¿Qué es el miedo? ¿Para qué sirve? ¿Dónde comienza el miedo a poseernos o a ser únicamente nuestro? ¿Será que miedo sólo hay uno y se
reparte de forma desigual? ¿De dónde viene o cómo llega? La Bestia Invisible
baraja esos y otros muchos interrogantes. La semilla de este dispositivo
escénico puede haber sido una de tantas noticias sobre un lejano experimento
con ratones asustados al científico modo. Quizá esa fue la imagen disparadora o el hallazgo que consolidó la potencia
de una propuesta dramatúrgica abierta e intuitiva que avanza entre recuerdos
enquistados, recuerdos sobre los que sus voces se construyen. La dirección de Nayla Pose confía en los bordes, los límites donde la realidad da paso a otra, de ahí que no
sea importante ubicar dónde están ellos, los que recuerdan, o dónde estamos nosotros mientras se nos
interpela con cuestiones sobre las que seguiremos pensando mucho tiempo después.
La Bestia Invisible puede vivenciarse como un ensayo práctico y
profundamente poético que reflexiona sobre el valor intrínseco de todo pasado - el personal, el familiar y el histórico – y
los modos en que interrelacionan para determinar nuestra confusa
identidad. No cabe duda de que un conflicto bélico se hereda, se transmite de
generación en generación convirtiéndose en algo impredecible. Puede ser cotidiano y esclarecedor a la hora de inculcar, no ya una
ideología, sino un modo de entender la existencia, pero también puede ser
un silencio omnipresente, una tristeza sin nombre, una herida imposible de cerrar.
La puesta en escena ritma un elenco de diez actores y actrices que abordan diferentes intensidades para habitar sus relatos. La estructura desdibujada de la dramaturgia se subraya mediante una iluminación, resuelta en todo momento desde dentro de la escena, que logra interesantes primeros planos que favorecen la intimidad de su búsqueda. El espacio y el sonido son también recursos potenciados que abren y cierran sobre sí mismos logrando que la distancia con la platea se reduzca y el público se integre en la vorágine de incertidumbre de la que, inevitablemente, es parte.
La puesta en escena ritma un elenco de diez actores y actrices que abordan diferentes intensidades para habitar sus relatos. La estructura desdibujada de la dramaturgia se subraya mediante una iluminación, resuelta en todo momento desde dentro de la escena, que logra interesantes primeros planos que favorecen la intimidad de su búsqueda. El espacio y el sonido son también recursos potenciados que abren y cierran sobre sí mismos logrando que la distancia con la platea se reduzca y el público se integre en la vorágine de incertidumbre de la que, inevitablemente, es parte.
Somos una coral desconcertada que nadie afina ni
dirige, pero que se empeña, persiste y busca otras formas de explicarse, de
repetir lo ya dicho con la esperanza de que algún día ya no sea preciso. Somos, quizá, el hilo
conductor que une la memoria con los sueños. El teatro pareciera ser el territorio ideal para que el fruto de ese cruce se materialice
con un forma nueva, un paréntesis donde la lógica voraz de la razón se detiene para dejar que sea el cuerpo quien hable y escuche.
La bestia invisible
Dramaturgia: Nayla Pose.
Texto: Emmanuelle Cardon, Florencia
Halbide, Germán Leza, Paola Lusardi, Federico
Manzioni, Loló Muñoz, Julián Ponce Campos, Nayla
Pose, Nahuel Saa, Mariano Saba, Lucía Szlak, Marian Vieyra.
Actúan: Emmanuelle Cardon, Florencia
Halbide, Germán Leza, Paola Lusardi, Federico
Manzioni, Loló Muñoz, Julián Ponce Campos, Nahuel
Saa, Lucía Szlak, Marian Vieyra
Diseño gráfico: Lucía Szlak.
Prensa: Nahuel Saa.
Dirección: Nayla Pose.
El Brío
Álvarez Thomas 1582
Sábados 22h.