Juan Pablo Gómez

Juan Pablo Gómez. 
Director teatral, productor, Dj.


Obras en cartel: 
Recordar 30 años para vivir 65 minutos.
Villa Argüello.





¿Cómo te definís profesionalmente?
Hacerle esta pregunta tan simple a alguien que se dedica al teatro en Buenos Aires puede ponerlo en un aprieto. Me dedico a todo lo que haya que hacer para una obra: sea escribir, dirigir, hacer producción, asistencia, organizar giras y he actuado en varias cosas hace muchos años.
De todos modos, el lugar con el que me identifico es con la dirección. A pesar que es la especialidad que menos plata me ha hecho ganar y eso también es parte del manoseado concepto de “profesional”.
¿Sabés por qué te dedicás a esto?
No sé bien por qué comencé a meterme en el teatro. Un poco de carambola supongo. Tengo claro sin embargo por qué me dedico a esto ahora: es mi manera de entender el mundo, la gente que quiero está aquí y en Buenos Aires me parece una actividad particularmente relevante. Algo que puede hacerse sin ningún tipo de apoyo, puro encuentro entre personas. Encuentro entre personas, siempre difícil, complejo y enriquecedor, durante la producción de la obra y luego con el público. Soy una persona gregaria, no me gustan las actividades solitarias. Necesito gente a mi alrededor para pensar.
¿Qué disciplinas resultaron fundamentales en tu formación?
Los primeros años de actuación, sin duda. Actuación entendida como la entendían mis principales maestros, Audivert, Bartís. Un actor que se come un director y lo lleva consigo como consciencia de la totalidad de la obra.
El circo, al cual me dediqué muchos años y de lo cual, en parte, sigo viviendo, me transmitió una relación cotidiana de disponibilidad con el cuerpo y el entrenamiento que me sirve para pensar diariamente el teatro como forma de trabajar con “unos cuerpos ahí”.
Mi tránsito universitario también me abrió la cabezota para pensar el arte no como “proyecto creador individual” sino como proceso histórico, social. Cosa de no inventar el agua tibia cada vez que uno se pone a dirigir, digo.
¿Qué es lo más útil que te ha enseñado tu trabajo?
A no ser un negado con lo manual.
¿Y lo más hermoso?
Espero que esté por venir, pero cuando un ensayo y luego una escena “funciona” siempre me parece muy hermoso eso de crear ficción con personas vivas.
¿Cuáles considerás que son tus principales fuentes e influencias creativas?
Del mundo del arte cientos: el cine de Cassavettes, de Hitchcock, la literatura de Lamborghini, de Castillo, de Ramos, la teoría. Del teatro todos, de todos se puede afanar algo. Bartís es una influencia ideológica permanente, de gente de mi generación Mati Feldman, Fede León siempre abren campo para pensar. Y después de todas las situaciones, de las personas en general, de sus mezquindades y grandezas. La gente y su ínfimo tránsito por la vida me emocionan y estimulan a la vez.
¿Qué es lo que más te duele a la hora de ejercer tu vocación?
La imposibilidad de hacer un crecimiento relativamente organizado, la falta de apoyo real del Estado, la ansiedad colectiva que genera ese desorden y que se plasma en un solo síntoma: la agenda de un actor porteño.
¿Crees haber sacrificado algo importante para dedicarte a esto?
La estabilidad económica.
¿En cuántos proyectos laburaste el año pasado?
Tres. Voy en baja.
¿Todos llegaron a mostrarse o estrenarse?
¡Uno todavía no, pero en eso estamos!
¿Cuántos te esperan ahora?
Dos. Ya dije, voy en baja.
¿Cuál es el proyecto al que dedicaste más tiempo hasta la fecha?
La obra que ensayo actualmente con la compañía Un Hueco y que se estrena este año. Todo mi tiempo es para ellos.
¿Qué hubo de bueno y de malo?
De malo es que el tiempo desgasta los vínculos, marchita los hallazgos, oxida el impulso. Lo bueno es que seca lo superfluo y que nunca termina de acabar con nosotros.
¿Vivís de lo que amás o tenés otra actividad que ayuda a pagar las cuentas?

Tengo varias, varias otras profesiones. Pero a todas las amo un poco.
¿Con qué otras artes te relacionas habitualmente?
Con la música, el cine y la literatura permanentemente. Con la plástica menos de lo que debería. Es una gran escuela.
¿Qué es lo más absurdo que has hecho por amor al arte?
Darle la mano a un par de tipejos.
¿Hay algo que no volverías a hacer?
Meterme adentro de un muñeco en una publicidad. Bueno, ahí va una promesa que no sé si cumpliré…
¿Qué estás leyendo?
Ahora mismito Estados fallidos de Noam Chomsky.

¿Qué autores recomendás siempre?
Pablo Ramos, Abelardo Castillo, Aristóteles, Perlongher, Arlt. En realidad ellos no necesitan que los recomiende yo. Inés Acevedo tiene una novelita que para mí es genial, en la que hablan como me gustaría que hablen los personajes de mis obras.
¿Qué películas volvés a ver una y otra vez?
Cualquier barbaridad yanqui que pasen en la tele. Las que repito son porro visual, para no pensar. Las otras, me las acuerdo.
¿Qué artistas – de cualquier ámbito - te resultan imprescindibles?
Digamos que si no leíste Chéjov, ni Ibsen ni sabés quién es Pina Bausch es difícil empezar a hablar.
¿Qué buscás en la gente con la que elegís laburar?
Amplitud de criterio, ganas de pensar artísticamente. Se dice fácil pero no es tan sencillo.
¿A qué profesionales de tu ámbito seguís de cerca?
Feldman, León, Spregelburd. Siempre se encuentra algo ahí.
¿Con quién hablás sobre tu trabajo? ¿Pedís consejo o asesoramiento a alguien de confianza?
Con todos. Con los actores con los que trabajo en primer lugar, ellos son los interlocutores permanentes. Después molesto a todo el mundo: para que lean la obra, para que vengan a un ensayo, para que opinen. Escucho mucho, ¡tal vez demasiado! A veces me mareo. Esta obra que estoy por estrenar la leyó Kartún, la leyó Walter Jakob. Ellos tienen mucho “olfato para la estructura” como se dice. Y Feldman vino a ver algún ensayo, vendrá a ver otros. Con Horacio Banega discutimos todo lo demás, solo para sacarle filo a las ideas. Son como primos a los que uno les consulta todo.
¿Pedís subsidios para tus proyectos? ¿A qué instituciones?
Pido, claro. Siempre es una ayuda. Proteatro, INT, FNA.
¿Por qué?
Más allá del dinero, la instancia de la presentación de subsidios o apoyos suele ser un momento para organizar todas esas ideas sueltas sobre un proyecto. Básicamente para qué lo quiero hacer, además de porque se me canta.
¿Por qué vivís en Buenos Aires?
Mi trabajo está acá. La gente que me gusta como actúa, es dónde se como moverme. Cada vez me tiene más podrido como ciudad pero es una dicotomía insoluble por ahora.
¿Hay algún viaje que marcara un antes y un después en tu trabajo?
Varios. Mis primeros viajes como asistente de R. Spregelburd me conectaron como el ancho mundo del teatro allende Buenos Aires. Laburamos en forma y tuve mi primera responsabilidad en serio en el teatro. Junto con el equipo movíamos un espectáculo bastante grande. Y después laburando con Mariano Pensotti también. Grandes festivales y grandes ligas. Me enseñaron varias cosas (que igual no aplico): el concepto de “show” (en el sentido de lo complejo y organizado que hay que estar para trabajar el vivo del teatro fuera de la salita independiente) y también cierta des-localización del teatro como espectáculo. No estar creando siempre para el espectador porteño, relativizar cierto chauvinismo teatral donde se supone que es más “sincero” lo que refiere a un “nosotros”. Eso muchas veces termina reduciéndose a una idea remanida sobre ciertos tópicos y ciertos modismos a la hora de actuar, de crear.  Y el “nosotros” puede ser un enunciado muy productivo y poético a la vez: “Nosotros los que estamos acá viendo esto”.
¿Cuándo te das cuenta de que tenés un nuevo proyecto entre manos?
Tengo una lista de ideas y cosas que quiero probar pendientes. Así que cuando sale una, ya hay otra en la línea de largada. Igual, no soy muy productivo así que es un proceso que lleva años.
¿Sentís que tenés un sistema personal de trabajo?
Ni a palos.
¿Qué hay en tu lista de cosas pendientes?
Algunas obras punteadas en varios cuadernos dispersos. Trabajar otro tipo de formato escénico, algo menos “obra”. Laburar en un teatro bien grande. Aprender a escribir más, darle más bola a eso. No como finalidad pero si como base estable para un proyecto.
¿Tenés un panorama claro de lo que vendría siendo tu trayectoria?
Caótico pero sí. Un claro corrimiento hacia la dirección desde que empecé a trabajar. Igual, como ahora estoy por estrenar todo es duda y replanteo. Clásico.
¿Qué es lo que más te preocupa en tu futuro?
No poder congeniar una actividad que, por lo menos en Buenos Aires que es lo que más conozco, te obliga a convertirte en una Pyme full time de uno mismo, con otros intereses no artísticos que tengo. Vivir en un lugar más lindo, por ejemplo, con más naturaleza a mano. Me falta.
¿Qué hacés cuando no estás trabajando?
Vida bohemia.
¿Si no te dedicaras a esto qué estarías haciendo?
A lo anterior me parece.