Nuestro instinto es narrativo, nuestra desesperada búsqueda de sentido nos determina a ordenar los
acontecimientos para que seamos capaces de
explicar ciertas cosas o, al menos, de observarlas a prudente distancia e interrogarnos sobre ellas. En el hecho escénico a menudo el factor que tensa la exposición de los materiales es la presentación del personaje que (re)vive para contar(se) y
contarnos.
Diego
Rosental presenta en Acróstico un excelente desarrollo de estas coordenadas. Su
encuentro con el público es la invitación a compartir un posible relato sobre
determinados recuerdos de infancia que constituyen una cartografía
de vida. Mediante una serie de objetos personales se nos presenta a un niño, el mismo Diego, un niño que podría haber sido de muchas formas, pero que,
sometido a esa fuerza de la naturaleza que tantas veces representa una madre, desvía en algún punto su inocencia para ser herido por vez
primera. ¿Cuándo termina la infancia? ¿Qué son la culpa y la vergüenza para
cada uno de nosotros? ¿Qué cambia de modo definitivo con su llegada?
Rosental
comparte una serie de recuerdos apoyándose en objetos e imágenes donde el relato
refuerza su aparente valor testimonial y los disecciona dejando que el público
obtenga sus propias conclusiones. Son muchas las preguntas abiertas pero el
afán no está puesto en la satisfacción de una respuesta. Y ahí, donde el silencio opera,
Acróstico aporta la contundencia original de su creador, es sobre ese subtexto
que aparecen la música y el baile. La obra se presentó el año pasado en el
ciclo Óperas Primas del Centro Cultural Rojas y vuelve ahora en el marco del
Décimo Festival de Danza Contemporánea. La puesta combina la dramaturgia testimonial con la danza y esta funciona como un alegato físico
donde el cuerpo ejerce de acotación exquisita. Las coreografías son una
(re)acción frente a los acontecimientos de un pasado tan concreto como impenetrable.
Si
nuestras vidas son apenas el relato que logramos contarnos, el pasado está
condenado a ser un punto de vista al que una y otra vez asomamos de distintas
formas. Frente a esa incuestionable certeza, el presente inmediato y absoluto
de la danza se interpone como un paréntesis que no se limita a interrumpir el argumento, sino que compite con él en un intento de modificarlo para convertirlo
en otra cosa, en algo más. El pasado desaparece o, quizá sea más correcto decir
se traduce, en el intérprete, Rosental, acompañado finalmente por María
Kuhmichel. Juntos bailan y exorcizan, comparten la vitalidad de ese ritual celebrando la toma de
decisiones que los trajo hasta acá, a este proyecto y esta noche donde
somos testigos de cómo una cicatriz puede brillar.
Cabe
mencionar que el diseño de iluminación de Sebastián Francia, la estética y el uso del espacio son aciertos que potencian la poética personalísima
de una propuesta que aporta una muy interesante hibridación entre el unipersonal, la autoficción y la danza.
Acróstico
Intérpretes: María Kuhmichel, Diego Rosental
Creación: Jimena Pérez Salernos, Roberta Blazquez Caló, Andrés Molina, Diego Rosental
Diseño de iluminación: Sebastián Francia
Diseño gráfico: Leandro Ibarra
Música: Daniel Bugallo
Dramaturgista: Aldana Canal
Colaboración artística: Eugenia Foguel
Asistencia general: Sofía Etcheverry
Asistencia de dirección: Andrés Molina, Roberta Blazquez Caló
Idea y dirección: Diego Rosental
C.C. Ricardo Rojas
Av. Corrientes 2038
Martes 21h.
Acróstico
Intérpretes: María Kuhmichel, Diego Rosental
Creación: Jimena Pérez Salernos, Roberta Blazquez Caló, Andrés Molina, Diego Rosental
Diseño de iluminación: Sebastián Francia
Diseño gráfico: Leandro Ibarra
Música: Daniel Bugallo
Dramaturgista: Aldana Canal
Colaboración artística: Eugenia Foguel
Asistencia general: Sofía Etcheverry
Asistencia de dirección: Andrés Molina, Roberta Blazquez Caló
Idea y dirección: Diego Rosental
C.C. Ricardo Rojas
Av. Corrientes 2038
Martes 21h.