Va de nuevo. La vida. Este sindios ni puente donde ir a
gritar algo.
Rebobina la historia tan prolija con su
lista de miedos y miserias que ya ni putapena.
Así se siente el fondo de este vaso vacío para el brindis
donde otros se atragantan y celebran quién sabe qué deseo concedido.
Se muere todo el mundo pero lloramos sólo a los mejores. O a
los nuestros. La muerte es un negocio. Vende bien. Aunque se entiende poco de
qué sirve. Un descanso quizá. Pero quién sabe.
A palo ciego el eco de otras veces no consuela ni un poco.
No se escarmienta nunca en cuerpo ajeno. Ni se duerme o se mea de prestado. El
corazón tampoco hace sus cosas como una pretendiera. No programa poéticas ni
admite candidatos consecuentes. No está por la labor de la prudencia. No quiere
ser vulgar, el muy cabrón, y anda de huelga en huelga como un profeta más en el
desierto.
Mudo grita. Elegante la imagen si no fuera un estorbo.
El tiempo hace lo suyo y se extravía. Pasa, vuela y a ratos
se detiene. No hay forma de esquivar su
destrucción y somos esta ruina sin subsidio que el lobo del cuentito demolerá
al soplar cualquier mañana.
Pese a las obviedades, la contramano exige sus quimeras y
llegan telegramas donde el futuro existe y está siendo distinto. El pasado mejora
dicen los optimistas. Y un poco la razón queremos darles porque si no la cosa
se enrarece y el presente amenaza demasiado. Ahora que ya ni dios atiende los
reclamos, hay que hacerse el idiota y ver qué más sucede. Cuánto puede aprenderse del mal ejecutado con tanta maestría. Toda acción es política y
presiden el mundo delincuentes de altura sin estofa. Qué se puede esperar de
este big bang insulso y tan solemne donde se baila al ritmo del single de verano.
Va de nuevo. La vida. Este paréntesis.
m.trigo