos ofrece como quien regala caramelos. Este nuevo trabajo de Diego Faturos está lleno de sutiles contrastes y excesos puntuales que levantan un microuniverso donde todo pareciera posible gracias a la increíble fuerza de la palabra.
Amanda vuelve nos muestra cómo la evocación bien entendida puede generar una sólida construcción de imposibles cotidianos. Una casa inabarcable como el mundo, una mente femenina desbordada por la soledad que juega a llenar cada silencio, cada pausa, con infintas enumeraciones. Lo que fue, lo que pudo haber sido, lo que será. Las palabras que ya no se recuerdan, las que hay que inventar cuando la realidad se agota y el juego exige nuevas formas. La fe de una niña que cada mañana comprueba que los árboles sigan en su lugar, es la fe inquebrantable de la mujer que hoy espera el regreso de Amanda.
Amanda es un nombre. ¿Y qué es un nombre?, nos pregunta Shekaspeare. Apenas una palabra más. Sin embargo, es una parte definitiva de una gran totalidad. El nombre que se repite como un bálsamo funciona como cura, como consuelo, se cifra en él una esperanza de futuro, de mañana diferente. Amanda, la mujer lo dice, somos todos, o lo seremos algún día. Cada espectador descubrirá cuántas promesas ocultas hay en Amanda, cuál es su espera, su necesidad.
Amanda vuelve es una muy talentosa combinación de todos los elementos que la hacen posible. En cada detalle se aprecia una cuidada dedicación que se agradece. La escenografía nos muestra el recorte circular de un mundo detenido en el absurdo de una guerra que sin embargo gira. Eso sí, gira caprichosamente y sólo cuando la otra, otra Amanda, se presta a ello. La potencia de todo lo simbólico se abre una y otra vez en este montaje a la espera de que el público se adueñe de sus infinitas metáforas. El espacio también está habitado por sonidos. El afuera se cuela cada tanto de un modo inesperado sólo para ser ignorado, bautizado con un delirio que lo justifica. Hasta que no puede ignorarse más, hasta que las alcanza. Y hay música. Un piano donde Matías Macri acompaña la acción y la luz. Las luces también son. Una vez más el trabajo de Ricardo Sica, que ya trabajó con Faturos en Vientos que zumban entre ladrillos, se convierte en un rubro destacable al servicio de la poesía en escena.
Marta Lubos y Sandra Villani son dos actrices de una presencia hipnótica a las que la dirección sitúa por momentos en códigos distintos. Gracias a ese contraste aparece un humor nuevo, inteligente e inquietante. Ambas actrices gozan con la palabra y con las imágenes que acarrean y el público, ya lo dijimos, abandona la sala como niño con gran caja de dulces bajo el brazo.
Imperdible.
Amanda vuelve.
Texto y dirección: Diego Faturos.
Actúan: Marta Lubos, Sandra Villani.
Piano: Matías Macri.
Diseño de escenografía: Sofía Rapallini.
Realización escenográfica: Gianni Faturos.
Asistencia de dirección: Cintha Guerra.
Timbre 4. México 3554. Viernes 23.15hs.
Amanda vuelve nos muestra cómo la evocación bien entendida puede generar una sólida construcción de imposibles cotidianos. Una casa inabarcable como el mundo, una mente femenina desbordada por la soledad que juega a llenar cada silencio, cada pausa, con infintas enumeraciones. Lo que fue, lo que pudo haber sido, lo que será. Las palabras que ya no se recuerdan, las que hay que inventar cuando la realidad se agota y el juego exige nuevas formas. La fe de una niña que cada mañana comprueba que los árboles sigan en su lugar, es la fe inquebrantable de la mujer que hoy espera el regreso de Amanda.
Amanda es un nombre. ¿Y qué es un nombre?, nos pregunta Shekaspeare. Apenas una palabra más. Sin embargo, es una parte definitiva de una gran totalidad. El nombre que se repite como un bálsamo funciona como cura, como consuelo, se cifra en él una esperanza de futuro, de mañana diferente. Amanda, la mujer lo dice, somos todos, o lo seremos algún día. Cada espectador descubrirá cuántas promesas ocultas hay en Amanda, cuál es su espera, su necesidad.
Amanda vuelve es una muy talentosa combinación de todos los elementos que la hacen posible. En cada detalle se aprecia una cuidada dedicación que se agradece. La escenografía nos muestra el recorte circular de un mundo detenido en el absurdo de una guerra que sin embargo gira. Eso sí, gira caprichosamente y sólo cuando la otra, otra Amanda, se presta a ello. La potencia de todo lo simbólico se abre una y otra vez en este montaje a la espera de que el público se adueñe de sus infinitas metáforas. El espacio también está habitado por sonidos. El afuera se cuela cada tanto de un modo inesperado sólo para ser ignorado, bautizado con un delirio que lo justifica. Hasta que no puede ignorarse más, hasta que las alcanza. Y hay música. Un piano donde Matías Macri acompaña la acción y la luz. Las luces también son. Una vez más el trabajo de Ricardo Sica, que ya trabajó con Faturos en Vientos que zumban entre ladrillos, se convierte en un rubro destacable al servicio de la poesía en escena.
Marta Lubos y Sandra Villani son dos actrices de una presencia hipnótica a las que la dirección sitúa por momentos en códigos distintos. Gracias a ese contraste aparece un humor nuevo, inteligente e inquietante. Ambas actrices gozan con la palabra y con las imágenes que acarrean y el público, ya lo dijimos, abandona la sala como niño con gran caja de dulces bajo el brazo.
Imperdible.
Amanda vuelve.
Texto y dirección: Diego Faturos.
Actúan: Marta Lubos, Sandra Villani.
Piano: Matías Macri.
Diseño de escenografía: Sofía Rapallini.
Realización escenográfica: Gianni Faturos.
Asistencia de dirección: Cintha Guerra.
Timbre 4. México 3554. Viernes 23.15hs.