Quisiera algún día poder traducir algunas de las intuiciones que se experimentan al asistir al ensayo de una obra de teatro. General o no. Ensayo. Esa instancia del trabajo donde todo está por verse. Hay un esquema, un mapa que nos guía, pero en cualquier momento sucede algo que cambia el camino, descubrimos otra cosa, una frase vuela o se transforma, un gesto se fija, una acción adquiere valor renovado y eso hace que... El ensayo es un tiempo/espacio donde todo es pero nada está aún, donde buscamos sin saber qué encontraremos.
Ensayar es, sin duda, una forma posible de la felicidad.
Asistir a ensayos siempre es un privilegio. Y la generosidad de los equipos que deciden compartir sus obras en esa instancia se agradece muchísimo. Pocas cosas hay más inspiradoras y gratificantes que ver a los actores transitando un texto que desean habitar, verlos aproximarse a un ser y estar en otro. Un tono de voz, una energía, un hilo de pensamiento que ofrece una nueva perspectiva de la vida, un punto de vista único y original que nos obliga a detenernos ante el mundo conocido.
Ayer el equipo de Tebas Land en Buenos Aires realizó un ensayo abierto a público donde colaboramos re-creando todo lo que aún no está terminado, ya que estrenan en febrero. No vimos el final y, no solo no importó, adquirimos así el compromiso de verlos en función. Gerardo Otero y Lautaro Perotti nos presentaron, con la generosidad y el talento que los caracteriza, dos personajes que están en camino, dos personajes a los que están llegando. Dos hombres muy distintos, dos extremos de la extraña realidad que habitamos, unidos por la posibilidad de crear una obra: la que vemos.
El texto de Sergio Blanco es de una ingenería dramatúrgica excepcional. Interpela a un público presente y activo al que, todo el tiempo, se mantiene en estado de alerta. Argumentalmente puede resumirse de muchas formas. Un director de teatro trata de escribir y elaborar su próxima obra en torno a, y con la colaboración, de un parricida, por ejemplo. Sin embargo, eso es apenas la cascarita, la excusa.
Tebas Land apuesta por diseccionar, literalmente, el azaroso proceso de creación de una obra. ¿Cuándo y cómo la realidad se ficcionaliza? ¿Qué tiene más importancia? ¿Cómo se escribe lo indecible? ¿Qué puede o no mostrarse sobre un escenario? ¿Puede una instancia legal y burocrática ser factor determinante en una puesta? Pero ese no es su único campo poético. La obra nos interroga sobre la paternidad, ese vínculo azaroso. ¿Qué es un padre? ¿Un accidente biológico? ¿Un mito? ¿Un enemigo? ¿Alguien a quien, tarde o temprano, debemos matar para seguir en pie?
Tebas Land se ha estrenado ya en varios países, su última puesta, la versión londinense, no deja de cosechar críticas excelentes y Blanco ha sido recientemente nominado como Mejor Autor en los Premios Award. La versión porteña, dirigida por Corina Fiorillo en Timbre 4, dará también mucho que hablar.