Pablo Bellocchio



Dramaturgo y director de teatro



¿Cómo te definís profesionalmente?
Supongo que como un laburante del teatro. Creo que con el tiempo me fui permitiendo cada vez más arriesgarme en lo que hago sin estar tan pendiente de un resultado determinado. Estoy enamorado del ensayo. Me gusta cada detalle de ese espacio; los mates, los intentos, las búsquedas, las devoluciones… Vivo para estar ahí, embarrado en ese estado de prueba permanente. El teatro quieto y solemne me aburre un poco.
¿Sabés por qué te dedicás a esto?
Por un montón de cosas, pero sobre todo porque no puedo no hacerlo. No me sale no estar ensayando algo.
¿Qué es lo más útil que te ha enseñado tu trabajo?
A persistir.  A seguir probando.
¿Y lo más hermoso?
A compartir. A destronar al ego o al menos acomodarlo en un lugar más sano.
¿Cuáles considerás que son tus principales fuentes e influencias creativas?
Saco muchas cosas de todo lo que me queda atragantado. Lo no dicho. Lo que me hubiera gustado decir… De ahí nacen un montón de cosas que después mutan hacia otro lado.
¿Qué es lo que más te duele a la hora de ejercer tu vocación?
Me duele la falta de compromiso. El egocentrismo. Aquellos que no toman en cuenta el trabajo colectivo y ponen la mirada exclusivamente en la propia necesidad. Me duele y me enoja todo eso.
¿Crees haber sacrificado algo importante para dedicarte a esto?
No. Marqué mis prioridades y en eso hay cosas que quedan postergadas, pero no lo vivo como un sacrificio.
¿En cuántos proyectos laburaste el año pasado?
Cinco.
¿Todos llegaron a mostrarse o estrenarse?
Sí.
¿Cuántos te esperan ahora?
Cuatro.
¿Cuál es el proyecto al que dedicaste más tiempo hasta la fecha?
Esto es tan solo la mitad de todo aquello que me contaste tuvo más de un año de ensayo en total y estuvimos cuatro años en cartel.
¿Cómo lo recordás? ¿Qué hubo de bueno y de malo?
Fue el comienzo del Colectivo Lascia y fue la primera vez que encontré desde la dramaturgia una voz propia. Una manera particular de contar una historia. Pude montarla en Timbre 4 durante dos temporadas y eso para mí fue un sueño cumplido. Se me hace difícil encontrarle algo negativo.
¿Vivís de lo que amás o tenés otra actividad que ayuda a pagar las cuentas?
Mitad y mitad. Llego a la mitad de mis ingresos dirigiendo y dando clases que son dos cosas que amo. Hoy por hoy llegar a la mitad de mis ingresos me parece un montón. La otra mitad la cubro administrando una página web de noticias, Desde Boedo
¿Con qué otras artes te relacionas habitualmente?
Literatura y cine.
¿Qué es lo más absurdo que has hecho por amor al arte?
Ensayar en el sótano de un bar, con mozos que se metían en la mitad de las escenas para acomodar cajones de Coca Cola.
¿Hay algo que no volverías a hacer?
Publicidad.
¿Qué estás leyendo?
Charlas con mi hemisferio derecho de Hernán Casciari y Zen en el arte de tiro con arco de Eugen Herrigel.
¿Qué autores recomendás siempre?
Kundera. Cortázar. Fontanarrosa. Italo Calvino. Hesse.
¿Qué películas volvés a ver una y otra vez?
Todo aquello que incluya a Batman. Amo El Padrino. Casi todas las de Tarantino o Scorsese.
¿Qué artistas – de cualquier ámbito - te resultan imprescindibles?
Los simples y honestos.
¿Qué buscás en la gente con la que elegís laburar?
Compromiso. Entrega. Juego. Disciplina. Ganas. Ego en su lugar.
¿A qué profesionales de tu ámbito seguís de cerca?
A todos los que puedo.
¿Con quién hablás sobre tu trabajo? ¿Pedís consejo o asesoramiento a alguien de confianza?
Charlo mucho con la gente del Colectivo que integro. Discutimos un montón; tenemos charlas jugosas de las que siempre salgo estallado de teatro. Somos un grupo de calentones de las tablas y es hermoso lo que aprendemos mutuamente el uno del otro.
¿Pedís subsidios para tus proyectos? 
No solía hacerlo, pero con el tiempo comprendí que sí.  
¿Por qué?
Ese subsidio está ahí porque lo que hacemos es importante. Tiene valor. Entonces siento fundamental que ese apoyo económico perdure. Debemos marcar esa presencia. Que se comprenda la importancia de sostener nuestra actividad; que muchas veces se hace económicamente inviable, más allá de que uno deba lograr que su proyecto se haga independientemente de si uno cobra esa plata o no.
¿Por qué vivís en Buenos Aires?
Por los olores, por los barrios, por la noche… Porque amo cada baldosa. Cada rincón mugriento. Cada cafetín.
¿Cuándo te das cuenta de que tenés un nuevo proyecto entre manos?
Cuando una imagen se me hace recurrente, empiezo a escribir. Si no puedo parar de pensar en eso durante algunos días, no hay más remedio… Me tengo que hacer cargo.
¿Sentís que tenés un sistema personal de trabajo?
Sí. Va mutando, pero con el tiempo lo voy encontrando.
¿Qué hay en tu lista de cosas pendientes?
Un montón de arreglos caseros. Canillas que gotean. Humedad en las paredes. Desorden acumulado.
¿Tenés un panorama claro de lo que vendría siendo tu trayectoria?
Supongo que sí, pero cuando me ocupa demasiado tiempo en la cabeza, trato de ponerme a pensar en cosas más importantes.
¿Qué es lo que más te preocupa en tu futuro?
Macri.
¿Qué hacés cuando no estás trabajando?  
Leo, escribo, juego con la computadora, y últimamente disfruto mucho de comer. Lamentablemente lo último se me va notando.