"Soñé con una estrofa"


La poesía sabe ser el juguete de los niños sin sueño que nos empeñamos en seguir siendo. Nos deja sobre la alfombra todas sus piezas para que armemos un mundo nuevo a nuestro antojo. Al abrir un libro de poemas sabemos que no habrá allí una historia, sino muchas, no habrá un personaje, sino infinitas voces afinadas en una que nos cante contando quién sabe qué dilemas que solo a ella inquietaron algún día. Para cuando los poemas nos llegan su autor/a ya está lejos y, quizá, a salvo de los puentes que voló a su paso.

Desde las bisagras, de Luciana Ravazzani, es un álbum de fotos rescatado del fondo del océano. Todo está ahí: mañanas de sol, silencios, la certeza fugaz y necesaria que alimenta el deseo y descorcha un poquito de esperanza sobre la existencia. En todas las fotos de ese álbum, en cada poema, el tiempo está ya listo para convertirse en estatua de sal, flor de instantánea.

“Él parece no ser / de este mundo / hasta que también / abre cartones de leche, / mira el horario, / habla por teléfono. / Qué tranquilidad / me invade / en esos momentos”.

“Quisiera ser parte de la luz / que entra en tu casa a las nueve / para poder iluminarte cuando sean las diez”.

El poema nace de lo mínimo y lo máximo: la cercanía del amado – ese invento a la medida de nuestras circunstancias que acertamos a iluminar con el mejor de los efectos especiales –;  pero también de la rutina de una vida que acierta a reclamar los cuidados de una planta exótica, única y caduca.

“Hay momentos en la vida / que les pasan a todos / pero a mí me gustaba / que me pasaran con vos”.

"Todos los días nace algo / y se muere algo / en mi jardín".

En esa suma de fugacidades, el sueño, su constancia, su enrarecimiento como extensión en el día, también acierta a convertirse en mariposa diseccionada por su autora con el humor y la lucidez de quien elije el imposible cotidiano como materia prima.

“Lo mejor de la vida pasa por Piero” / dice la etiqueta de un colchón / donde soñé con las lágrimas de dos hombres”.

"... me desperté confundida con el tibio desorden / de no saber cómo encarar el día, / si mi cara iba a estar a la altura de las circunstancias, / si iba a tener ganas de ponerme el abrigo / o de salir corriendo desnuda como en un cuento / de Anderson que nunca me pareció bueno". 

“Soñé que escribía un poema de los que ya no escribo”, afirma desde el recuerdo la voz afinada que deshoja y desnuda su memoria para acompañarnos.


Si el libro le hace al lector lo que el autor al mundo, Desde las bisagras, bien merece un lugar en nuestra experiencia. 

m.trigo


Desde las bisagras, Luciana Ravazzani, ed. En Danza, Buenos Aires, 2015.