Escritor
¿Cómo te definís
profesionalmente?
Como alguien que
ejerce un oficio, y que está constantemente aprendiéndolo.
¿Sabés por qué te
dedicás a esto?
Si me lo pregunto lo
suficiente, no sé nada. Pero digamos que de tanto leer se me secó el cerebro; y
como Alonso Quijano, empecé a creer que todo eso que sucedía dentro de mi
cabeza era más real, o más importante, que lo que había afuera.
¿Qué disciplinas
resultaron fundamentales en tu formación?
El cine y la cocina.
¿Qué es lo más útil
que te ha enseñado tu trabajo?
La paciencia, que en
realidad sigo sin aprender.
¿Y lo más hermoso?
Que hay experiencias
que son comunicables.
¿Qué es lo que más te
duele a la hora de ejercer tu vocación?
No creer en el
concepto de vocación. Tener, de puro neurótico, que preguntarme para qué cada
cinco minutos.
¿En cuántos proyectos
laburaste el año pasado?
En todos los que pude.
¿Todos llegaron a
mostrarse o estrenarse?
No, casi todo lo que
escribo termina siendo borrador de otra cosa.
¿Cuántos te esperan
ahora?
En concreto, dos. Un
libro de cuentos que estoy trabajando; y una novela que tiene problemas de
identidad y ni siquiera sabe de qué trata.
¿Cuál es el proyecto
al que dedicaste más tiempo hasta la fecha?
A mi primer libro de
cuentos, Acá el tiempo es otra cosa. Fueron unos ocho años desde el primer
cuento hasta la publicación.
¿Cómo lo recordás?
¿Qué hubo de bueno y de malo?
En su momento se
parecía demasiado a no tener la más puta idea de qué estaba haciendo. Ahora,
mirando hacia atrás, puedo hacer un recorte y pensarlo como proceso. Fueron
años en que más que escribir y corregir, probaba distintas variables. Buscaba
un estilo, una forma. Lo bueno y lo malo suelen ser la misma cosa: que sigo en
la búsqueda, por ejemplo.
¿Vivís de lo que amás
o tenés otra actividad que ayuda a pagar las cuentas?
Vivo de ir de lunes a
viernes a una oficina. Lo que ayuda, con intermitencias, son los guiones;
aunque por ahora no tengo trabajos con suficiente frecuencia como para vivir de
eso. La literatura no pone un peso.
¿Qué es lo más absurdo
que has hecho por amor al arte?
Escribir cuentos.
¿Hay algo que no
volverías a hacer?
Pastas caseras. Se
ensucia toda la cocina. Harina por todos lados. Un quilombo.
¿Qué estás leyendo?
Catch-22, de Joseph
Heller.
¿Qué autores
recomendás siempre?
A Kelly Link, Carver,
Di Benedetto…
¿Qué películas volvés
a ver una y otra vez?
Las de Paul Thomas
Anderson.
¿Qué buscás en la
gente con la que elegís laburar?
Sinceridad y tacto.
¿Con quién hablás
sobre tu trabajo? ¿Pedís consejo o asesoramiento a alguien de confianza?
Con Cristian Godoy,
Mariana Komiseroff y María Petracchi. Si no existiera la instancia de discutir
lo que escribo con alguien, me dedicaría al onanismo.
¿Por qué vivís en
Buenos Aires?
Porque nadie me becó,
todavía, para irme a Berlín.
¿Cuándo te das cuenta
de que tenés un nuevo proyecto entre manos?
El momento en que se
tiene una idea es casi perfecto, la sensación es muy placentera. Cuando todavía
está en la cabeza, en potencia, es un mecanismo frágil, que hay que tratar con
cuidado; pero a la vez parece que funciona, que hay algo ahí que tiene sentido,
que otra gente puede entender. Después, a la hora de bajarlo a papel, es muy
fácil que se rompa, que falle. Pero a veces se sostiene, entonces hay un
proyecto.
¿Sentís que tenés un
sistema personal de trabajo?
Sentarme a escribir
todos los días. Una hora, dos, o tres. Pero con cierta constancia. Más allá de
eso, soy muy desorganizado.
¿Qué hay en tu lista
de cosas pendientes?
Escribir una novela
que me guste.
¿Qué es lo que más te
preocupa en tu futuro?
Todo lo que hay para
hacer, y tan poco tiempo. O al revés.
¿Qué hacés cuando no
estás trabajando?
Pienso en que debería
estar trabajando.
¿Si no te dedicaras a esto
qué estarías haciendo?
Alguna otra cosa que
me permitiera pasar mucho tiempo solo, pensando y leyendo. Astronauta, quizás.