Quien esto escribe celebró el pasado cumpleaños de Lennon escuchando la misma cinta casete que compré hace veinte años cuando descubrí a los Beatles, me enamoré de John y andaba por ahí adoctrinando sobre un pasado remoto en el que anhelaba haber nacido. Anoche, en El Brío Teatro, mientras recorría el submundo performático creado por Celia Argüello Rena y Juan Pablo Gómez en Diógenes al sol, mientras mis ojos peleaban con el hórror vacui de la estética deteniéndose en objetos con los que hubiera estado horas, unos casetes de lecciones de italiano me hicieron recordar que alguna vez tuve esa misma colección entre muchas otras cintas que fueron quedando no sé donde, aunque Lennon y otras pocas todavía me acompañen.
Acá y allá mi mirada se detenía tratando de compensar la saturación: el libro Cuentos para niños no tan niños, engendros de Wilbur Smith, jaulas, figuras, ropas, zapatos, valijas, teclados, monitores... Un mar de objetos convocado para materializar el síndrome de Diógenes, ese trastorno compulsivo que aísla a quienes lo padecen rodeándolos de todo tipo de cosas (¿basura?) que acumulan porque sí.
¿Y por qué no? En un mundo donde todo nace con obsolescencia programada y donde el desapego y la austeridad son prácticas contracorriente, la posesión de intrascendencias y la creación de tesoros a la altura de nuestra pobreza, resulta una consecuencia coherente. El proyecto Diógenes toma una enfermedad como metáfora y, como suele pasar cuándo los síntomas se observan como símbolo, nos obliga a interrogarnos sobre la distancia entre enfermos y sanos.
Una mujer nos guía presentándonos a los monstruos de su depresión, mutaciones tragicómicas crecidas en el naufragio de su mente, que se nos aproximan y generan emociones encontradas donde asociamos la forma con casi cualquier cosa y un poco renegamos de la oscuridad del fondo al que se asoman. Ella afirma conocer el mundo desde ahí, desde ese estercolero en el que vive. Y no hay muchas maneras de contradecirla. Nuestro entorno no es mejor, solo más grande. El mundo se ha convertido en un basurero donde nada está a salvo del paso de la humanidad. Esta espectacular especie que somos inventó la basura espacial y creó islas de plástico de las que se alimentan las ballenas.
"El destino de todos los objetos es convertirse en basura", se lee en el programa de Diógenes... Pensás en tus cosas y te preguntás cuántas de ellas sobreviven junto a vos por costumbre, cuántas necesitás verdaderamente y qué pasaría con ellas si no volvieras a casa, con que facilidad se convertirían en basura fácil de arrojar en cualquier lado. Pensás que, seguramente, un buen pedazo de tu alma ya es de reluciente plástico made in China.
Diógenes al sol combina distintas disciplinas - el diseño industrial, la escenografía, el teatro y la danza - y logra una de esas performances poéticas y confusas cuyo impacto puede acompañarte durante días, como una buena película apocalíptica que, un poco, deseás que comience a suceder y, otro poco, sabés que ya está acá. El futuro imperfecto siempre ronda.
Por ahora no hay más funciones, pero el proyecto continúa:
Diógenes al sol
Actriz: Maitina De Marco.
Autores y directores: Celia Argüello Rena y Juan Pablo Gómez.
Asistencia general: Diego Demarchis.
Equipo Diógenes: Andrés Molina, Pablo Castronovo, Ollantay Rojas, Teli Ortiz, Macarena Orueta, Roberta Blazquez Caló, Diego Rosental, Jimena Pérez Salerno, Josefina Gorostiza.
Escenografía: Sofía Echeverría.
Diseño de iluminación: Pigu Gómez.
Gaffer: Carolina Rolandi.
Diseño sonoro: Pablo Chimenti.
Diseño espacial: Norberto Laino.
Asistente escenográfica: Sofía Eliosoff.
Dirección de arte y vestuario: Eugenia Foguel.
Diseño y realización de vestuario: Nacho Fabio.
Dibujos: Ezequiel García.
Fotografía: VOLCÁN / Marianela Laura Depetro, Leticia Bobbioni, Eugenia Foguel.
Producción general: Proyecto Diógenes.
Coproducción: X FIBA, Proyecto Diógenes y Cooperativa El Correcamino.