Conozco a Dalmiro Zantleifer desde hace diez años. Crecimos juntos en el quehacer de distintos rubros y ha sido siempre una grata sorpresa descubrir cuánto y en qué manera su expresividad adquiría cada vez más precisión sin por ello perder impronta lúdica ni perspectiva.
Todos mis proyectos hasta la fecha contaron con su gráfica. Nos entendemos sin un solo atentado egocéntrico y nunca deja de fascinarme el modo en que logra habitar y sintetizar mis ideas con sus dibujos. Nuestro anterior proyecto fue Por eso las curitas, unipersonal autobiográfico donde se enfrentó al desafío, junto a Sol Soto, de crear una proyección animada que intervenía fotos de mi vida resignificando mi interpretación de los hechos. La forma en que su propuesta afianzó mi imaginario y potenció mi humor fue uno de los mejores hallazgos del montaje.
Un libro, como toda obra, es la suma de infinitas razones y azares. Un poemario es una de las materializaciones más extrañas que acierto a concebir como obra propia. Cada poema, con suerte, atrapa un destello de lucidez que nunca se repite. De ahí la evocación de las polaroids elegida para el título.
Todo libro esconde dentro una caja de juguetes, un viaje, un álbum de fotos, un laberinto de puertas y vaya uno a saber cuántas personas. Un libro es una bomba que macgyvear.
La escritura me proporciona personajes desde los que escribir. Me doy cuenta de que son como los bailarines de Jackson, una extensión despeinada de mí misma. A menudo, un clown que se toma muchas licencias sin permiso. Mientras escribo soy cursi, me enamoro y opero a corazón abierto mis recuerdos. Estoy en cada palabra pero no soy lo que escribo. La escritura es para mí otra forma de actuación.
Decidir ilustrar un poemario resulta espinoso. ¿Acaso el texto no alcanza? ¿Cómo lograr que el dibujo no redunde o simplifique? ¿Cuánto suma?
Con Zantleifer somos muy conscientes de ese desafío y siempre coincidimos en lo que "no es". Pero resulta casi imposible darle forma a esas intuiciones. El dibujo acompaña como una certeza o no va, no es. Esa fue una consigna tácita y Polaroids de aeropuerto bajo lluvia y otras breves escenas sin Bruce Willis es el resultado final de esa búsqueda.
Las ilustraciones son una ventana abierta sobre los poemas. Exploran una palabra o una expresión y la convierten en algo que nunca hubiera imaginado. Acá y allá aparece una imagen donde se cruzan dos realidades íntimas y me sonrojo como si el dibujo fuera un desnudo mío. Esas sensaciones alimentan la certeza de que hicimos algo bien.
El libro es.
Pongan play nomás.