A N. B.
el acueducto roto y el mar tirado en balde,
los truenos ya no asustan
porque el mundo es tristísimo
hace tanto
que ya ni se recuerda de otra forma.
No no nos pongamos serios, vida mía,
porque el verano azuza luna llena
de buenas intenciones y promesas,
hombreslobo hubo siempre,
qué te cuento,
e igual se bailó entonces
al son de este satélite fugaz
y las mujeres todas suspiraron
y amaron como suelen,
hasta hartarse y doler en cada hueso,
al son de matarifes y bárbaros tunantes,
sinvergüenzas tan clásicos
como cualquier vecino delincuente
que entierra en el jardín su raro sueño,
ese que a veces tiene pero olvida
cuando en medio del día la ciudad lo traiciona
y lo encadena
a algún oficio infame donde muere.
Cómo no va a matar quien tanto quiere,
quien tanto debe y puede, aunque no sepa.
No nos pongamos serios, vida mía,
porque no estamos solos en esta gran franquicia
del universo absurdo,
la prensa anuncia ahora vecinos a la vuelta
de años luz. Treintaynueve.
No sé contar tantísimo, te aviso.
La paciencia es de vaso bien chiquito
y el agua siempre es cosa de paciencia,
aunque caiga en verano
y precipite el fin y traiga maldiciones
y plagas de quién sabe qué planeta hecho mierda
bajo qué dignatarios mandamases.
No es de esto que quería consolarte.
En realidad buscaba traducción
para lo que sucede cuando tu voz inunda
como la lluvia exacta
este salón perdido de la mano de dios
y sus secuaces,
donde todo acontece enrarecido
y sin pausa ni prisa ni.
No nos pongamos serios, vida mía.
La vida es la tormenta deseada
que parte el alma en dos. Como una piedra.
Y poco y nada entiende del verano y tu paso,
de estrellas lejanísimas y planetas hermanos
donde hacer sacrificios de acá en más.
La vida, con sus lluvias, son solo seis acordes
aún no escritos.
m.trigo