Toda la vida no vas a tener ganas de saltar cuando veas el mar o cuando haya luna llena, toda la vida no se tienen ganas de hacer lo mismo, ¿entiendes?, sí eso eso, respira hondo, cálmate y pide un trago y mira hacia otro lado, hacia donde quieras pero que no sea espejo, porque vas a empezar otra vez, que si la memoria y la guerra y los fantasmas de mierda y el tiempo que no pasa rápido, ¿no te fastidias?, siempre lo mismo, el perro que ladra y la luz que agoniza, eres la única que lo ve así, a ver, pide un trago y óyeme lo que te voy a decir,
por la mañana
los ojos se llenan de lágrimas
porque no hay locos en la casa
y tarda mucho en hacerse de noche
y las multitudes
y esa luz de la tarde que revienta
tiempo,
cautela,
no lo digas otra vez, todo eso me da en la madre, si ya sé lo de la fatiga, lo del desafecto y el estupor, y no me importa el marido frustrado de Creeley, empezando que no sé quién es el bolsa ese, confórmate, ¿ves?, todos los días la gente regresa a su casa, ¿no?, y no vas a componer las cosas arrechándote por una cama o una cortina floreada o una mesa cuadrada, métete un viaje de toña la negra o de leo marini o de la bola de nieve y cálate tus cuentos y los míos y hablando de infortunios, no me metas, ¿Ok?
Miyó Vestrini. De El invierno próximo. 1975.
Revista La danza del ratón, nº 19, julio 2001. p. 25.