Una mujer busca el descanso eterno. No la
muerte. El descanso de un final posible. Quiere cortar por lo sano, detener la conciencia,
ese runrún anclado en el recuerdo que impide el hambre, el sueño, respirar.
Esa agonía que el desamor impone cuando
irrumpe y barre con la vida conocida hasta el momento. Ella, esta voz hecha
carne y savia de cynard, a la que Marina Fantini concibe bajo la dirección de
Adrián Canale en Enterrada, no sabe ni quiere saber nada. No busca explicaciones.
Tampoco las da. Sin necesidad de detenerse en el curso variable de los
acontecimientos de su historia, la dramaturgia habita ese tiempo
bisagra, limbo, de profunda oscuridad, donde la soledad se convierte en aliada.
La mujer no lame las heridas, se desangra. Se deja estar apenas. Le cuesta estar
en pie, pero lo logra, y ahí, comparte la verticalidad con las plantas de su
pequeño jardín, un edén de terraza donde la vida prosigue. Con o sin ella,
ajenas al destino de su cuidadora, las plantas crecen. Hacen lo suyo. Ella, la
mujer que se arranca de raíz una historia, sueña el sueño vegetal como una
buena opción. El alivio de otra forma viva donde el sentido brilla por su
ausencia. La felicidad de un silencio tan verde como constante. La preciada
sabiduría que solo el tiempo, dicen, proporciona.
Ella no habla de esto exactamente. Recuerda a su abuela, dialoga con el pasado y con su presente, vuelve a enterrar un perro ajeno y, entre trago y trago, echa tierra y siembra olvido. Celebra su singular despedida, el duelo por todo lo que ya no será y lo que nunca fue.
Estas son solo algunas coordenadas posibles para asomarse a este delicado trabajo donde la puesta metaforiza el interior de un estado de ánimo. Los elementos imprescindibles aparecen en manos de la actriz para dejarnos sonreír en medio de su desolación. Una obra que apuesta por la infrecuente práctica del trabajo sobre el borde de una herida y que trata de recordarnos, sin grandilocuencias ni verdades, que el amor siempre es otra cosa. Incluso cuando se termina.
Ella no habla de esto exactamente. Recuerda a su abuela, dialoga con el pasado y con su presente, vuelve a enterrar un perro ajeno y, entre trago y trago, echa tierra y siembra olvido. Celebra su singular despedida, el duelo por todo lo que ya no será y lo que nunca fue.
Estas son solo algunas coordenadas posibles para asomarse a este delicado trabajo donde la puesta metaforiza el interior de un estado de ánimo. Los elementos imprescindibles aparecen en manos de la actriz para dejarnos sonreír en medio de su desolación. Una obra que apuesta por la infrecuente práctica del trabajo sobre el borde de una herida y que trata de recordarnos, sin grandilocuencias ni verdades, que el amor siempre es otra cosa. Incluso cuando se termina.
Enterrada
Dramaturgia: Marina Fantini, Lisandro Outeda
Dramaturgia: Marina Fantini, Lisandro Outeda
Actúa: Marina Fantini
Iluminación: Lucia Feijoó
Música original: Tian Brass
Fotografía: Cecilia Lhormann
Diseño gráfico: Rucula Comunicacion
Asistencia de producción y dirección: Emilia Cecchet
Puesta en escena y dirección: Adrián Canale
Iluminación: Lucia Feijoó
Música original: Tian Brass
Fotografía: Cecilia Lhormann
Diseño gráfico: Rucula Comunicacion
Asistencia de producción y dirección: Emilia Cecchet
Puesta en escena y dirección: Adrián Canale