Afirma Ariane Mnouchkine que cuando pensamos que algo no puede hacerse desde el teatro, es decir, que algo no puede abordarse desde el lenguaje escénico, es que aún no hemos descubierto cómo. Turba, la nueva obra de Iride Mockert, en esta ocasión con dirección de Alejandra Flechner, es una buena prueba de esa hipótesis. Su creación aborda no uno, sino varios personajes de mujer en situación de trata, y lo hace valiéndose de recursos tan genuinos como poderosos que constituyen un dispositivo escénico implacable.
El texto de Laura Sbdar recrea una voz
inolvidable cuyo punto de vista excepcional se traduce en un decir que eleva la
funcionalidad poética del lenguaje. La puesta en escena administra el espacio
ritmándolo en función del relato para revelarnos la
intimidad física y mental de la protagonista, pero también recrea el escenario
de un prostíbulo donde conoceremos la historia de otra mujer a través de
canciones. La actriz pasa de un espacio a otro, alternando personajes mientras habita una rutina donde el sexo es un repertorio de violencia formal, un catálogo
de posiciones y roles que el macho elige, donde ella no es más que el cuerpo
ejecutante. La potencia arrolladora que caracteriza los trabajos de Mockert
vuelve a ser un factor significativo en la composición de Turba, nombre de
guerrera bajo el que se presenta esta criatura que se incorpora a la
cartelera teatral para convertirse en un personaje de referencia obligada. La
dirección de Flechner explora la capacidad interpretativa de la actriz
alcanzando instancias de alta intensidad donde la forma adquiere tal
contundencia estética y expresiva que la metáfora sacude al público interpelándole sin lugar para la indiferencia.
La obra es un proyecto que Mockert perseguía desde 2015 y su deseo mantenido en el tiempo, sin duda, se convirtió en necesidad en estos años donde la denuncia contra el
patriarcado y los asesinatos de mujeres luchan por convertirse en una constante
que supere las fugaces tendencias de la agenda mediática. Turba denuncia la esclavitud sexual dando lugar a voces silenciadas cuyas historias nunca conoceremos. Hace apenas unas semanas se estrenaba
Beya Durmiente (Dj Beya), con texto de Gabriela Cabezón Cámara, dirección de
Victoria Roland y la actuación de Carla Crespo, otro trabajo excelente que se aproxima a esta temática. Ambos estrenos resultan significativos. La prostitución, el negocio de la trata, se convierten en algo de lo que cualquier mujer puede ser víctima. Estos trabajos hablan de una urgencia: necesitamos transformar una sociedad que somete y mata mujeres con la impunidad de quien
desecha cuerpos como objetos. No es el hombre, es el
macho ejecutor quien asesta los golpes que destruyen la identidad. Estas obras son un llamado de atención sobre una problemática que comienza a adquirir la visibilidad que merece.
Turba
Texto: Laura Sbdar
Idea: Iride Mockert
Actúa: Iride Mockert
Vestuario: Magda Banach
Escenografía: Laura Copertino
Pelucas: Mónica Gutiérrez
Maquillaje: Daniela Deglise
Diseño de luces: David Seldes
Diseño sonoro: Obo Mendez
Realización de escenografia: Guillermo
Manente, Victor Salvatore
Realización Set-electric: Paul Damian
Pregliasco
Música original: Javier Estrin, Iride
Mockert
Fotografía: Nacho Miyashiro
Diseño gráfico: Fermin Vissio
Asistencia de escenografía: Melanie
Waingarten
Asistencia de iluminación: Facundo David
Asistencia de vestuario: Luciana Hernández
Asistencia de dirección: Victoria Beheran
Prensa: Marcos Mutuverría
Producción ejecutiva: Valeria Casielles
Colaboración artística y diseño de
movimientos: Celia Argüello Rena
Dirección: Alejandra Flechner
El Portón de Sánchez
Sánchez de Bustamante 1034
Lunes, 21.30h