El
exterior fue un tiempo donde éramos posibles.
Un
sindios y un sin mapa porque las ciudades
como
los mandamientos
se
cierran en banda con apenas dos puertas
o una
mejor muralla.
Íbamos
a llegar pero sin prisa
era
buena la tela y el traje no era urgente
el
invierno también era otra cosa
digna
de atravesar
y en
el silencio de la cámara anecoica
brindábamos
con Cage y el señor Gould
sin
sacarnos los guantes ni el abrigo
por
eso de vivir
y
palpitar idéntico a cualquiera
pero
con nuestro ritmo y a deshora
y
dentro de algún rothko
por
supuesto.
Si
hay piedad en el mundo lloverá
se
afirmaba en el medio de todos los cigarros.
Eran tiempos
acordes al escándalo
y el
paso de los trenes derribaba inquietudes
y
fronteras. Después de medianoche
el
cuerpo es el mensaje o la botella
y la
luz es la luz es la luz
fotosintética.
Ellos
me consentían. Con sus buenos modales
el
cuartero era unánime y discreto.
Mi
pieza ya sobraba en ese entonces
aunque
quedaba bien sobre cualquier piano
y eso
explica mi amor
suelo
decir
cuando algún demandante pide guerra
o
interrumpe el silencio sostenido.
m.trigo